Teresa González
Emigraron
mortíferos enjambres de auroras
el día que sombras
las palabras más no fueron
Quemó una llama
el silencio del zanate
que hoy canta enamorado
en la taberna de mi voz.
No cesará la lluvia
de cometas danzarines
sobre un océano
de naufragios y olvidos
donde reman todos
hechizados por su estrella;
aquella,
de bejucos
encadenados a su ánima
creadora en la crianza
progresiva de su aura.
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