Evaristo Fuentes Melián
Puerto de la Cruz, Miércoles Santo: recorro silenciosamente todas las
esquinas de la Iglesia Mayor bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Peña de
Francia. La calidad y antigüedad de las imágenes fue cuestionada hace algún
tiempo por un licenciado en Bellas Artes, especialista en imaginería religiosa,
en una recordada conferencia en el Instituto Hispánico portuense. La edad de
las imágenes hay que demostrarla, en un trabajo de investigación bien hecho no
debe decirse “se cree que tal imagen es de tal siglo…”; o “esta otra imagen es
probablemente de la gubia de tal escultor”. Eso no es lo correcto; hay que
demostrarlo con pelos y señales.
Sigo mi recorrido intramuros del recinto parroquial de La Peña y llego al trono
portátil de San Pedro, tiene sus piececitos descalzos, le asoman tras su
vestido. Me acerco subrepticiamente y le alzo el traje a la altura de la
pantorrilla. Me decepciona. Es pura entelequia, pasta mal formada lo que hay
oculto. No es lo mismo una imagen de vestir, de candelero o bastidor, que una
en que se esculpe el cuerpo entero. Verdad de Perogrullo.
Sale la procesión deseosa de que acabe la lluvia y se decide que solamente
recorra una vuelta alrededor de la plaza de la Iglesia. El Cristo del Gran
Poder, una de la imágenes más adoradas entre la feligresía portuense, lleva los
ojos asustados, reventados metafóricamente por los azotes recibidos. Mal
tratado. La Banda de Música, por fin Municipal después de algunos años, quiere
dejar bien claro, con un cartel trabado en cada instrumento, que en efecto es
la del municipio: Puerto de la Cruz. Sin embargo, entre los componentes de
ambas bandas veo demasiado chiquilla, chicas y chicos flacuchos, algunas
muchachas reventonas, el subdesarrollo hace mella, aún hoy en día, en la
población en general de Canarias, las estadísticas fiables, las de Caritas, son
en sentido negativo muy reveladoras.
La Orotava, noche del Jueves Santo: me paro en La Carrera y miro hacia
arriba la calle del León. Hay un cambio en el trayecto: el Señor a la Columna y
su compañía bajan desde la esquina de Juan Palmito, q.e.g.e., después de pasar
frente al vetusto balcón típico de la fachada lateral norte de la parroquia
farrobeña de San Juan Bautista. El orden y la conjunción denotan religiosidad,
la Banda de Cornetas y Tambores se toma libertades creadores y en algún momento
no se sabe si desafina o es que la partitura es así, en busca de exhibiciones
altisonantes. La Banda de Música, excelente, perfecta, es más seria, más en su
sitio sacrosanto.
Hay saetas en forma de malagueñas canarias, la primera (me dijeron) fue, al
salir la procesión, desde el balcón de enfrente, residencia de los
descendientes del inolvidable bohemio y literato don Isaac Cabrera y Demás
Hierbas. Sigue la procesión y se cantan otras dos saetas más abajo, en la
esquina de León con La Hoya o Hermano Apolinar desde 1951. La primera, saeta
malagueña, con voz femenina muy aceptable, con sentimiento; la segunda es un
vozarrón que en principio me pareció con micro y altavoz, lo cual no hubiera
estado bien. Pero luego me confirman que fue la viva voz del vocalista
sabandeño de La Perdoma, fichado hace ya algunos años por el equipo de Elfidio
Alonso. Al llegar el Señor y la Virgen a la calle de La Carrera, enfilando ya
la entrada a la escalinata de la Plaza Consistorial, observo que una vela va
apagada en una de las cinco redomas de uno de los cuatro candelabros de la
Virgen de Gloria. Hice esta observación, con un poco de chanza, a una señora
devota orotavense, queridísima amiga mía de toda la vida, y me tomó a mal que
me fijara en ese pequeño detalle sin importancia. Pero otras veces, cuando
sopla la brisa y se apaga alguna vela, he visto que el trono procesional toma
posición de descanso y se vuelve a encender. En fin: la suntuosa pareja, Madre
e Hijo, entraron a la Plaza Consistorial y ‘El adiós a la vida’ fue
interpretado magníficamente por la Banda.
San Cristóbal de La Laguna, Viernes Santo a las 8 horas de la mañana: el
Cristo lagunero famoso pulula aún por la calle de San Agustín, procedente de la
Concepción, que es la más antigua, camino de la Catedral ya restaurada. La
Laguna tiene ideas claras, la procesión es suntuosa, las bandas son profesionales
auténticos, tanto la de cornetas y tambores, como la de música. Tres tipos de
autoridades la presiden: la militar, la civil (políticos) y la eclesiástica. Hay
veteranía, seriedad y adustos saludos militares en la entrada principal
catedralicia. Es la tradición imborrable, parsimoniosa en la llanura de este
altiplano, que es eterna Laguna de humedad consustancial y permanente.
Al final, rebuscándolos dentro del santo recinto, saludo a dos cofrades del
Cristo de La Laguna, amigos míos: uno, orotavense con luenga barba larguirucha;
otro, lagunero ya jubilado, de familia de raigambre.
En resumen: son tres categorías en una hipotética escala de valores, en
calidad y cantidad, bien diferenciadas: La Laguna, La Orotava, Puerto de la
Cruz.
Espectador
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