Juan Calero Rodríguez
Encontrándome en la Sala de Espera de Urgencias del
Hospital General de La Palma el pasado nueve de marzo, participé de algún modo,
en uno de los miles de gestos altruistas que a diario caracterizan al pueblo
español. Sí, el llano y sin complejos pueblo español que habitamos de forma
silenciosa, sin levantar aspaventosos titulares, demostrándonos que ante todo
seguimos siendo humanos con la generosa y necesaria entrega de caridad. Ese
pueblo nuestro que no quedó petrificado por alguna década del siglo pasado,
como nos hacen creer.
En el constante entrar a esa sala de esperas, abarrotada
de socorridos pacientes y familiares, una extranjera con su brazo inmovilizado
tras haber sufrido una caída, intenta varias veces comprar en la máquina
expendedora de cafés industriales, sin lograr su éxito, hasta que alguien se
percata que dicho aparato se había quedado sin monedas de cambio.
Inmediatamente se abrieron más de una veintena de carteras y manos apresuradas
buscan el equivalente al precio del producto que necesitaba la adolorida mujer.
Unos extendieron el cambio de un euro y otros directamente el precio del
comestible.
Gestos como este no se comentan en el diario bombardeo
sensacionalista y pesimista que aparece en los medios de comunicación. Ni
recibe un solo ‘Me gusta’ por las redes sociales que, por trivial, no es de
destacar.
Imaginado es lo difícil por competitivo que está la labor
de los reporteros en el mundo periodístico, no solo queriendo encontrar la
noticia de mayor actualidad, sino que entre las tantas versiones que llegan a
la sala de prensa, solo será publicable la más agresiva donde captar la
atención del receptor, perceptor y/u observador.
Vende más pararse en un charco de agua con una sombrilla
abierta para decir que está lloviendo; enfocar a alguien bebiendo una botella
plástica con agua, para decir que hay calor; o repetir mes tras mes la trágica
cola del paro, con los desahucios, los asaltos en plena vía pública, los robos
domésticos, los crímenes de géneros, corrupción política, o los sueldos de
nuestros dirigentes.
Estamos en pleno boom de la información digital,
cualquiera se siente necesitado de publicar o compartir algo, mientras nos
sentimos inmensamente felices comentando la foto del plato de papas guisadas o
lentejas que ‘subió’ la amiga.
Una crónica donde reflexiono con esta situación amable y
cordial no tiene ecos.
La adolorida alemana en cuestión, con el internacional
gesto de brindis agradecido, alzando la otra mano con su vaso de chocolate
caliente, chamusqueó nuestro idioma para decir ‘GRACIAS, ESPAÑOLES’.
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