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sábado, 19 de marzo de 2016

A DOS CALLES DEL MAR PERO SIEMPRE MIRANDO A LA MONTAÑA


Salvador García Llanos

En la mesa concurrían tres primos: el que escribe, la que prologa y el que presenta, y aunque unos fueran más primos que otros, lo cierto es que la estampa llamaba la atención en medio del lleno registrado en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) para asistir a la presentación de Trochas, caminos y veredas (Grupo Montañero), título del libro de doctor Luis Espinosa García, prologado por Margarita Rodríguez Espinosa y presentado por José Javier Hernández García.

Pero no todo era quedar en casa o en familia pues para eso los susodichos han puesto a disposición de los demás, a lo largo de su existencia, su quehacer profesional, sus servicios y su sensibilidad con todo lo portuense y especialmente con su producción cultural e intelectual. Una mesa de lujo, pues, tan unida por el amor a la naturaleza, a la literatura, a la docencia, a las cosas bien hechas.

Fue presentado un libro sobre la naturaleza, un conjunto de crónicas en el que el lector, según Hernández García, tendrá la certeza de navegar por un alma que va a ser descubierto. Y es que el autor recorre los paisajes insulares y de otras latitudes con el estilo directo que imponen las circunstancias: los montañeros, los senderistas o los excursionistas que le acompañan no son personajes de ficción sino los amantes del medio natural, de la frescura y de la frondosidad de nuestros montes, de los agrestes caminos y de la diversidad climática en cuestión de pocos kilómetros o de subidas y descensos.

Cuando no se conocía el senderismo o no era conceptuado toda como tal en el contexto socioturístico, Luis Espinosa García ya lo había patentado, mejor dicho, ya lo practicaba y lo recomendaba, ya había recorrido y serpenteado parajes y paisajes de toda laya. De modo que por Trochas, caminos y veredas fluyen descripciones, anécdotas, risas y preocupación mientras se informa al lector de cada paso. Es deducible entonces que las páginas huelan a menta, poleo y  orégano, de modo que cumplen con la apreciación de José Javier Hernández García en el sentido de que las crónicas no pretenden ser impresiones desabridas.

Y es que Espinosa ha vertido algo más que unas vivencias. Este diálogo peculiar, claro, pero lleno de matices, visiones y descubrimientos. Es una plétora de sensaciones que el presentador concentró en el frescor de Anaga y el misterio que envuelve este privilegiado reducto insular, antes de rendir un breve y merecido tributo a la memoria, proclive a la nostalgia: la Peña Baeza, el Grupo Montañero de Tenerife, Vicente Jordán y su Tenerife a pie (Cabildo Insular), el sabio Telesforo, Celestino Padrón, Paco Ortiz, Juan Pedro González… y tantos otros que se patearon la tierra hasta conocerla y gozarla casi palmo a palmo.

Luis Espinosa García perpetúa en este libro vivencias y experiencias de quienes acreditaron un enamoramiento efectivo de todo lo que aquélla ofrecía -y ofrece-, plasmando sus querencias -y las de quienes le acompañaron- en cada puntual trayecto de fines de semana y festivos. En verdad: se necesitaba, no podían evaporarse sin más tantas experiencias.


En Trochas, caminos y veredas, Espinosa cumple al pie de la letra la definición que su primo José Javier tuvo a gala atribuir: “Nació a dos calles del mar pero siempre miró a la montaña”.

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