Evaristo Fuentes Melián
El Tanque es un municipio del Norte, uno de los tres
ayuntamientos que no tienen mar en Tenerife. Llega muy cerca de la costa, pero,
¡oh manes del destino!, Garachico, primigenio Puerto de la Isla, se la
arrebata, digamos que subrepticiamente. El Tanque tiene solamente olor
marinero, como cuando los de la Villa orotavense íbamos de niños a bañarnos a
la playa de Martiánez del Puerto de la Cruz, y ya a la altura del Jardín
Botánico olíamos el musgo de algas marinas, componente ‘sine qua non’ del casi
siempre impetuoso oleaje.
Los otros dos municipios tinerfeños que no tiene mar son
Tegueste y Vilaflor. Tegueste es un pegote, como un visitante entrometido, en
la zona costera lagunera. Tegueste junto con Valle Guerra, Tejina, Bajamar y
Punta Hidalgo debería formar otro ayuntamiento mayor, distinto de San Cristóbal
de La Laguna. Ese grupo de enclaves entre lo rural y lo urbano forma la parte
baja que geográfica, topográfica y climáticamente constituye distinto conjunto
vivencial, separado de hecho de una urbe cóncava y de cota superior que es la
auténtica Laguna, Ciudad Universitaria, con sus humedades freáticas eternas. La
Laguna debería constituir un municipio único y singular.
Y, ¿qué decir de Vilaflor? Pues que hay que dejarla como
está, inasequible a cualquier intento de modificación. Subiendo desde
Granadilla al anochecer, por su serpenteante carretera, he visto las mejores
panorámicas de la luna llena entre pinares, con el montículo de ‘El Sombrerito’
saludando a la entrada de Las Cañadas del Teide por Boca Tauce, y algunas de
las otras islas dibujando su silueta en un límpido horizonte.
Lo dicho: a Vilaflor dejémosla como está,
paisajísticamente ensoñadora.
Espectador
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