Salvador
García Llanos
La
concentración, con mucho de espontaneidad, como el espíritu de la radio misma,
terminó convirtiéndose en un programa en directo, desde la calle, en el
exterior de la sede. Solo con un dispositivo que sirvió de megáfono y con los
soportes de unos cuantos dispositivos móviles para dar fe de lo que sucedía.
La
concentración de los trabajadores de Radio El Día y El Día Televisión, en
plena jornada festiva, sirvió para hacer visibles las consecuencias y para que
pudieran despedirse.
Unas decenas de oyentes y varios compañeros les
respaldaron. Algunos viandantes se sumaron. Sindicalistas con banderolas. Se
escuchó un grito, no secundado pero revelador: “Periodismo precario, democracia en peligro”. La sensación de orfandad fue progresivamente disminuyendo.
Ginés Castellano,
al micrófono, fue dando paso a testimonios de profesionales y de oyentes,
algunos cargados de inevitable emoción, todos plenos de vitalidad radiofónica
en los que se contrastaba las ganas de seguir trabajando, de continuar sumando
y comunicando. Una queja común: ni siquiera les dejaron despedirse. Sin señal,
o barrado y a negro.
Pues la
concentración, ese programa, fue un canto de dignidad. En directo, desde la
calle. La dignidad a menudo pisoteada, la desesperanza. Lo que significa un
puesto de trabajo. Lo que supone perder el empleo. Los empleados de las dos
cabeceras dieron una lección de dignidad, concentrándose allí, en plena vía,
contando respetuosamente sus cuitas, en demanda de algo, de una explicación, de
un diálogo pendiente que alimente la esperanza de volver a conectar con la que
gente que espera al otro lado.
Dignidad
porque la profesión les duele y su compromiso, con la información, con los
oyentes, con los televidentes, es superior. Fue un programa improvisado, sin
guión ni escaleta. Por eso se acentuó la dignidad, por sentido de la
responsabilidad y porque hay hechos que no merecen pasar inadvertidos cuando
tantas cosas están en juego y sufren trances tan delicados: menor pluralismo
informativo, pérdida del empleo, para resumirlos.
Los
trabajadores dieron una lección de dignidad. Otro empujón a lo que ya es algo
más que un eslógan: sin periodistas, no hay periodismo. Y sufren las
libertades. Y pierde la ciudadanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario