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sábado, 12 de marzo de 2016

GALÁN ULLA, UN VIAJE EN EL TIEMPO‏LA


Salvador García Llanos

Teófilo Galán Ulla, un clásico del óleo, de la pintura bien acabada, propicia un viaje en el tiempo, como definió el historiador Eduardo Zalba en la presentación de su exposición en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), una colección de diecinueve cuadros que reflejan buena parte de sus querencias por la paisajística insular desde que llegó, allá por los años sesenta del pasado siglo (El pintor, por cierto, conserva un envidiable aspecto físico: está igual que entonces).

El viaje nos transporta al Puerto de la Cruz que ya no existe y a los rincones de Icod de los Vinos, del Pris tacorontero o de Taganana, allí donde inmortalizó con admirable urdimbre polícroma su visión más directa, fiel a un estilo que siempre se caracterizó por el academicismo, la frescura y los matices equilibrados. Hay un ayer que descubrir y en la obra de Galán se plasma con rasgos pictóricos que la hacen sugerente.

Es el ayer de los bodegones, de las figuras típicas, de la jardinería y de la vegetación frondosa, de los rincones, de los mercados, del paisaje diverso…, siempre con la luz adecuada, espléndidamente captada en sombreros con los que afrontar una vendimia o en las tareas femeninas de lavado en Taganana. Hasta allí se fue Galán en busca de motivos que hicieran manejar con fineza artística pinceles y paletas que logran resultados siempre atrayentes.

Teófilo Galán Ulla volvió a exponer en el IEHC al cabo de unos cuantos años, aunque nunca se fue del todo pues para eso mantiene abierta su galería en la cercana calle La Hoya. Lejos quedan los tiempos -más de medio siglo- en que el propio artista se preocupaba de ultimar los marcos en la carpintería del tío Manuel, por donde desfilaban, con la misma finalidad, otros autores de la época (Germinal, Oramas, Tay, Frigola...) que se enamoraron de aquel Puerto de la Cruz en el que toda su geografía urbana era un reclamo mientras el desarrollismo turístico ya navegaba en la máxima velocidad de entonces. Allí donde descubrimos el significado del término paspartú y la difícil elección de las molduras.

Todo eso fue el viaje en el tiempo, para adivinar el porqué de los ocres en el cielo que envolvía la icodense plaza de la Pila, la generosidad del verdeceledón que adornaba la antigua carretera del norte a su paso por San Juan de la Rambla y la variedad de la tipología edificatoria del ángulo inverso a las balconadas próximas al refugio pesquero portuense -poco reflejado en cuadros, por cierto- rematado con la antigua pescadería de incuestionable sabor marinero.

Quizá la hora en que pintaba Galán Ulla fuera la clave. Esa hora en la que es posible captar la quintaesencia y hasta lo insólito del motivo. El viaje en el tiempo, entonces, es para descubrir no solo el paisaje inexistente sino las propias cualidades

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