Evaristo Fuentes Melián
En la serie de
entrevistas de alta calidad, que cada año se repite en la sede central de Caja
Canarias de Santa Cruz de Tenerife, el pasado viernes 23 N tuve la oportunidad
(siempre difícil de alcanzar para quienes vivimos en el Norte de Tenerife, con ese
tapón sempiterno mal llamado autopista) de ver y oír a Almudena Grandes y a Luis García Montero.
Soy un fan--declarado o sin declarar-- de Almudena en sus artículos lunáticos
(de los lunes) del periodo El País. Me gustan, y en especial su tendencia a la
izquierda de dios padre (Estado Español);
siempre pone los puntos sobre las
íes, y el acento donde hay que ponerlo (metáfora). Condujo el programa Pilar
García Padilla, muy sensata y siempre adecuada a cada momento del diálogo, sin
molestar, como en las buenas amistades, sin que nada sobre ni nada falte. En un
silencio vigilante estaba Fernando G. Delgado, pionero en estos diálogos de
Cajacanarias.
Luis García
Montero, un comunicador veterano compañero sentimental de Almudena, expresó
haber sentido una cierta decepción
cuando, afiliado al Partido Comunista, aún calentito el franquismo, fue
invitado a visitar Praga, y encontró que allí también la policía perseguía a
porrazos a los disidentes, mientras que había grupos folklóricos ensayando por
las tardes. O sea: era lo mismo que había visto en España, la policía
franquista persiguiendo a porrazos a estudiantes díscolos, y, simultáneamente,
grupos folklóricos de la Sección Femenina en actuaciones programadas.
Ambos
tertulianos, Almudena y Luis, dejaron bien claro que nuestra generación
(sesentones) fue la mejor de la historia de España en el nivel económico y
social alcanzado. Pero que ahora, después de la crisis iniciada en 2007, la
cosa va a peor. Las nuevas generaciones treintañeras retroceden en calidad de
vida, en eso que llamamos ‘estado del bienestar’. Quedó claro que ya no hay trincheras, ya no
hay organizaciones bien pertrechadas de argumentos para combatir a los que
mandan en esta sociedad capitalista que nos avasalla.
De las preguntas
del final, me gustó la de un joven sobre la culpa que habrá tenido su
generación (la de Almudena y Luis) para que ‘esto’ vaya a peor. Almudena se
sacudió toda responsabilidad y abrió un camino de escape, diciendo que por
encima de todos nosotros hay unos poderes, ocultos o no, que son los que
mangonean el cotarro.
Doy las gracias
a Almudena y a Luis, y por supuesto a Pilar, moderadora que merece al menos un
notable. Con el colofón de Fernando G. Delgado, que rogó al respetable que las
preguntas fueran cortas, porque la gente quiere ir a cenar…
Espectador
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