Salvador García
Llanos
En “San Borondón a
la vista”, la intelectual tacorontera María Rosa Alonso escribe: “La isla más
isla de todas las islas es la inaccesible, la isla a la que nunca se puede
llegar. Isla es parador y tregua en la inmensidad de las aguas pavorosas; es
jalón y remedo de tierra firme. Tierra firme ha sido siempre tierra en serio,
continente y no esa angustia de trozos, fragmentos de verdad, que son las
islas, nunca entrega, siempre engaño que acecha al hombre en alta mar”.
Parador y tregua en
el devenir cotidiano este 30 de mayo con el que reafirmamos la identidad y
conmemoramos nuestro nacimiento como Comunidad Autónoma en la España que abría
sus puertas a la democracia y a los nuevos tiempos para forjar valores y
desplegar al viento las velas de la modernidad. Porque había que superar
incomprensiones y complejos, además de la lejanía y el desdén con que eran
tratadas nuestras peculiaridades. Había -hay- tanto por hacer en este “jalón y
remedo de tierra firme” que casi no otorgamos valor a las cosas y a los logros
que hemos ido cosechando. Porque hace casi cuatro décadas luchábamos para no
ser autónomos de segunda y para no arrastrar las cargas que habíamos heredado,
enredados en rivalidades estériles, a menudo víctimas de intereses
contrapuestos en los que siempre perdían los mismos y tras la que se fraguaba
una visión alicorta del porvenir.
Pero aquella era
una oportunidad que no se podía desaprovechar y Canarias se lanzó en busca de
mejores oportunidades. Quería acabar con desigualdades y hacer de la tierra un
lugar donde coexistir con estabilidad, con respeto y con solidez socieconómica
para afrontar las exigencias de los nuevos tiempos. Así, conocimos la
alternancia en el poder político, llegó el nacionalismo y los partidos de
ámbito estatal entendieron que Canarias no era una asignatura para aprobar en
el último tramo por mucha aplicación que se pusiera en el empeño. La
modernización de los transportes y de las comunicaciones fue decisiva para
entendernos mejor, para movernos con más facilidad y para constatar que se
puede ser canario de las siete islas, sin perder el costumbrismo ni el acervo.
Aunque hay que seguir esmerándose para que la sostenibilidad coadyuve a la
conservación del territorio, al adecuado uso y cuidado de nuestros recursos
naturales y a sobrellevar la carga derivada de nuestro principal sostén
productivo. Conscientes también de que las nuevas oportunidades en todos los
ámbitos formativos eran decisivas para forjar un medio de vida, realizarse
profesionalmente y acceder al mercado laboral.
Entendimos que en
la interlocución con las estructuras europeas hay que hablar con hechos, con
aspiraciones bien fundamentadas y no solo con lamentos o quejas. Eso es
determinante para integrarse y para ganar el respeto, demostrando que se puede
compatibilizar el exotismo con el rigor de otras circunstancias para salir de
episodios y períodos críticos.
En esta fecha,
“parador y tregua” en un nuevo período político, Canarias, con generosas
certezas, se prepara con nuevos recursos de convivencia y progreso (REF y
Estatuto de Autonomía) que la deben hacer una Comunidad dinámica, pujante,
innovadora. A sabiendas de que las soluciones sociosanitarias, energéticas o de
transportes han de ser más satisfactorias. Las aguas que rodean las islas no
tienen que ser pavorosas. El territorio insular, aún fragmentado, el alzamiento
volcánico que describiera Unamuno, o la isla de colores que imaginara Elsa
López, de Pedro Barba a la Punta de la Orchilla, debe ser firme, capaz y
atrayente.
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