Lorenzo de Ara
Si callas, fracasas. No calles. No dejes que los
mediocres puedan contigo. No hagas doblez intelectual ni practiques la
genuflexión ante el poderoso. Mucho menos consientas en dar un paso atrás para
no incomodar a quienes apenas piensan o sencillamente parasitan en esta vida.
Puerto de la Cruz es una ciudad tan pequeña y al
mismo tiempo tan infinita, que todo gobierno termina siendo aplastado por esa
realidad que no se observa en ningún otro municipio de Tenerife.
Si en menos de nueve quilómetros cuadrados se
congregan a menudo hasta 100 mil almas consumidoras, ajetreadas, laboriosas y quisquillosas, pero solo algo
más de 30.000 tienen la certificación de ser portuenses con profundas raíces,
se comprende que esta ciudad/pueblo es la más difícil de gobernar de todas
cuantas se reparten por la Isla.
Criticar al concejal es la cosa más sencilla que
hoy puede hacer el diletante. Carece de capacidad para dar el salto y
presentarse en una plancha electoral. Ante la realidad que le inhabilita para
ganarse la confianza de amigos y vecinos en general, recurre a las redes
sociales con el fin de ventilar sus magistrales consejos para la mejor
gobernanza del Puerto de la Cruz.
Pero tú no formas parte de esos cabestros
jubilados, vagos, iletrados, fracasados de la
vida que porrean el teclado del ordenador y publican fotos de agujeros y
rabos de gato, aseguran que nuestro Puerto de la Cruz es un caos, y el gobierno
conformado por PP-CC, presidido por Lope Afonso, lo peor que ha pasado por el
Ayuntamiento.
Tú, respetado amigo, no ostentas la verdad
absoluta. Y eres perfectamente consciente de que esa supuesta virtud solo está
arraigada en los consumados mentirosos. Tú, por el contrario, eres portador de
la más virtuosa herramienta que puede tener un hombre: la conciencia tranquila.
No calles, pues. No cedas un milímetro. No
transijas. Ya sea en el mercado, en la plaza, en el muelle, en las redes
sociales, en una charla informar con el
que firma esta columna. Sé siempre el más firme defensor de tu castillo.
Puerto de la Cruz tiene demasiadas voces que nunca
aprendieron las bondades de la humildad.
Y también tiene voces autorizadas que se equivocan
y aciertan, pero por lo menos enseñan un fogonazo de honestidad en sus
críticas.
“La verdadera sabiduría está en reconocer la
propia ignorancia”, sentenció Aristóteles hace más de dos mil años. Doy gracias
a Dios por retener esa verdad en mi cabeza desde hace largo tiempo.
Puerto de la Cruz es una ciudad pequeña, pero
grande e ambiciones y en hechos gloriosos. De ella sin embargo hablan quienes
desconocen que se ahogan en el desconocimiento.
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