Jerónimo David
Álvarez García
Publicado en La
Prensa, EL DÍA, el sábado 31 de marzo de 2018
Ya se van los Carnavales/cosa buena poco dura/ ya llega la Semana
Santa/ la fiesta de los curas
Al reanudar la segunda parte de nuestra entrega sobre la
Semana Santa de Realejo Alto, restaban la explicación de la visita a Realejo
Bajo y los cultos nocturnos del Jueves Santo.
La comitiva
compuesta de clero y feligreses bajaba por el callejón de Godínez hacia
el otro pueblo. Al llegar a su templo se dirigían donde estaba instalado
el Monumento y rezaban de rodillas, una estación al Santísimo. En ese momento
los pendones y banderas que portaban permanecían recostados en el suelo, (éste
y otros actos o gestos que el lector observará, se siguen produciendo en los
actuales cultos). Al finalizar el rezo de la estación, se
organizaba la salida por la nave que habían usado para entrar y así regresar a
Realejo Alto. La subida se hacía por San Agustín, cuyo lado derecho pertenecía
al municipio, para seguir por la carretera que unía ambos pueblos, hasta Las
Cañitas. Se establecía la ida por vías y lugares opuestos a la vuelta, pues a
esa hora salía la feligresía de la Concepción del Realejo Bajo a visitar el Monumento
de Santiago, con las mismas ceremonias y acompañamiento. Para evitar la
confusión que originaba el encuentro de comitivas, se convenía que unos
parroquianos subieran en sentido contrario a los otros y así concluían al mismo
tiempo, sin coincidir en el trayecto.[1]
Si por alguna circunstancia o motivo de orden público, los párrocos, en común
acuerdo, creían oportuno la suspensión de la visita, celebrarían los actos en
sus propias parroquias, bien en el interior del templo o en calles adyacentes.
La cancelación podía motivarse por los altercados explicados antes, o por el
anticlericalismo común en la España de la época.[2] Prosigue el diario para ese día: a las 8 de
la noche comenzaba “el canto de Tinieblas llamando así al canto de Maitines
y Laudes, observando en esto todas las ceremonias y rúbricas que marca la
liturgia para estos oficios. El canto es semitonado sin acompañamiento de
órgano ni armonium. Al empezar el canto del “Benedictus”, sale el sacristán
desde el coro llevando con humeral y precedido de todo el personal de acólitos,
la única vela que quedaba en el llamado Tenebrario, por la nave central hacia
el altar mayor para esconderla bajo un trono hasta la terminación de este
canto, en que la hace ver al público por tres veces, con lo que termina este
oficio”. Para el siguiente día aportamos un apunte antropológico que
relaciona usos y costumbres de esa semana: no se escuchaba la radio, no se
barría, los hombres no se afeitaban el Viernes Santo, la hierba para el ganado
se segaba el miércoles acatando el Triduo, no sonaban las campanas desde el
jueves, sino la matraca y ese día se rezaban los cien credos.[3]
El Triduo Pascual continuaba el Viernes Santo
y sus cultos se oficiaban en el altar de Nuestra Señora de los Remedios;
observándose todas las rúbricas dispuestas para este día. La Adoración de la
Santa Cruz[4]
se verifica en el centro de la Capilla Mayor a donde se traslada desde el lugar
antes dicho. Terminada la misa y previo un pequeño descanso, se organiza la
procesión del Nazareno para el Calvario en la forma siguiente: sale primero la
imagen de la Dolorosa acompañada del Evangelista, después de recorrer la parte
izquierda y superior de la plaza de Viera y Clavijo y Avenida de Fermín Galán
hasta la subida de la calle de Pérez Zamora, en cuya entrada espera al paso del
Nazareno; la imagen de la Magdalena sigue con la Verónica, que han salido al
mismo tiempo que las anteriores imágenes y la primera se coloca en la entrada
del camino viejo que se bifurca de la carretera y conduce a San Benito; aquí
espera el paso de la procesión para incorporarse a ella; la segunda continúa
por el nombrado camino hasta el punto de unión con la carretera para salir al
encuentro en el punto señalado. El Nazareno sale después de la parroquia por la
nave derecha o del Evangelio, rezándose en los sitios de costumbre el ejercicio
llamado Vía Sacra; toma la puerta mayor para entrar por los lados izquierdo y
superior de la Plaza de Viera y Clavijo, Avenida de Fermín Galán y Carretera
hasta rendir viaje en el Calvario.
