Salvador García Llanos
La reordenación de las líneas y frecuencias de TITSA en
la vertiente norte de la isla deja insatisfechos a todos. Algunos alcaldes han
expresado abiertamente sus discrepancias, representantes sindicales también
afirman que las cosas no se han hecho bien de modo que hasta dudan de la
viabilidad económica y logística de la medida y algunos usuarios se quejan...
pero tragan: ya saben de la resignación isleña.
Hasta se ha terminado hablando de “presión política”
para criticar esta reestructuración que tiene un lado, el de los recursos
humanos, bastante controvertido. Se da por hecho que los responsables habrán
estudiado a fondo las opciones de redistribución de efectivos, medidas
compensatorias y contrataciones excepcionales por la vía de urgencia pero lo
cierto es que se escuchan voces de incertidumbre y protesta.
En una información periodística que cita fuentes
sindicales, a propósito de la “presión política”, se señala que es grave lo que
pueda ocurrir tras las elecciones autonómicas y locales del próximo mes de mayo
pues “la red norte se dejaría aparcada de nuevo porque no es viable. Es un
derroche preelectoral y que nosotros pagaremos más tarde. Ya lo hicieron en
2012 y lo pagaron los trabajadores con un ERTE que costó cinco millones de
euros al año durante cuatro años”.
Los ediles, claro, escuchando las quejas de los vecinos
y lamentando, a su vez, que no hubiera reuniones previas para conocer mejor el
alcance de las variaciones. Fueron invitados, eso sí, a los actos de
presentación. Algunos declinaron su asistencia y la mayoría de los consultados
están en desacuerdo.
El caso es que, en plena ebullición del descontento por
las colas y tapones, cuando se pone de manifiesto que las carreteras del norte
son manifiestamente insuficientes para absorber el tráfico de un parque
automovilístico que no para de crecer, las intenciones del Cabildo para
potenciar el transporte público y paliar las deficiencias en movilidad por
carretera, la reordenación de TITSA -resignación incluida- empieza a ser muy
contestada. Habrá que dar un tiempo, ciertamente, para ver cómo se desenvuelven
los usuarios y, sobre todo, si las modificaciones operadas surten efectos
positivos y aquéllos los notan. No parece, ahora mismo, que ese sea el destino,
entre líneas que desaparecen, frecuencias que se revisan, paradas que se suprimen y reajustes en los trayectos. La
gente teme, sencillamente, que las cosas empeoren, que haya opciones todavía
más incómodas y que, en definitiva, sigan llegando tarde. Intentarán, claro,
que una buena campaña publicitaria calme los ánimos y persuada, fomentando la
resignación, de las bondades del sistema.
Entonces, parafraseeemos al poeta y confiemos en que un
día habrá una isla que no sea atasco vial permanente.
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