Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
Desde finales del siglo XIX, el turismo representa un
sector fundamental en la economía canaria, tras los efectos derivados de la
crisis de monocultivos como la cochinilla. Muchos viajeros, atraídos por las
condiciones climatológicas de las islas y la realización de diferentes estudios
en ámbitos como la ciencia y la naturaleza, habían difundido el nombre de
Canarias a través de diferentes países. Se unen, pues, toda una serie de
elementos en los que la necesidad de buscar una alternativa económica, la
mejora de los servicios de transporte, las condiciones sociales, políticas y
económicas, junto a otros factores, derivaron en el inicio de las actividades
de un sector cuya estela predomina hasta nuestros días. En Tenerife, existen
toda una serie de zonas turísticas, destacando por su trayectoria y evolución
histórica la ciudad del Puerto de la Cruz, junto a otros municipios del sur de
la isla.
En ese sentido, con la finalidad de conocer algunos
aspectos del turismo antes del “boom turístico” de mediados del siglo XX,
destacamos un artículo publicado en La Gaceta de Tenerife el 18 de noviembre de
1930 bajo el título “Estado actual del turismo en Tenerife”, digitalizado en el
portal Jable de la ULPGC. Su autor, L. Miguel Hernández, realiza un interesante
análisis de la situación turística tinerfeña a inicios de los años treinta. De
esa forma, inicia el artículo ofreciendo algunos aspectos sobre la situación
que se desarrollaba en torno al turismo en diversos rincones de la geografía
mundial. De su análisis y comparación extrae como conclusión las carencias que
la isla tinerfeña presentaba. En primer lugar, critica la inexistencia de un
lugar adecuado para el descanso de los turistas, exponiendo que tras el cierre
del hotel Taoro como consecuencia de un incendio el año anterior, se retrocedió
un gran paso en los adelantos turísticos experimentados hasta el momento,
asegurando que se trataba de un establecimiento conocido “universalmente, y era
uno de los más señoriales y artísticos”.
Por otra parte, continúa reflejando la situación turística tinerfeña de
aquellos años, planteando la necesidad de establecer diferentes opciones de
ocio y restauración para el turista que se aproximaba hasta la isla,
justificando su propuesta ante la evidencia de que no solamente de encantos
naturales puede vivir un lugar, pues “si llega el turista un día festivo, o en
las horas vespertinas, halla a los comercios cerrados, y en completa
desatención, sin que tengan en cuenta los comerciantes las economías que la
apertura de sus establecimientos pudiera reportarles”. Ante la necesidad de
buscar nuevas soluciones, L. Miguel Hernández propone tomar el ejemplo de
núcleos como Arona, Icod de los Vinos, Granadilla de Abona, Los Silos, Arafo y
algunos pueblos de la isla de La Palma, planteando la necesidad de fomentar, al
igual que en esas localidades, las fiestas de tipismo, pues podrían representar
“nuevas atracciones para el turista, que nunca ha visto estas típicas
costumbres, nuestras originales danzas, ni han oído nuestras folías, isas y
malagueñas”.
Las fiestas de Mayo y los Carnavales, a juicio del autor,
podrían actuar como excelentes focos de promoción turística de la isla, aunque
lamenta profundamente el estado y desarrollo de tales celebraciones durante los
últimos años, denunciando públicamente la calidad tan baja de los adornos que
se empleaban para decorar las calles tinerfeñas, manifestando que si se
continúa con “los adornos ridículos, lo mejor sería que no se hiciese nada.
Que, o se hagan fiestas decorosos, o que no se hagan”. Sin lugar a dudas, para
el articulista, los encantos de la isla podrían marcar una gran diferencia
respecto a otros lugares con características similares pero con mejor
dedicación al turista.
En definitiva, el turismo representa un sector que ha ido
evolucionando a través de diversas infraestructuras y servicios desde finales del
siglo XIX en el ámbito canario, al compás de determinadas transformaciones
económicas, políticas y sociales, generando unos beneficios que le consolidan
como motor de nuestra economía.
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