El relato del Vía Crucis en el Viernes Santo hacia San
Benito, se reanuda en estos términos: al llegar a la entrada de la Calle de
Pérez Zamora, sale a su encuentro la imagen de San Juan que vuelve a su lugar
anterior, para volver enseguida acompañado de la imagen de la Dolorosa, que
previa una ceremonia que llaman “venia”, se incorpora a la procesión detrás de
la imagen del Nazareno, colocando la
imagen del Evangelista delante; el preste que hasta aquí venía presidiendo la
procesión detrás del trono del Nazareno, deja este puesto para colocarse
inmediatamente detrás del trono de la Dolorosa. Al llegar al punto donde parte
el camino antes citado que conduce a San Benito, sale la imagen de la
Magdalena, que previa igual ceremonia, se incorpora a la procesión colocándose
seguido al trono del Evangelista. Un poco más adelante aparece la Verónica, que
después de hacer la ceremonia de limpiar el rostro del Señor, sigue la
procesión después de San Juan y la Magdalena. Las escenas del encuentro de
San Juan y la Virgen María ante Cristo portando la cruz, así como la presencia
de María Magdalena, son extraídas de los Evangelios. No así la imagen de
la Verónica enjugando el rostro de Jesús, pues su nombre significa “verdadera
imagen” (vero-icono), esta escena pertenece a la tradición apócrifa cristiana.
Continúa nuestro relato: cuando la procesión llega al Calvario, todas las
imágenes se colocan en el interior de la Capilla del Calvario,[5]
en mesas preparadas de antemano, menos la del Nazareno que entra en la ermita
de San Benito y allí permanece hasta el Lunes de la semana de Pascua, según se
dirá entonces. Enseguida tiene lugar el sermón al aire libre, colocándose el
púlpito en la entrada, al lado derecho, de la Capilla del Calvario. Terminado
el sermón, se organiza la procesión de regreso a la parroquia, guardando el
mismo orden de colocación en los tronos[6]
y por los mismos puntos de ida en sentido inverso. En lugar de la imagen del
Nazareno, que ha quedado en la ermita, viene la urna con el Señor Difunto.
Durante el regreso se viene rezando el Tercio del Santo Rosario y preces de
costumbre hasta la llegada a la parroquia. En lugar de “Gloria Patri” en el
rezo de los misterios, se dirá “Christus factus est pro nobis usque ad mortem”
y se contestará “Mortem autem crucis”. En años posteriores a este diario,
la procesión de regreso se deslucía, al contrario que la de ida, pues los
fieles la abandonaban para reservar asiento en el templo durante los oficios
del Viernes Santo, que seguían a esta. Se reanuda el relato: al llegar al
templo ubicaban los tronos en sus respectivos lugares, se rezaba un credo
arrodillados ante la urna del Cristo Yacente y finalizaban los oficios.
