Lorenzo de Ara
Leyendo a Jorge Bustos recuerdo lo que soporta el
currante en el puesto de trabajo cuando se sientan a la mesa los pazguatos que
de nada saben, pero de todo hablan. No es que se defiendan nadando como perros
en el agua infectada de la política local, es que además (bendita pero
peligrosa libertad de expresión) torean en plazas de primera ante asuntos que
van más allá. No tienen reparo si lo que toca es analizar las consecuencias del
Brexit, Gibraltar, la Unión Europea, los intereses estratégicos y comerciales
que convierten en un imposible vetar a Arabia Saudí, la guerra al descubierto
de Rusia contra Occidente mediante la compra de troyanos en el ciberespacio, el
lenguaje inclusivo, la corrupción del Partido de los Trabajadores en Brasil,
Trump, el antisemitismo galopante y cobarde de gran parte de la izquierda
española y europea, la dictadura económica y política de China como nueva
superpotencia, etc.
Ese trabajador del que hablo (perdón) soy yo.
Todos los días, de lunes a viernes.
Ante el micrófono de una radio veo pasar a gente indocta,
con el pensamiento inerte y el localismo como asidero para vivir de la política
sin dar palo al agua. Y luego los otros, frívolos y osados que, por no callar y
disfrutar de la jubilación, se comen el micro, aburriendo a las moscas; o esos
otros que siempre tienen algo que narrar para aparentar que son yoes con algo
que aportar a la sociedad, siempre bueno, bonito, barato, progresista,
feminista y, como bien apunta Luis Ventoso, “exhumador”.
Cuán aburrido y asqueado estoy del micrófono. No del
periodismo que leo a diario, con noticias y análisis que de verdad me preocupan
y ocupan.
Asqueado estoy de levantarme para yacer (es la palabra
exacta) y malvivir dando voz a quienes no merecen ni un segundo de mi vida. Y
todo lo hago para no estar en la lista del paro.
El periodismo basura que practico es dañino para la
salud.
Más reconfortante es injuriar, mentir o mofarse en las
redes sociales. Pero hacer radio en este norte es un martirio.
Por solo unos cochinos 800 euros al mes dejaría de
ejercitar mañana mismo esta profesión que me corroe.
No quiero micrófonos, no quiero programas de radio, no
quiero políticos a mi lado, no quiero botafumeiros echando humo para embobar y
sacar pecho.
Por 800 euros al mes no sería libre, lo sé, pero quizás
necesitaría pasar menos veces por la ducha.
Además, sería justamente lo que me llevo por ser un
esclavo de lo que hoy más odio, tener que ponerme delante de un micrófono.
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