Evaristo Fuentes Melián
Las anomalías sexuales componen la base argumental
de la película Tamaño natural (Berlanga, Azcona, Piccoli y su muñeca, con el aditamento
secundario de algunos actores españoles de aquel momento, 1973). La trama
discurre a través de las apetencias de un fulano que, hastiado de su matrimonio
y de prostitutas, se las entiende con una muñeca inflable ‘ad hoc’ de tamaño
natural. El filme está ambientado en el París de los años sesenta, cuando en la
Europa del Mercado Común pululaba un millón de españolitos emigrantes.
El protagonista, encasillado en la alta burguesía
parisina, de profesión dentista, mantiene conversaciones constantes con su
‘partenaire’, la muñeca. Hay una frase antológica cuando le pregunta: “¿sabes
la diferencia entre un tejido celular (mujer de carne y hueso) y el poliuretano
(la muñeca)? Que el tejido celular es
caprichoso y ¡siempre quiere un yate!”.
Esta película, fabricada en tiempos de censura
(1973), se estrenó en España varios años después, cuando ya había perdido el
valor y la frescura de lo inmediato.
El final es morbosamente apoteósico: una sarta de
españoles en el exilio invade materialmente la casa del protagonista, mancillan
su habitáculo, se apoderan de la muñeca y practican toda clase de aberraciones,
instalándose en una especie de escandaloso tablao flamenco. Este final nada
feliz, es intrínsecamente una crítica acerva a la sociedad española de aquel
momento.
La muñeca terminará ‘cadáver’ flotando en el Sena,
con unos planos largos de la torre Eiffel y su entorno, acabando así un filme
tan extravagante como incomprendido cuando se estrenó en España. Y no solo en
España; en Italia, los avanzados grupos feministas llegaron a considerarla su
enemiga, por su mensaje contra la mujer, cuando en realidad es todo lo
contrario. En los EEUU se exhibió como película porno, en salas muy
minoritarias.
La procacidad del filme, culmina con la secuencia
de una supuesta felación de la muñeca a Piccoli, acompañada con la música de
fondo del vals Danubio azul. De esta manera, rompe definitivamente todos los
esquemas moralizantes.
Espectador
No hay comentarios:
Publicar un comentario