Teresa González
Vi caer sus
ojos
cerca de los
míos,
encendiendo mis
cenizas
cual fuego
abrazador.
Calenté sus
manos
encadenando
su virgen
energía
a mi madre
corazón
Uní con mi
aliento
de su desvanecida
alma
los cristales
rotos
que caían de
desilusión.
Juntas en el
silencio
nos embriagamos en
el sueño
necesitándonos,
nutriéndonos
en un sólo palpitar
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