Jerónimo David
Álvarez García
Publicado en La
Prensa, EL DÍA, el sábado 24 de marzo de 2018
La
Semana Santa conmemora la Pasión y Muerte de Cristo. La Pascua de Resurrección
implica un paso o renacimiento: de la Naturaleza, del espíritu, del nuevo
hombre o de nueva vida. A esa semana religiosa anteceden la Cuaresma, que a su
esencia preparatoria: ayuno, disciplinas e interiorización, aúna la visión
antropológica, que la califica como periodo de racionalización de los recursos
alimenticios al final del invierno. A ese tiempo precede el Carnaval, previo al
Miércoles de Ceniza, fiesta pagana que se remonta a las Saturnales Romanas, al
coincidir en fecha e identidad del desenfreno popular. Estos festejos han existido a lo largo de la
Historia, alternando épocas de prohibición y permisividad, como resultó en las Fiestas
de Invierno del Franquismo en Canarias. La Semana Mayor florecerá en
Canarias tras la Conquista y configuró su idiosincrasia en los siguientes
siglos, con aportes culturales europeos. Esto no impidió que incluso a
principios del siglo XIX, la burguesía local instaurase nuevas procesiones o
florecieran centros de producción artística religiosa.
El
devenir histórico de Realejo Alto en 1936, queda enmarcado en las alcaldías de
Manuel Espinosa, Francisco Morales y Manuel Hernández. En el municipio,
condicionado por la convulsa coyuntura político-social nacional, no
acontecieron actos anticlericales dignos de reseñar durante la Semana Santa,[1]
ni en otros momentos de esa etapa política. La Parroquia de Santiago estaba
regentada por un célebre personaje, Don Carlos Delgado Delgado,[2]
quien legó un interesante texto sobre esa celebración y otros cultos anuales de
la parroquia; he aquí la fuente de estudio.[3].
La transcripción parcial y adaptada del documento,[4] se inicia con la Semana de Pasión: el jueves previo
al Viernes de Dolores, “al toque de las 12 a las oraciones de este día, se
darán sendos repiques con todas las campanas anunciando la fiesta del día
siguiente. El Viernes de Dolores al toque del alba de este día,
se repiten los repiques en la misma forma del día anterior. A las horas
ordinarias de los días feriados se canta la misa en la Capilla del Sr. Difunto,[5]
donde se encontrarán previamente, los tronos de la Virgen Dolorosa y el
Evangelista, colocados respectivamente a derecha e izquierda del altar. Por la
noche, los oficios se cambian por el “Nombre de la Virgen” en lugar del “Nombre
del Señor”, que se canta los Viernes de Cuaresma, guardando el mismo orden de
ceremonias que allí se estableció. En lugar del “Miserere” que se canta en
último lugar, se canta alguna
estrofa del “Stabat Mater”,
terminando con el “ora pro nobis Virgo Dolorosissima” y después la oración
“Deus in cuius Passione”. Así, terminaban los cultos.
Domingo de Ramos. La
primera misa se celebraba a la misma
hora que los otros domingos del año y a las 10 de la mañana comenzaba al canto de Tercia y
Asperges, (la mayoría de las preces citadas en el texto se mantienen actualmente,
pero el lector debe considerar que se han eliminado el latín y las formas
litúrgicas, tras la aplicación del Concilio Vaticano II). Después de estos
cantos se procedía a la bendición de palmas y olivos y se cubría con el velo
corrido, el altar mayor donde se celebra el culto, (descubriéndose al terminar
la bendición y antes de repartir las palmas). El preste distribuía los ramos
comenzando por los ministros. Luego entonaba el “Procedamus in pace” y
organizaba la procesión, que partía del altar mayor por el lado izquierdo, nave
de la epístola, para salir por la puerta de ese lado. Al llegar a la puerta
mayor se detenía para realizar las ceremonias que marcaba el Ritual, (entre las
que destacaba el acto de tocar la puerta mayor con la fusta de la manga tres
veces, al abrirse ésta entraban los fieles en el templo). Una vez dentro se
celebraba la misa propia del día. Nos advierte el texto, que por la
noche, a la hora señalada, se canta en el templo parroquial el Nombre de la
Virgen, encontrándose ya colocadas a los lados del presbiterio, las
imágenes de la Dolorosa a la derecha y San Juan Evangelista[6]
a la izquierda. Tradicionalmente, los más jóvenes portaban este último
paso como estreno, o en prueba, para tronos de mayor porte que eran llevados
por la Hermandad del Santísimo y devotos en general.