Por la tarde, a la hora señalada, tenía lugar la procesión
del Señor Difunto con otras imágenes, haciendo el recorrido en igual forma a
los desfiles de días anteriores, es decir, la conocida “vuelta a la calle”. A
su regreso se oficiaba la ceremonia del Santo Entierro, para la cual el párroco
era ayudado por otro sacerdote, en su defecto por un ministro de la parroquia,
según se describe en la fuente: el párroco se coloca en el lado derecho y el
ayudante en el izquierdo; pone incienso, previa la bendición, inciensa primero
el sepulcro vacío; después coloca ayudado, la imagen del Difunto dentro del
sepulcro; lo levanta a la vista del pueblo por tres veces, elevándolo cada vez
más y por último vuelve a incensar y cubrir el sepulcro dando, para ello, un
golpe algo fuerte. Después sigue el sermón a cuya terminación se retiran todos
dando por finalizados los actos. Por la noche, el canto de Tinieblas en igual
forma que se hizo la noche anterior. Terminado este canto, se procede a la
procesión del Retiro[7]
por el interior del templo; después de dar una vuelta completa al mismo, siguen
todas las imágenes para la Capilla del Señor Difunto, donde se colocan todas
las imágenes y quedan depositadas para proceder más tarde a reintegrarlas a sus
nichos u hornacinas. Para la procesión se reviste el párroco con roquete,
estola y pluvial negros y frente al altar mayor entona “Procedamus in pace”.
Durante la procesión se van cantando estrofas del “Stabat Mater”; la última
estrofa se canta al llegar a la Capilla del Señor Difunto y colocan las
imágenes a la terminación de la procesión; allí se entona el “Ora pro nobis
Virgo Dolorosissima, etc” y enseguida la oración “Deus in cuius Passione”. Así
concluían los cultos de esa jornada.
En el Sábado
Santo se oficiaban los cultos propios de ese día, señalados por la
liturgia. Aunque al toque de gloria se han vuelto a usar las campanas, estas
cesan terminado el canto del Gloria, nuevamente, hasta la madrugada del día
siguiente. En este día no hay culto de ninguna clase por la noche. Para la
fiesta de la Resurrección, es pertinente aclarar que el Concilio de Nicea (325)
ordenó su celebración el domingo siguiente a la primera luna llena de la
primavera. Su fecha varía cada año al regirse por la luna, de ahí que en las
procesiones nocturnas de Semana Santa, siempre haya plenilunio. Corresponde al
mes de Nisán del calendario judío, en recuerdo de su salida de Egipto y
coincide con ese calendario lunar. El relato para el Domingo de
Pascua o de Resurrección señala que
en la mañana se realizaba la exposición del Santísimo, conforme se señala en
el ritual y enseguida se cantan Maitines y Laudes. Durante el canto del Te Deum
se dará un repique general con todas las campanas. Mientras en el coro se canta
el Benedictus, se inciensa el altar conforme disponen las rúbricas. Terminado
(...) se organiza la procesión con el Santísimo Sacramento que recorrerá idéntico
trayecto que los restantes.[8]
Al regreso se guarda la custodia y se da comienzo a la misa solemne sin
exposición, y al terminar esta, se da la bendición solemne con el Santísimo,
con las rúbricas debidas. Pasado un poco de tiempo, se reza una segunda misa
cuya terminación pone fin a esos actos. En la noche se oficia la novena
como de ordinario y se explicaba el catecismo de adultos.
El Lunes de Pascua por la mañana se oficiaba
misa cantada y por la tarde, a la hora estipulada, se encaminaban a la ermita
de San Benito para trasladar la imagen del Nazareno hasta la iglesia, pues
hemos visto que había quedado allí en la mañana del Viernes Santo. Era una
procesión privada o traslado, y para ella, el párroco vestía traje talar y se
ordenaba en la misma ermita de esta forma: se pone de rodillas ante la
imagen y empieza el rezo del Tercio, enseguida se levanta para seguir la
procesión de regreso a la parroquia por los mismos lugares y puntos de ida.
Durante el trayecto se reza el Tercio y preces de costumbre. Al llegar la
procesión a la parroquia, se coloca en sitio preparado la imagen y puestos de
rodillas ante ella se reza con lo que se dan por terminados los cultos. Por
la noche, según costumbre, se rezaba la novena como en los días ordinarios.
