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sábado, 27 de agosto de 2016

GABU EL SOÑADOR PARTE (II)

Carlos Freddy Aguilera
 Entonces, “Ayo” comienza a brincar de alegría, con tanta fuerza, que casi da vuelta la canoa.


Al llegar a la población, Gabu y su mascota pudieron ver muchas gentes, los que no les dieron demasiada importancia a su llegada.


Sin perder tiempo, el jovencito pregunta a un hombre de barba muy larga:


-        ¿Es esta la civilización?


El hombre, asombrado, se ríe.   


-         La civilización está muy lejos de acá. Para llegar a ella deberás atravesar la selva, siguiendo esa carretera –continuó mientras señalaba un sendero.


-         ¿Qué es eso?


-         ¡Es un camino! –responde el hombre de la barba larga- ¡Sólo debes caminar por ella y encontrarás lo que buscas niño! –luego de decir estas palabras, el hombre giró hacia el niño y preguntó-  ¿cuál es tu nombre? ¿y el de tu amigo?


-         Me llamo Gabú, señor. Mi amigo se llama Ayo.


-         ¿Dónde pasarán la noche? –replicó el anciano.


-         No sabemos, señor.


-         Quédense en mi casa, tendrán comida y donde descansar. Me llamo Juan –dijo el hombre al tiempo que giraba y se dirigía a su morada.
 
Gabu y Ayo, lo siguieron alegres, ya que habían conseguido donde pernoctar.


Al amanecer del día siguiente, ambos se despiden de Juan, agradeciéndole el haberlos albergado y retoman el camino por la carretera a la civilización.


Cuando el sol estaba alto, ven un camino con un cartel que decía “Centro Espacial del Amazonas”.
 
Como todos sabemos, la curiosidad es muy fuerte, más en los niños. Por eso, Gabu y su amiguito, Ayo, no dudaron en seguir el sendero misterioso. Luego de caminar un largo trecho, llegan a un gran portón sobre el cual descansaba un cartel enorme advirtiendo “NO PASAR”. Sin embargo, los jovencitos hicieron caso omiso a la sugerencia y decidieron treparlo y saltar hacia el otro lado.


Luego de andar un rato, llegaron a un lugar muy extraño, desconocido. Un lugar que ni siquiera imaginaba que existía. Allí se veían edificaciones majestuosas, colores llamativos… pero lo que atrajo la atención de los aventureros, fue una torre súper alta, que sostenía un objeto extraño, similar a una gran canoa de pie. Los chicos no sabían que se trataba, ni más ni menos, que de un cohete.
 
La curiosidad era cada vez más fuerte, Gabu y Ayo querían saber de qué se trataba ese sitio y, por supuesto, esas cosas tan extrañas que había allí. Caminaron lentamente observando cada detalle del entorno, hasta que decidieron entrar en una de las edificaciones. En él pueden ver personas vestidas de manera rara.


-         Que personas más extrañas ¿será esta la civilización? –preguntó Gabu. - Sigámoslos a ver que hacen.


Entonces, de manera sigilosa, comienzan a perseguir a la gente que andaba por el lugar. De repente, en un rincón del cuarto en el cual se hallaban, pueden ver trajes similares a los que llevaban aquellas personas. En eso, Gabú tiene una idea:


-         Si nos vestimos como ellos, no se darán cuenta de que estamos aquí –susurró en el oído a Ayo.


Sin perder tiempo, Gabu se coloca uno de los trajes y ayuda a yo a colocarse el suyo. En medio del apuro, escuchan un ruido cercano. Intentan esconderse, pasando por una puerta, pero ésta se cierra de improviso. La oscuridad era total. Gabu y Ayo demoraron unos minutos en acostumbrar los ojos a la falta de luz. Al cabo de unos minutos, comienzan a divisar unas sillas, las cuales estaban colgadas desde el techo. Cinco segundos después, una voz se escuchó a lo lejos, la cual comienza a contar de manera descendente:


-         10...9…8…7…6…5…4…3…2...


El sitio comenzaba a moverse de un lado a otro, todo temblaba. Los chicos comenzaron a temblar y quisieron pedir socorro, pero en ese mismo instante, un fuerte ruido debajo de sus pies pareció cortarles las piernas.
 
Ayo y Gabu se abrazaron. El niño pensó en su tribu y se enojó con él mismo por desear escapar de ese lugar.


Luego de un lapso no mayor a los diez minutos, regresó la calma, entonces Gabu, se asomó a una ventana para orientarse y regresar. Entonces, su sorpresa fue mayor: ¡las estrellas estaban a su lado!


Continuara…


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