Reanudamos la
lectura del texto: “se observan las mismas ceremonias que se mencionaron
para los cultos de los Domingos de Cuaresma, cambiando los salmos y las
oraciones que son las propias del día. Terminado el canto del “Nombre”, se
procede al sermón y terminado éste, se organiza la procesión”. El sacerdote
con estola y pluvial blancos entona en el altar mayor el “Procedamus in
pace” y sale la procesión; por el lado del Evangelio la Dolorosa y el Evangelista
por el de la Epístola, para salir por la puerta mayor por la parte superior de
la Plaza Viera y Clavijo y entrar en la calle de este mismo nombre,[7]
por donde se sigue hasta el punto llamado “Alhóndiga”. El regreso acaecía
por la misma calle y zona baja de la plaza, entrando en el templo por la nave
de la Epístola, (la plaza se extendía a nivel de la calle, pues no se había
desnivelado, como sucedió en las actuaciones urbanísticas del siglo pasado,
citadas arriba). Prosigue el texto: al ser colocadas de nuevo las
imágenes en sus respectivos tronos, se cantaba una estrofa del “Stabat
Mater” con su correspondiente versículo, a continuación, frente al trono de la
Dolorosa se entona la oración “Deus in cuius Passione”. Concluyendo y
retirándose los oficiantes a la sacristía.
Observamos por esta fuente, como el Lunes Santo los ritos
matutinos emulaban a los días ordinarios, pero se suprimía la procesión de
ánimas[8]
hasta la octava de Pascua. De igual manera sucedía en la mañana del Martes
Santo, excepto la procesión de tarde que se organizaba a las 7.30 horas, “para
trasladar la imagen del Sr. Difunto[9]
desde su capilla a la ermita de San Benito,[10]
en la forma siguiente: puesto el párroco sin estola ni roquete, de rodillas
ante la urna ya preparada en la Capilla, empieza el rezo del Santo Rosario o
Tercio y enseguida sale la procesión privada por la parte superior de la Plaza
de Viera y Clavijo, a tomar la llamada 2Avenida de Fermín Galán y Carretera,
(actual Avenida los Remedios), hasta llegar a San Benito. En el trayecto
se rezaba el Tercio, Letanía Lauretana y preces de costumbre y al llegar la
procesión a la ermita, se colocaba el trono en el lugar preparado al efecto y
se rezaba el credo. Pronunciado el sermón de feria, se cantaba de rodillas ante
la urna el “Miserere”. Al terminar ese salmo se cantaba el versículo “Adoramus
te Christe” y la oración “Respice Quaesumus”, finalizando los
cultos. El Señor Difunto permanecía en la ermita de San Benito hasta el Viernes
Santo, cuando regresaba a la Parroquia, conforme
se dirá.
Para los cultos del Miércoles Santo se aporta
este relato: a “las 8 de la mañana se da comienzo a la misa cantada
estando el altar mayor, donde se dice esta misa, cubierto por el velo blanco.
Cuando se leen o cantan en la “Passio” las palabras ”Haec dicens expiravit” se
produce un estruendo, haciendo estallar en lugar seguro y apartado, un objeto
cargado de pólvora o cosa semejante o de alguna otra forma, entonces de abre el
velo blanco para dejar al descubierto el altar mayor, cerrándose todas las
cortinas del templo con objeto de oscurecerlo.” Con ese acto se retiraba el
velo y continuaba la misa sin otro particular. En la tarde se realizaba la
procesión de la Columna,[11]
saliendo la Dolorosa y el Evangelista por la nave donde se situaban sus
tronos hasta la puerta mayor; de allí a la Plaza de Viera y Clavijo, Avenida
Fermín Galán, Calle de Pérez Zamora, Puente de Arriba (las actuales El Sol
y La Pila, respectivamente), Calle del Medio o República, lado izquierdo
nuevamente de la Plaza de Viera y Clavijo y entrar en la parroquia por la nave
de la izquierda o la Epístola. Esa noche se suprimía el canto de Tinieblas
y confesaban los feligreses.
El Jueves Santo a las 10 de la mañana comenzaban los cultos
propios del día. A las 2:30 de la tarde se oficiaba la ceremonia del Mandato
que se explica así: (…) cantado el Evangelio en el lugar destinado, previa la incensación
y demás ceremonias que marca el ritual para ese día, (…) se oficiaba el
lavatorio de los pies a doce miembros, previamente elegidos entre la Hermandad
del Santísimo (fundada en 1629). Terminada esa ceremonia partía la
procesión del Crucificado,[12]
junto a la Dolorosa, San Juan Evangelista y la Magdalena guardando el mismo
orden de salida, recorrido y entrada que la procesión del día anterior. Al
regresar esta procesión, la imagen del Crucificado no entra en la Parroquia
sino que se coloca en la Capilla del Sr. Difunto, entrando solamente las
restantes que se colocan en sus respectivos tronos (…). Mientras esta procesión
está haciendo su recorrido, se traslada la imagen del Nazareno,[13]
ya preparada, desde la Capilla del Sr. Difunto a la Parroquia para colocarlo en
el trono donde antes se encontraba el Sr. Crucificado. Terminada esta procesión y previo un corto descanso, se
organiza la visita al Monumento[14]
de la Parroquia de la Concepción del Realejo Bajo. Veremos la descripción de esta visita al vecino pueblo de
Realejo Bajo, en nuestra próxima entrega de la serie.
