Evaristo Fuentes Melián
Algunos de mis contertulios digitales—de un extremo al otro extremo del espectro político—a
raíz del 26 J me dicen cosas como éstas. Por un extremo:
“No me extrañaría nada que hubiera habido pucherazo, pero
imaginemos que el recuento hubiese sido limpio. Aun así, unas elecciones donde
la ley electoral es un fraude, la separación de poderes no existe y no te dejan
elegir libremente nada sin que medie un partido con una lista previa que te
dice ya a quién votar, todo eso es ya un pucherazo sideral antes de que se
abran los colegios para votar.”
Y por el otro extremo me comunican esto:
“La mayoría votó miedo a que pudieran gobernar los de la
coleta y las rastas. Todo el que tiene algo de patrimonio es lógico que no
quiera que unos iluminados vengan a quitarle el bienestar de sus hijos. Los
liberales pueden mejorarse, los extremistas de izquierda, no.”
Y digo yo: El fracaso de Podemos con su bajón en las urnas
el 26 J nos lleva a pensar que el movimiento 15 M y la consiguiente
parafernalia han sido borrados del mapa, se fueron al ‘carallo’.
Lamentablemente no habrá Toma de La Bastilla, ni metafórica ni real, tal como
pronosticaron algunos ilusionados, ni nada que se le pueda parecer. Habrá que
seguir tomándose la pastilla (con P de prostituta) para conciliar la pesadilla
de cada noche. El sueño feliz de un cambio verdadero, como pudiera ser el final
y la desaparición de la parasitaria banca mundial y sus ahijados y
ramificaciones en paraísos fiscales, se fue a hacer ‘pugnetas’. Habrá que
esperar mejor ocasión.
Lo siento.
Espectador
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