Víctor Yanes
Los triunfadores, los más que probables idiotas en la resistencia,
los bellos narcisistas impartiendo lecciones de justicia y los que no queremos
ser arrastrados por el río violento de la estupidez.
La necesidad de proponer
lecturas, lecturas diferentes, raras si se quiere. Proponer leer y proponer
escuchar, propuestas ambas, incomprensiblemente desatendidas. En cambio, se
impone una inquietante ola de desperdicios procedente de todas las falsas
doctrinas que defienden la persistencia, 24 horas al día, del monotrema de una
agotadora cultura del entretenimiento y la prisa, porque la vida, según
defiende buena parte del farragoso pensamiento positivo de escaparate, es un
experimento que se alimenta de recetas prácticas de difícil digestión o de la
aparición salvadora de un buen coach que presenta, públicamente, su muestrario “embellecido”
de las más variadas estupideces, como por ejemplo, que la vida debe ser un
acontecimiento casi divertido, que desear y querer es siempre poder (así de
simple) o que la existencia (la tuya, la mía, la de todos) debe ser un show o
una carrera de fondo en la que, por supuesto, está terminantemente prohibido
desfallecer, enfermarse, expresar física o verbalmente el cansancio. El éxito significa
ser el mejor, no fallar y si fallas, ya que persigues convertirte en triunfador
y habrás aprendido las sucias maniobras de un excelente manipulador, señalarás
a los otros como responsables de tus humanas torpezas.
La necesidad de parar, de
aprender a escuchar, de sentir la respiración, de quedarnos quietos de una
puñetera vez, de proponer escuchar, viajando mucho más allá de nuestra
brillantísima insignificancia. Es urgente hacer algo antes de que el narcisismo
termine por fragmentar nuestra identidad. El narcisismo extrae la sangre
caliente y circulante de nuestra inteligencia y, en consecuencia, nos seca, nos
envilece.
Para ser un triunfador, es
pertinente un alto grado de autoexigencia, alterar, si es preciso, las
necesidades biológicas, principalmente la del sueño, ya que es de primero de
aprendiz de triunfador, saber que dormir es una imperdonable pérdida de tiempo.
Si te levantas pasadas las ocho y media de la mañana, tendrás que asumir las
consecuencias de tu fracaso como ser humano.
Desperté y vi que el mundo era
un puño cerrado e iracundo. Aquí, en el planeta tierra, me he vuelto un loco
repentino o igual es que yo vivía en otra realidad paralela o me estaba
resistiendo a pertenecer al gran rebaño, en el que hasta mis congéneres amados que
dicen trabajar para que la existencia de las personas sea menos árida y más
justa, también empiezan a transformarse en bellísimos narcisos idiotas.
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