FOTOGRAFÍAS:
Foto 1. Procesión de Viernes Santo al Calvario de San
Benito. ARCHIVO JUAN GARCÍA DUMAS
[1] Para ampliar en la Semana Santa realejera:
AA.VV, Semana Santa: Los Realejos. Ayto. Los Realejos, se complementa
con los Programas de Semana Santa de Los Realejos, y LÓPEZ
PLASENCIA, J. Cesareo, “La Semana Mayor en el Realejo de Arriba, ss. XVI-XX”.
07.04.2001, La Prensa- El Día, entre otros.
[2] Nació en Puerto Rico (1893-1972) fue párroco de Garachico, Realejo
Alto (1928-1948) arcediano y canónigo
magistral
[3] Otro texto relaciona estos cultos: La
Gaceta de Tenerife, 23.03.1937, p.3. Biblioteca Universidad de La Laguna.
[4] DELGADO
DELGADO, Carlos, “Orden de los cultos que se celebran es esta Iglesia
Parroquial en los días ordinarios de la semana y en las funciones que se
celebran durante el año. Año 1936”, pp. 6-13.Archivo Parroquia de Santiago de
Los Realejos. Agradecemos a Gaspar Carballo su conservación, la cesión de su
partida de bautismo y la publicación de un extracto titulado: “La Semana Santa
del Realejo Alto en tiempos del recordado sacerdote don Carlos Delgado”, en Programa
de Semana Santa de la Parroquia Matriz del Apóstol Santiago. Los Realejos, 1999.
[5] Esta capilla y otra, sita entre el
cementerio y la plaza; son derruidas hacia 1960 para trazar la actual trama
urbanística
[6] Ese paso fue sustituido en los años noventa por su antiguo homónimo; preservado en la
iglesia y restaurado.
[7] Es la actual Avenida Tres de Mayo, rotulada
históricamente como la Alhóndiga, Viera y Clavijo o Calvo Sotelo.
[8] La procesión de ánimas tenía lugar los
lunes del tiempo ordinario y queda redactada en la fuente en estudio, página 2
de su preámbulo, de esta forma: “a las 8 de la mañana, misa rezada. Al final
toma pluvial y estola negros y procede a la procesión general de los difuntos
cantando los responsos en los lugares de costumbre hasta el cementerio viejo
(sin entrar en él) y a su regreso, queda frente al altar de las Ánimas donde se
da por terminado el acto”.
[9] Este Cristo Yacente fue primitivamente un
crucificado, como se deduce de la morfología de sus brazos que fueron cortados
y unidos al cuerpo en decúbito supino. En esta época de mayor irreligiosidad,
la Nueva Cruzada utilizó imágenes articuladas para escenografiar el
descendimiento y entierro de Cristo, como catequesis a los fieles. Al igual que
sucedió con la población iletrada de la Edad Media y en contraposición a las
ideas religiosas de la Ilustración.
[10] José Mª. Mesa Martín, en El Nazareno
Franciscano de Los Realejos. Historia y culto, pp.71-72, documenta la
existencia del antiguo Calvario desde 1667, y conjetura que puede ser más
antiguo aún, aportando la teoría por la que la ermita de San Benito fue fundada
por el regidor don Benito Viña de Vergara, propietario de las tierras
adyacentes.
[11] Esta procesión está datada entre las más
antiguas y qué perdura actualmente. Se documenta en los libros de mandas de la
Parroquia que fue sufragada, junto a su función religiosa, por el terrateniente y alcalde de Realejo Alto del siglo XIX, Gregorio Pedro
Espínola, desde finales del S. XVIII
hasta 1812.
[12] Esa imagen llegó a Realejo Alto en 1846 tras
la Desamortización del Convento Franciscano de Las Palmas. AA.VV, Semana
Santa: Los Realejos... p. 81.
[13] Esta talla procedente del Convento
Franciscano de Santa Lucía procesionó desde ese cenobio a la parroquia hasta el
primer tercio del siglo XIX y desde 1852 al Calvario de San Benito. AA.VV,
Semana Santa: Los Realejos... p. 75.
[14] Es el túmulo que el Jueves Santo se forma en
las iglesias, colocando en él, en un arca pequeña a modo de sepulcro, la
segunda hostia que consagrada en la misa del día y reservada para los oficios
del Viernes, en que se consume. RAE.
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