Salvador
García Llanos
Las
derechas se encaminan hacia la gobernación de Andalucía. No se lo esperaban,
pero las urnas hablaron y la oportunidad de desbancar a los socialistas del
poder no la iban a desaprovechar.
Costará lo que costará, cueste lo que cueste:
ya habrá tiempo de dirimir y de limar asperezas, incluso con los ultras, a los
que, por su bien, hay que domesticar, con permiso del poeta.
Tendrán que
cultivar la alianza. Y como todo estreno, habrá días de vino y rosas, pan de la
boda, decisiones estratégicas en busca de eficacia, recelos y zozobras, cien
días, mensajes triunfalistas, dudas, impulsos, doctrina de cambio político,
escenarios idílicos donde antes se palpaba la catástrofe, testimonios de
admiración al pueblo andaluz que hasta hace poco eran lo contrario... Antes
derroche, ahora inversión.
A priori,
no será fácil esa gobernación; pero hay que conceder los márgenes
correspondientes. Porque se abre un nuevo ciclo y el tiempo es una baza
importante. Que tengan presente que el victimismo, en todas sus modalidades de
justificación, inexperiencia y disculpas, es un factor que se agota. Que recuerden
una palabra que servía de bandera o estandarte: regeneración. A favor del
pacto, el derecho mediático cada vez más ansioso y que no dudará en utilizar el
inédito escenario para catapultarlo al ámbito nacional, donde las heridas de
una censura legítima no terminan de cicatrizar y menos si algunas medidas del
ejecutivo cuajan y abren expectativas de credibilidad o confianza.
Hacia la
gobernación, pues, con hechos para contrastar: cuando se anunció, un ejemplo,
por el Gobierno de Sánchez que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI)
ascendería a 900 euros, removieron la CEOE y hasta el Fondo Monetario
Internacional (FMI), poco menos que el apocalipsis, acento de Pablo Casado
incluido al posicionarse en contra desde la tribuna parlamentaria. Y cuando se
ha sabido que la primera medida del pacto de las derechas andaluzas era
incrementar las retribuciones de los altos cargos un 50 %, la tibieza de la
respuesta, al menos la circulante en redes sociales, ha sido bastante notable.
Por supuesto, los cimientos de la CEOE y del FMI no han temblado. Y se ve que
en la aflicción causada por la pérdida del poder apenas ha dejado margen para
la reacción, incluso entre quienes militando en la misma formación bien que se
enzarzaron no hace muchos meses en una pugna personalista sin cuartel. O que
han estado muy ocupados con el tránsito y los preparativos para la travesía del
desierto.
El pacto
hará ver que fuera hace mucho frío y que, para recuperar, además de obrar sin
prisa y sin pausa, es necesario desilusionar desde la el respeto a los
liderazgos y la unidad de acción. Aunque sirvan en bandeja las primeras
contradicciones.
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