Salvador
García Llanos
Cada
nueva entrega, cada aportación es como redescubrir a Agustín Espinosa García,
el insigne escritor portuense. Este es su año, según aprobación gubernamental
autonómica en el Día de las Letras Canarias, 21 de febrero. Por eso interesa
todo lo que se diga y se haga en torno a su figura.
La
catedrática de Secundaria, profesora Ana María García Pérez, tuvo a su cargo en
el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) del Puerto de la Cruz,
una sustanciosa contribución, fruto de las incesantes investigaciones sobre la
vida y obra de Espinosa. “Una realejera militante, profesora comprometida y con
sentido del humor, preocupada por el medio ambiente de las islas”, dijo su
colega Margarita Rodríguez Esponosa en la presentación. Ya había acreditado su
quehacer en la exposición itinerante de hace diez años, al cumplirse setenta de
su fallecimiento. Entonces quiso recuperar al personaje, hacer una exposición
didáctica y divulgativa, una realización multidisciplinar.
“Vamos
a seguir investigando”, señaló la profesora García Pérez que agradeció el
esmero del catedrático Pérez Corrales quien, generoso, ha cedido la obra
después de haberla recopilado toda. “Recuperando a Agustín, recuperamos también
a Pérez Minik, López Torres, Emeterio Gutiérrez Albelo, Pedro García Cabrera,
Eduardo Westerdhal y Luis Rodríguez Figueroa”, añadió, recordando un elenco
sobresaliente en la historia de la intelectualidad insular.
No
se olvidó de la casa donde habitó, en Los Realejos. “Sigue estando pendiente,
hay que declararla Bien de Interés Cultural”, dijo antes de desglosar la
trayectoria del escritor, su etapa estudiantil, la formación universitaria, el
acceso al profesorado, sus destinos profesionales, sus publicaciones y su
participación en actividades artísticas y literarias. Habló del Espinosa alumno
y del Espinosa docente.
Ana
María García Pérez se refirió también a La Laguna donde se desenvolvía
Espinosa, a su primera publicación en el número 18 de la revista Castalia,
dirigida por su amigo Luis Rodríguez Figueroa y a los orígenes de Lancelot, “un
libro en el que me burlo de la geografía y de la literatura”. Destacó que a los 27 años leyó su tesis
doctoral sobre José Clavijo y Fajardo. El espíritu de plasmar lo insular en la
universal se plasma en el primer
Manifiesto de la rosa de los vientos, un canto de esperanza y anticipo del
fenómeno de las migraciones. Un botánico de la poesía popular.
Recordó
su estancia en Lanzarote. Fue el primer director, comisario regio, del
instituto de Arrecife que, desde 1979, lleva su nombre.
Y
su etapa de becario por Europa, París y Bucarest, tras pedir una pensión a la
Junta de Ampliación de Estudios. Y su pasión ya desatada por la escritura,
cualquier elemento geográfico convertido en literatura, “reinventando la isla”.
Y su retono a Canarias, para ser profesor del Instituto de Las Palmas de Gran
Canaria, entre 1929 y 1935. “El mundo no
está hecho de papilla y merengue”, escribió en el número 2 de Hoja Azul, en
1932.
En
este año se casa con Josefina Boissier Castellanos, con quien tuvo tres hijos.
Publica Crimen, en 1934, “un libro de libertad, de autenticidad, de
conocimiento”, según escribe José Miguel Pérez Corrales.
Aludió
García Pérez al “Espinosa a través de Espinosa, en Hoy. Cómo se ríe de sí
mismo, las extravagancias... El arte nuevo de ser feliz”. Después, 1935-36, el
regreso a Tenerife, su residencia en el lagunero hotel Aguere. Asumió dos
responsabilidades: es designado por el ministerio de Instrucción Pública el
primer director del nuevo instituto de Santa Cruz; de Tenerife; y es nombrado, con la intervención de Óscar
Domínguez, director del Ateneo de la capital tinerfeña.
Estalla
el conflicto bélico. A las vicisitudes vitales y profesionales del escritor
también aludió Ana María García Pérez. Un expediente de depuración. Una tortura
intelectual. Una obra truncada. Los testimonios a la desesperada de amigos para
rehabilitarlo. Los delitos de Agustín Espinosa: ser izquierdista, ser el autor
de la obra Crimen y haber intentando proyectar una película de Buñuel. Una
enfermedad galopante. Una despedida mortecina en una carta a su prima que se
conserva.
Pero
quedó una influencia en César Manrique, “...cualquier lugar sobre la tierra sin
fuerte tradición, sin personalidad y sin suficiente atmósfera poética, está
condenado a morir...” y una obra que hizo afirmar a la confereciantes que
Agustín Espinosa es el mejor escritor surrealista en lengua española.
Ella
misma se encargó de recordar lo que sigue pendiente: recuperar la casa
realejera, para que allí esté la obra que debería administrar una fundación; e
incluir el itinerario de Espinosa en el diseño curricular a través de la
memoria histórica.
Lo
dicho: redescubrir a Espinosa.
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