Salvador
García Llanos
En la mesa concurrían tres primos:
el que escribe, la que prologa y el que presenta, y aunque unos fueran más
primos que otros, lo cierto es que la estampa llamaba la atención en medio del
lleno registrado en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) para
asistir a la presentación de Trochas, caminos y veredas (Grupo Montañero),
título del libro de doctor Luis Espinosa García, prologado por Margarita
Rodríguez Espinosa y presentado por José Javier Hernández García.
Pero
no todo era quedar en casa o en familia pues para eso los susodichos han puesto
a disposición de los demás, a lo largo de su existencia, su quehacer
profesional, sus servicios y su sensibilidad con todo lo portuense y
especialmente con su producción cultural e intelectual. Una mesa de lujo, pues,
tan unida por el amor a la naturaleza, a la literatura, a la docencia, a las
cosas bien hechas.
Fue
presentado un libro sobre la naturaleza, un conjunto de crónicas en el que el
lector, según Hernández García, tendrá la certeza de navegar por un alma que va
a ser descubierto. Y es que el autor recorre los paisajes insulares y de otras
latitudes con el estilo directo que imponen las circunstancias: los montañeros,
los senderistas o los excursionistas que le acompañan no son personajes de
ficción sino los amantes del medio natural, de la frescura y de la frondosidad
de nuestros montes, de los agrestes caminos y de la diversidad climática en
cuestión de pocos kilómetros o de subidas y descensos.
Cuando
no se conocía el senderismo o no era conceptuado toda como tal en el contexto
socioturístico, Luis Espinosa García ya lo había patentado, mejor dicho, ya lo
practicaba y lo recomendaba, ya había recorrido y serpenteado parajes y
paisajes de toda laya. De modo que por Trochas, caminos y veredas fluyen
descripciones, anécdotas, risas y preocupación mientras se informa al lector de
cada paso. Es deducible entonces que las páginas huelan a menta, poleo y orégano, de modo que cumplen con la
apreciación de José Javier Hernández García en el sentido de que las crónicas
no pretenden ser impresiones desabridas.
Y
es que Espinosa ha vertido algo más que unas vivencias. Este diálogo peculiar,
claro, pero lleno de matices, visiones y descubrimientos. Es una plétora de
sensaciones que el presentador concentró en el frescor de Anaga y el misterio
que envuelve este privilegiado reducto insular, antes de rendir un breve y
merecido tributo a la memoria, proclive a la nostalgia: la Peña Baeza, el Grupo
Montañero de Tenerife, Vicente Jordán y su Tenerife a pie (Cabildo Insular), el
sabio Telesforo, Celestino Padrón, Paco Ortiz, Juan Pedro González… y tantos
otros que se patearon la tierra hasta conocerla y gozarla casi palmo a palmo.
Luis
Espinosa García perpetúa en este libro vivencias y experiencias de quienes
acreditaron un enamoramiento efectivo de todo lo que aquélla ofrecía -y
ofrece-, plasmando sus querencias -y las de quienes le acompañaron- en cada
puntual trayecto de fines de semana y festivos. En verdad: se necesitaba, no podían
evaporarse sin más tantas experiencias.
En
Trochas, caminos y veredas, Espinosa cumple al pie de la letra la definición
que su primo José Javier tuvo a gala atribuir: “Nació a dos calles del mar pero
siempre miró a la montaña”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario