Iván López
Casanova
Todo el mundo
recuerda el dictum de Sartre: «El infierno son los otros». Pero como la
escritura lo aguanta todo, no está de más conocer su vida, porque esa no
engaña. Simone de Beauvoir, en su recuerdo de Sartre, un mes antes de que
falleciera en 1980, escribe:
«Arlette lo encontró tirado en la alfombra de su
habitación, con una terrible resaca. Supimos que se hacía traer botellas de
whisky y de wodka por sus amigas, ignorantes del peligro. Las ocultaba en un
cofre o detrás de los libros. Aquel sábado por la noche se había emborrachado.
Arlette y yo vaciamos los escondrijos; llamé a las amigas, pidiéndoles que no
trajeran más alcohol e hice a Sartre vivos reproches».
Siempre he
pensado que la estela de este pensador se iría apagando al conocer su vida. Y
lo confirma un artículo de Vargas Llosa de 2012 en El País: «Después de veinte
años de leerlo y estudiarlo con verdadera devoción, quedé decepcionado de sus
vaivenes ideológicos, sus exabruptos políticos, su logomaquia y convencido de
que buena parte del esfuerzo intelectual que dediqué a sus obras de ficción,
sus mamotretos filosóficos, sus polémicas y sus úcases, hubiera sido tal vez
más provechoso consagrarlo a otros autores…».
También, entre
las razones de este desengaño, el Premio Nobel detecta un tufo sectario, «la
famosa afirmación sartreana de que “todo anticomunista es un perro” que llevó a
Raymond Aron a preguntar a Sartre si había que considerar a la humanidad una
perrera». Por cierto, que Simone de Beauvoir comienza su relato con una frase
que me espeluzna: «sus relaciones con mujeres jóvenes lo distraían». ¿No
desvela una mirada pobre, si no despectiva, de la mujer, como objeto de
distracción del varón?
Por el
contrario, me hace disfrutar un poema del Premio Princesa de Asturias de las
Letras 2017, el polaco Adam Zagajewski, titulado “En la belleza creada por
otros”, que comienza así: «Solo en la belleza creada / por otros hay consuelo,
/ en la música de otros y en los poemas de otros». Ya de entrada, da carpetazo
al individualismo, aunque posea alguna pseudocreatividad; y resulta conmovedor
que alguien que ha creado una maravillosa obra poética y una prosa admirable,
por su estilo y erudición, declare que lo propio no conforta ni embellece,
significando que somos personas, seres en relación.
El poema
continúa: «Solo otros nos salvan, / aunque la soledad sepa a / opio. Los otros
no son el infierno, / si se les ve temprano, con sus / frentes lavadas por
sueños». Y con estos versos confirma que la soledad que describió Sartre es
cruel −sabe a opio−, pero que no es la condición única, ni la principal, del
ser humano, porque se puede ver con ojos limpios y nos enriquecemos con la
belleza que nos llega de los otros que, entonces, nos salvan.
Un ejemplo de
mirada limpia lo tomo del blog de mi amigo Alejandro González, quien haciendo
de Rey Baltasar vio a una niña que merodeaba como deseando ser atendida de
nuevo. La acogió sobre sus rodillas y le preguntó si tal vez quería caramelos;
pero no deseaba dulces. Entonces, la niña le preguntó: «¿Tú vienes del cielo?».
Ante la demanda imprevista, Baltasar respondió afirmativamente, pero su joven
interlocutora continuó: «¿Tú ves a Jesús?». El mago respondió: «Pues sí, yo veo
a Jesús. ¿Por qué me preguntas eso?». Y la pequeña dijo: «Es que mi papá se fue
con Él y yo quiero que cuando le veas allí le des un beso de mi parte».
Otro ejemplo,
Etty Hillesum: «Estoy con los hambrientos, con los maltratados y moribundos,
cada día estoy allí, pero también estoy aquí con el jazmín y el trozo de cielo
ante mi ventana. En una sola vida hay espacio para todo, para creer en Dios y
para una ruina miserable».
¡Cuánto
depende de nuestra disposición de cordialidad respecto de las demás personas!
Iván López
Casanova, Cirujano General.
Escritor:
Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.
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