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sábado, 5 de marzo de 2016

EL TURISMO TINERFEÑO EN 1930


Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL

Desde finales del siglo XIX, el turismo representa un sector fundamental en la economía canaria, tras los efectos derivados de la crisis de monocultivos como la cochinilla. Muchos viajeros, atraídos por las condiciones climatológicas de las islas y la realización de diferentes estudios en ámbitos como la ciencia y la naturaleza, habían difundido el nombre de Canarias a través de diferentes países. Se unen, pues, toda una serie de elementos en los que la necesidad de buscar una alternativa económica, la mejora de los servicios de transporte, las condiciones sociales, políticas y económicas, junto a otros factores, derivaron en el inicio de las actividades de un sector cuya estela predomina hasta nuestros días. En Tenerife, existen toda una serie de zonas turísticas, destacando por su trayectoria y evolución histórica la ciudad del Puerto de la Cruz, junto a otros municipios del sur de la isla.

En ese sentido, con la finalidad de conocer algunos aspectos del turismo antes del “boom turístico” de mediados del siglo XX, destacamos un artículo publicado en La Gaceta de Tenerife el 18 de noviembre de 1930 bajo el título “Estado actual del turismo en Tenerife”, digitalizado en el portal Jable de la ULPGC. Su autor, L. Miguel Hernández, realiza un interesante análisis de la situación turística tinerfeña a inicios de los años treinta. De esa forma, inicia el artículo ofreciendo algunos aspectos sobre la situación que se desarrollaba en torno al turismo en diversos rincones de la geografía mundial. De su análisis y comparación extrae como conclusión las carencias que la isla tinerfeña presentaba. En primer lugar, critica la inexistencia de un lugar adecuado para el descanso de los turistas, exponiendo que tras el cierre del hotel Taoro como consecuencia de un incendio el año anterior, se retrocedió un gran paso en los adelantos turísticos experimentados hasta el momento, asegurando que se trataba de un establecimiento conocido “universalmente, y era uno de los más señoriales y artísticos”.  Por otra parte, continúa reflejando la situación turística tinerfeña de aquellos años, planteando la necesidad de establecer diferentes opciones de ocio y restauración para el turista que se aproximaba hasta la isla, justificando su propuesta ante la evidencia de que no solamente de encantos naturales puede vivir un lugar, pues “si llega el turista un día festivo, o en las horas vespertinas, halla a los comercios cerrados, y en completa desatención, sin que tengan en cuenta los comerciantes las economías que la apertura de sus establecimientos pudiera reportarles”. Ante la necesidad de buscar nuevas soluciones, L. Miguel Hernández propone tomar el ejemplo de núcleos como Arona, Icod de los Vinos, Granadilla de Abona, Los Silos, Arafo y algunos pueblos de la isla de La Palma, planteando la necesidad de fomentar, al igual que en esas localidades, las fiestas de tipismo, pues podrían representar “nuevas atracciones para el turista, que nunca ha visto estas típicas costumbres, nuestras originales danzas, ni han oído nuestras folías, isas y malagueñas”.
Las fiestas de Mayo y los Carnavales, a juicio del autor, podrían actuar como excelentes focos de promoción turística de la isla, aunque lamenta profundamente el estado y desarrollo de tales celebraciones durante los últimos años, denunciando públicamente la calidad tan baja de los adornos que se empleaban para decorar las calles tinerfeñas, manifestando que si se continúa con “los adornos ridículos, lo mejor sería que no se hiciese nada. Que, o se hagan fiestas decorosos, o que no se hagan”. Sin lugar a dudas, para el articulista, los encantos de la isla podrían marcar una gran diferencia respecto a otros lugares con características similares pero con mejor dedicación al turista.

En definitiva, el turismo representa un sector que ha ido evolucionando a través de diversas infraestructuras y servicios desde finales del siglo XIX en el ámbito canario, al compás de determinadas transformaciones económicas, políticas y sociales, generando unos beneficios que le consolidan como motor de nuestra economía.

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