Salvador García Llanos
Pagar por los contenidos o qué contenidos deben
pagar, esa es la cuestión. El debate avanza sin que se vislumbre una respuesta
que termine imponiéndose. Así como se acepta, cada vez más, que dejaremos de
leer los periódicos de papel, con el dilema anterior las dudas se multiplican.
Claro, de alguna manera va ligado al cambio de modelo de negocio, muy socorrido
para dilatar las posibles soluciones. Así, mientras de ello se habla sin
límites, explorando las alternativas, cada vez se hace menos menos de periodismo.
El presidente de The New York Times y ex director
de la BBC, Mark Thompson, nos acerca, con su sólida experiencia y sus
revelaciones, al nudo gordiano. Muy difícil de desatar, por supuesto. “La gente
pagará por las noticias”, escribió en Twitter. Y explicó: “La manera más
saludable de financiar el periodismo es buscar consumidores que lo paguen.
Nosotros pensamos que producimos algo de calidad, por lo que habría que pagar”.
O sea, que el periodismo de calidad es el núcleo, el móvil principal de la comunicación
que se se avecina. Otra cosa es si ello garantiza la independencia y evita la
tendenciosidad. Y si el gran público sabrá apreciar la inversión (no solo
económica) que se haga en ese sentido.
Thompson está convencido: “Lo que nos distingue de
otros periódicos es que hemos adoptado una posición de producir algo de valor
por lo que la gente esté dispuesta a pagar. Por eso hay que tener mucho cuidado
con la reducción de costes, para no socavar el valor del producto. Nuestra sala
de redacción tiene casi el mismo número de personas que hace diez o veinte
años, si bien muchos redactores están destinados a tareas distintas. Contamos
con mil cuatrocientas”.
Con esa cantidad, cualquiera, se dirá. Así, claro
que se puede o se está obligado a intentar un producto de calidad. Pero esto es
costoso de asimilar. Un veterano profesional curtido en varios gabinetes,
medios y agencias, también en Canarias, Carlos Ramos Aspiroz, suele poner como
ejemplo que estamos en un cambio en los usos y hábitos de lectura, tal es así
que se atreve a hablar de rasgo diferencial generacional: “Cuando teníamos
entre veinticinco y cuarenta años, íbamos al kiosko a comprar los periódicos,
especialmente los domingos. Ahora, las personas de esa edad leen sobre la
marcha en sus dispositivos móviles, sin importarles apenas la fecha y la hora.
Esa es su fuente informativa y, además, no la pagan en efectivo”. Mark
Thompson, en la distancia, le da la razón: “El smartphone es la plataforma más
importante, con diferencia. Tableta y PC, maduras, ya están en caída”.
El caso es que, para acercarnos a la fórmula ideal
de financiación, teniendo en cuenta que las grandes plataformas son las que, a
la larga, se quedan con la mayor parte de la tarta publicitaria, las
suscripciones de pago ganan peso y resultan un factor determinante. ¿Terminará
siendo el modelo? Es otra pregunta esencial del debate que da pie a la
disyuntiva inicial: pagar contenidos o qué contenidos deben pagar. Los grandes
rotativos, hasta hace poco, ingresaban suculentas cantidades por el concepto publicitario,
pero ya no es así: es más, ese modelo, que dejaba importantes márgenes de
beneficios, está a punto de desaparecer. Si sobrevive, es a duras penas. El
presidente de The New York Times considera entonces que el riesgo de basar la
estrategia en el número de usuarios únicos es grande. Y advierte: “Repartir
periódicos gratis no es buen negocio. Los panfletos nunca financiaron buen
periodismo”.
Es entonces cuando la afirmación de Thompson en
Twitter se agiganta. Terminaremos pagando por las noticias, como ya lo hacemos
por series televisivas o por emisiones musicales. El cambio de negocio, sí.
“Acostumbremos a la gente al buen periodismo, lo que contribuye al modelo de
pago”, asegura.
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