Hasta aquí, la relación de cultos de la
Semana Santa en Realejo Alto durante la primera mitad del siglo XX. Esta fuente
histórica y su comentario, junto a otros estudios citados, aportarán al lector
fundada noticia sobre esos antiguos cultos. Debemos apostillar, que hasta la
década de los noventa transcendieron paulatinos cambios en estas ceremonias y
procesiones. En esa fecha acaeció un renacimiento, cuya inercia perdura, de
cofradías, desfiles, ajuares y adquisición de tallas neobarrocas, que
condicionó la identidad de nuestra Semana Santa tradicional, siempre más sobria
en las formas.
FOTOGRAFÍA: Regreso del
Calvario el Viernes Santo. ALFREDO ACOSTA RGUEZ. DE LA SIERRA.
[1] Los altercados en esas procesiones proceden
de antiguo, como cita: CAMACHO Y PÉREZ-GALDÓS, Guillermo, Iglesias de de la
Concepción y Santiago Apóstol, p. 42, donde reza: las comitivas, como
iban de un lagar para otro, llegaban muy desconcertadas, sin luces por haberse
muerto con el viento en tan largo camino, las imágenes maltrechas por los
barrancos que se pasan y lo peor dice, es que si se encuentran en el camino las
dos procesiones, tienen diferencias y se dan matracos unos a otros y aun suele
haber pesadumbres y palabras descompuestas y aún cuando llegan a las visitas a
los monumentos (…), a lo cual manda el obispo que cada pueblo se quede en su
casa.
[2] El alcalde santacrucero Emilio Calzadilla
abonó de su peculio la tocata de la Banda Municipal, de la procesión de Ntra.
Sra. de las Angustias de la ciudad, pues los concejales no desearon abonar los
honorarios de la agrupación. Esa talla y procesión serán recordadas como “la
republicana”.
[3] Para ampliar este tema remitimos a Álvaro
Hernández Díaz en, AA.VV, Semana Santa: Los Realejos. pp. 199-201.
[4] En 1883, Olivia Stone constata en El Planeta
Tenerife, las quejas que un sacerdote vierte sobre el estado de la cruz
procesional de plata, por la falta de donaciones para rematar su trono
argénteo, como había ocurrido históricamente.
[5] Una lámina datada en la primera mitad del
siglo XIX, obra del británico Alfred Diston (1793-1861), plasma la panorámica
de Realejo Alto desde el primitivo Calvario de San Benito. A la derecha del
dibujo se aprecia la esquina de la ermita de San Benito y a la izquierda la
vivienda que luego sería venta de doña Juana Fuentes (1895-1994).
[6] Carlos Delgado adquirió varias tallas que
aquí se relacionan, se constata en; Hoy, 01.04.1934, p.3, Jable,
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria: “Realejo Alto. Últimamente han
sido adquiridas para la parroquia de Santiago tres nuevas imágenes de María
Magdalena, la Verónica y San Juan. La bendición de esta efigies tuvo lugar el
domingo último en la expresada parroquia por el párroco de la misma don Carlos
Delgado, actuando de madrinas las distinguidas señoritas Rita Bethencourt
Francés, Adela González del Carmen y María Ana y Josefina Acevedo Bisshopp
y como padrinos los jóvenes don José María González de Chaves Aguilar y don José González del
Carmen. LA SEMANA SANTA. Con la solemnidad acostumbrada se celebraron los
cultos de la Semana Santa, acudiendo gran cantidad de fieles a todos los pasos
de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo que se verificaron en los templos de
esta población.” Aunque la nota relaciona la talla de la Verónica, no
consta su adquisición contemporánea. Agradecemos a Pablo Hernández Abreu esta
referencia.
[7] Esta procesión es el precedente de la
actual procesión del Silencio, que discurre por la Avenida Tres de Mayo.
[8] Esa salida tiene su origen en la mañana del
Domingo de Resurrección que se efectuaba desde el Convento de Santa Lucía y se
dirigía a la Parroquia de Santiago. MESA MARTÍN, J. Mª en El Nazareno
Franciscano de … p.74.
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