Evaristo Fuentes Melián
Luis Mardones Sevilla acaba de fallecer. Tengo un
recuerdo como empleado de la Unidad Técnica del Ministerio de Educación,
Delegación de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. En plena transición del
franquismo a la democracia, por 1977, fue nombrado Luis Mardones gobernador
civil de esta provincia. Todos los empleados de la referida Delegación fuimos
poco menos que obligados a asistir al acto de nombramiento, en el Gobierno
Civil, sito entonces en la calle Méndez Núñez, en el edificio que, según algunas
autorizadas opiniones posteriores, debería ser demolido para ubicar y emplazar
la plaza (valga la redundancia) del Ayuntamiento capitalino, que es de los
pocos de toda España que no tiene plaza como es debido.
La Comunidad Autónoma era todavía un bosquejo, que, para
bien o para mal, tardaría media docena
de años en hacerse realidad.
Pues bien. Fuimos
todos. Las féminas con sus mejores vestidos y alguna joya y los varones con el
mejor terno y con corbata, en un día recuerdo que caluroso como suelen ser los
del chicharro.
Y presenciamos muy satisfechos y serios la proclamación y
presentación de Luis Mardones como gobernador civil de esta provincia, con sus
palabras de agradecimiento como colofón.
Como verán mis lectores, no es mi intención hablar sobre
la biografía del extinto, cuya vida política la acaban de contar a la
perfección destacadas e ilustres plumas tinerfeñas. Yo quería solamente hacer
hincapié en que las cosas han cambiado, ahora nadie va a los nombramientos
políticos, al menos no es obligatorio, lo cual dejo a la consideración de mis
lectores, si ‘eso’ es bueno o es malo. Yo creo que lo segundo…
Espectador
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