Jerónimo David Álvarez García.
El convento de San Juan Bautista y el Espíritu Santo fue
fundado a comienzos del S. XVII por don Juan de Gordejuela, Regidor de
Tenerife. En él se desarrolló una dilatada actividad pastoral y docente hasta
el incendio de 1806. De su rico patrimonio aún se conservan las imágenes de
Ntra. Sra. del Carmen, Ntra Sra. de la Soledad y San Agustín. Tras el
siniestro, el Señor de la Cruz a Cuestas o Nazareno pasó a la Parroquia de la
Concepción. Probablemente esta imagen atribuida a Rodríguez de la Oliva,
sustituyó a otra primitiva que ya poseía cofradía y fomentaba la devoción
popular por esta escena de la Pasión.
El significado iconográfico del Nazareno reside en el
pasaje bíblico del evangelista Mateo que reza; “el que quiera venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Esta efigie era custodiada por el Capitán don Vicente
Perdomo Bethencourt, que falleció en el Realejo Bajo en 1860, y guarda
paralelismo con la del Señor del Huerto del Convento de Santa Lucía. Pues, en
ambas fue solicitado su traslado; la franciscana, al Santuario de Ntra Sra del
Carmen en 1860, reflejo de la religiosidad popular que deseaba mantener dichos
cultos en otros recintos. La
Desamortización dotó a las parroquias de objetos litúrgicos y obras de
arte, como nos recuerda el profesor Martínez de la Peña; “los párrocos que eran
parte interesada en los conventos, por su cargo de síndico, tratarían de salvar
para el pueblo lo más que pudieran de ellos”. En sus escritos el padre Siverio
no ilustra como algunas de las obras se repartieron tras el incendio, pues lo
que pudo ser rescatado se preservó en el vecino monasterio de las Agustinas. Al
igual que el Nazareno del convento franciscano, que pasó a la Parroquia de
Santiago, pues en Semana Santa visitaba esta Parroquia, el que hoy nos ocupa
procesionaba hasta la Concepción el Miércoles Santo. Con esta disposición las
dos Parroquias poseían una efigie de Cristo cargando la cruz. Con el tiempo se
pretendió reedificar la capilla y restituir el culto, como de hecho ocurrió
efímeramente hacia 1836.
Para la entrega de la imagen y alhajas, salvadas del
fuego y depositadas en la casa del suegro del citado capitán, se procedió a su
inventariado. Según el documento, la imagen poseía cuatro túnicas, una para el
uso cotidiano en el nicho, varios cíngulos para diario y las procesiones. Por
fortuna, los ángeles se salvaron del incendio y actualmente salen en procesión.
Probablemente fueron tallados por Sebastián Fernández Méndez, “El Joven”, en
torno a 1750. Los Agustinos debieron fomentar la piedad popular en la Pasión
mediante el culto de las imágenes del Nazareno, la Virgen de la Soledad, San
Juan, la Verónica y la Magdalena. Analizándolo con el Nazareno y la Virgen de
los Afligidos del Convento Franciscano de Santa Lucía, el calvario del Convento
Agustino era más completo, muestra de la holgura económica que disfrutaban este
monasterio y sus patronos. Este se encontraba plenamente representado, la
teatralidad de las procesiones y los actos litúrgicos constituían para los
feligreses iletrados de la época una mezcla de catequesis, devoción y temor. La
platería, vestidos y el trono también pertenecían a su ajuar, conservándose en
parte actualmente. En 1835 comienza la secularización de los conventos,
sentenciados definitivamente a desaparecer. La mala administración de sus
bienes, la carestía del mantenimiento de los monasterios, habitados por un
clero meramente testimonial y los vientos anticlericales avalarían esta
decisión política.
Tras ser depositado en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Realejo de Abajo, El Nazareno siguió recibiendo culto en el antiguo retablo
de Ntra Sra del Rosario, sito en la primitiva Capilla del Rosario de esa
parroquia, hasta su desaparición en el incendio de noviembre de 1978. Tras tan
sensible pérdida, su mayordomo, don Manuel Pérez Siverio, encargó una nueva
imagen al escultor orotavense Ezequiel de León Domínguez. Éste realizó la
cabeza, manos y pies en caoba; los artesanos carpinteros José y Manuel
Hernández Siverio realizaron el cuerpo y los hijos del escultor colaboraron en
el montaje y policromado. Esta tercera versión de la imagen de Cristo con la
Cruz a Cuestas se venera actualmente en un nuevo altar, en la capilla del
Nazareno, de dicha parroquia.
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