Teresa González
Semilla que fecundaras
con el fuego que quemara
la cruz de su cuerpo
despuntando primaveras;
primavera que dejaras naufragando
en el licor la supervivencia
ocupada de tus ojos
en la hambruna de tu sangre;
sangre tuya, veneno del patriarca,
verdugo adicto a tus pasos,
pasos que burlaran los filazos
de su espada
hermanada a la emboscada
reluciente en el rostro de la guerra…
Se fue…
el tiempo renegando,
renegando en el tiempo
de tu insubordinación
que ahora sonreía
curando tus heridas,
lejos del cascabel
y su mirada ponzoñosa
que no pudo callar su conciencia
acallando la tuya,
dedo en su llaga.
Estás ahí…
recostado en la frescura de tus años
perfumados de verano,
besando las mejillas de tu rosa
aún danzando en primavera,
primavera que te besa en sus labios
y de amor te crucifica,
sanando aquel amor
de tus amores con su amor,
amor que brilla en la cruz
de su cuerpo… tu Cruz de amor.
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