Javier Lima Estévez. Graduado
en Historia por la ULL
El municipio de Garachico
representa un lugar de notables características históricas y patrimoniales. Sin
embargo, se trata de una población que, por múltiples razones, ha sufrido a lo
largo de su trayectoria toda una serie de calamidades sobre su territorio. Sus
habitantes, con gran trabajo y esfuerzo, han logrado sobreponerse a tales
adversidades, ofreciendo la imagen actual de un pueblo que se dispone y
organiza en torno al mar, teniendo como elemento característico su particular
geografía. Canarias ha sido escenario de diversas erupciones, existiendo
registro de múltiples episodios en diferentes localidades. Una de las más
representativas ocurrió en el año 1706 y afectó a Garachico. En la descripción
de Olivia Stone, tras su viaje por las Islas durante seis meses a lo largo de
1883, podemos recrear aquel acontecimiento de la naturaleza: “Se escucharon
roncos sonidos en el subsuelo y el mar comenzó a retirarse de la costa. El Pico
se cubrió de fuego, el aire se llenó de gases de azufre que asfixiaron a los
desgraciados animales y el agua se transformó en vapor, como si de un manantial
caliente se tratase. De repente el suelo tembló y se resquebrajó. En lo alto,
once millas al noroeste del Pico, brotaron de un cráter ríos de lava que se
extendieron sobre la llanura a sus pies. La ciudad de Garachico, cubierta de
lava, despareció completamente. El mar regresó a las costas, cubriendo los
escombros, y las cenizas cubrieron lo que antes había sido Garachico”. Una
erupción que “tuvo particular alcance en sus zonas de medianías, muy afectadas
por la lava, acentuando la emigración”, tal y como recuerda el profesor
universitario, Manuel Hernández González, en su obra Tenerife. Patrimonio
Histórico y Cultural. El puerto de Garachico, que rivalizó con el de Santa Cruz
de Tenerife y posteriormente con el Puerto de la Cruz, perdió su esplendor tras
ese suceso. En la misma obra, el profesor Hernández González matiza que la
erupción de 1706 no fue el punto de ruptura de la hegemonía, sencillamente “lo
que hizo fue acelerar su decadencia”. A ese hecho podríamos unir toda una serie
de circunstancias económicas, políticas y sociales, que enlazan con las
características del siglo XVIII, siglo en el que se experimenta una notable
decadencia en el sector vinícola, a la par que se desarrolla la Guerra de
Sucesión Española (1701-1714), generando toda una serie de consecuencias respecto
a las relaciones canarias con Gran Bretaña.
Sin embargo, los
garachiquenses no perdieron la ilusión y tras ese fatídico acontecimiento,
realizaron múltiples intentos con la finalidad de lograr recuperar el esplendor
de aquel puerto de gran y fecunda actividad comercial. Los inevitables
problemas económicos y la presencia de unos medios limitados, derivaron en unas
mejoras lentas que no proporcionaron los resultados esperados. Tras los
trabajos de 1737 y 1741, se lograría habilitar el puerto de Garachico para el
tráfico local y, a partir del 21 de octubre de 1820, en base de un acuerdo de
la Diputación Provincial para la exportación. Además, en los últimos años del
siglo XIX se ordenaron obras de aumento y de mejora del muelle, según datos
publicados por el profesor universitario, historiador y escritor Alejandro
Cioranescu, en su obra Garachico.
En el año 2016 se cumplen 310
años de un acontecimiento que, sin ser determinante, marcó un punto de
inflexión la historia de Garachico. Una erupción que se recuerda como un
acontecimiento imborrable dentro de la trayectoria de la destacada Villa y
Puerto, recordada por Alejandro Cioranescu como “una Pompeya canaria”.
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