Evaristo Fuentes Melián
Don Enrique Sáenz Tapia, doctor en
Medicina, especialidad Ginecología, don Enrique el partero para le gente del
común, de tapia no tenía nada; las tapias, las paredes altas, cierran y hacen
introvertidos a los personajes tanto de ficción como reales; muchos canarios
padecemos de ese mal, digamos, antropológico. Don Enrique fue todo lo
contrario, era abierto a más no poder, dicharachero quizá, orotavense de
calidad en cuerpo y alma, en progresión geométrica al paso de los años. Don
Enrique terminó la carrera en la Facultad de Medicina de Madrid en la
posguerra, en la Universidad Central, luego llamada Complutense. Coincidió en
la misma promoción del celebérrimo Marqués de Villaverde, el yernísimo del
generalísimo; y también con don Buenaventura Machado, inolvidable orotavense,
tanto en su profesión y especialidad de cardiólogo como en lo deportivo. Don
Enrique también iba al estadio Los Cuartos como un aficionado de los mejores de
la UD Orotava. La anécdota que me atrevo a contar—aunque no la recuerde con
detalle--es que una vez, cuando ya había terminado el partido y el público
salía de Los Cuartos, don Enrique comentaba algún trance del juego con cierto
expresivo enfado; entonces, un forofo incontrolado y furibundo de un equipo
santacrucero intentó agredirle físicamente, pero fue una agresión que quedó en
fase de intentona, en grado de tentativa, por suerte para don Enrique...
Quiero terminar por el principio: estuve presente, actuando de
sempiterno espectador cuando era un flacucho adolescente, en la cena ágape, que
la recuerdo como agasajo de bienvenida, ofrecida a don Enrique a su llegada a
La Orotava en 1953. Fue en la amplia terraza al sur y a una cota superior del
magnífico patio central vegetal, de la casa mansión que entonces comandaba don
Juan del Castillo Díaz, médico odontólogo, caserón desde cuyo corredor se
inspira y escribe actualmente su hijo, el ilustre pregonero, culto letrado y
escritor, Juan Antonio del Castillo León, que también estaba con diez añitos de
edad en aquella muy grata e inolvidable velada.
Descanse en paz, don Enrique.
Espectador
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