Agustín de Armas Hernández
Fundar una nueva congregación de misioneros, bullía en la
mente de varios religiosos catalanes. Y, así fue que, en el año 1849, vio por primera
vez la luz esa tan ansiada organización religiosa. Se fundó en la ciudad
catalana de Vich. Y, llevaría por nombre: “Hijos del Sagrado Corazón de María”.
El alma de esta fundación religiosa fue el Padre Antonio María Claret, y, con Espíritu
de Dios y tesón de sus componentes, se extendería por varios pueblos y ciudades
del mundo.
La idea era esa precisamente, propagarse, para de esa
forma llevar la palabra de Cristo a todas las almas, rescatarlas del pecado y
de la muerte, ofreciéndoselas a Dios, que es verdad y vida.
En la segunda década del siglo XX, esos misioneros del
Corazón de María, se establecieron en él, aquel entonces, recoleto y pintoresco
pueblito llamado Puerto de la Cruz. (Antes Puerto de Orotava). Concretamente,
el 5 de mayo de 1918. Siendo su primer superior, el R. P. Antolín S. Fernández
Martínez de Azagra (uno de los oradores más elocuentes que han pasado por
Canarias, versado en temas sagrados).
Con el padre Martínez se incorporaron a esta misión portuense, un
pequeño grupo de entusiastas religiosos ansiosos de enseñar y propagar el bien
y lo bueno a todos los niños y mayores del Puerto de la Cruz; creyentes, o no.
Mas tarde se agregaron, a los ya existentes, otros nuevos
hermanos misioneros que aumentaron las posibilidades misioneras y, también, la
de los alumnos que recibían clases en ese centro religioso.
Recordemos algunos nombres de estos hermanos religiosos
del Sagrado Corazón de María que pasaron por el Puerto de la Cruz haciendo el
bien, sembrando la semilla del saber y, mostrándonos, el único camino que conduce
a la verdadera vida, la Eterna y, que, según mi amigo Melecio Hernández Pérez
(escritor e historiador), "aunque hayan transcurrido muchos años, aún
viven en la memoria colectiva de nuestro pueblo". Veámoslo: Esteban Belascoain, Ignacio Muro,
Ceferino, Eugenio, Cipriano Sanmartín. Antonio
Ibáñez, Fidel Dartilán, De la Vega y otros. Pero, es al R. P. Octaviano de la
Vega, (uno de los escritores y poeta del grupo de monjes que vinieron al Puerto
de la Cruz), al que quiero traer a
este, mi humilde, escrito por ser el autor de uno de los poemas más bonitos,
(junto a otro que escribió D. Luis Gálvez
Monrreal), que se han dedicado a la hoy Ciudad Turística de Canarias, y, de
seguro, excepto las personas mayores, no lo
han leído ni oído los más jóvenes,
ni siquera en los colegios.
Recordémoslo y deleitémonos leyéndolo en su totalidad:
“AL PURTO DE LA CRUZ”
El Valle duerme entre brumas,
la niebla en los montes flota,
y, como blanca gaviota,
el aire seca sus plumas.
De entre las bravas espumas
del mar, radiante
la luz,
surge el Puerto de la Cruz,
ostentando el atavío
de su blanco caserío,
como un cortijo andaluz.
Pueblo de emociones hondas,
se adelanta mar adentro,
como saliendo al encuentro
de las encrespadas
hondas.
Arrullado por las frondas
y las brisas, se estremece,
y desde lejos parece
una góndola de flores
que entre luces y colores
sobre la espuma se mece.
El Valle de La Orotava
se dilata ante su vista,
como el sueño de un artista
desde Izaña a Punta Brava.
El Teide, de hirviente lava,
se dibuja en el confín,
y la rosa y el jazmín,
que bordan su
platanera,
hacen en la primavera
de todo el Puerto un jardín.
Jardín que, para invernar,
cierra su escaso horizonte
entre la nieve del
monte
y entre la espuma del mar.
Las nubes, al resbalar
sobre su atmósfera rosa,
son cual guedejas de gasa
que, en sus nocturnas salidas,
dejan la Luna prendida
por los montes donde pasa.
Y aunque la bruma sombría,
como pesada techumbre,
se extiende desde la cumbre
hasta la costa bravía,
y en la fosca lejanía
no luzca su tornasol
ni el iris ni el arrebol
logre disipar las nieblas
a través de las tinieblas...
en el Puerto siempre hay sol.
Siempre hay sol, y por la calma
de su atmósfera radiante,
es un bálsamo sedante
para el cuerpo y para el alma.
Toda enfermedad se calma
en este clima ideal...
que Dios, por gracia especial,
dejó en el Puerto escondido,
casi un rincón del perdido,
Paraíso Terrenal.
Autor: R. P.
Octaciona de la Vega:
Posdata: Apuntes
tomados de un artículo de Melecio Hernández Pérez, publicado en las páginas
37/49 de la Revista Ciencias y Humanidades del I.E.H.C. N.º 2/ Julio-diciembre. 2000
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