Salvador García Llanos
Se dirá que ya está todo manifestado
sobre The Beatles. Pero al profesor Nicolás González Lemus aún se le ocurre
esta frase: “El mundo cambió y creció con The Beatles”. Y todo vuelve a tener sentido otra vez, como
aquellas guitarras de Harrison y McCartney interpretando “Roll over Beethoven”,
y George cantando los versos que había escrito unos años antes el gran Chuck
Berry.
Entonces
es cuando contrastamos, por enésima vez, la capacidad inagotable del cuarteto
de Liverpool. ¡Qué jugo el de aquellos Beatles! Aún lo sorbemos. Ahora con una
iniciativa titulada Los Beatles en Tenerife (55 Aniversario), organizada por el
Ayuntamiento de La Orotava y promovida, como las anteriores, por el propio
González Lemus a quien le debemos que aquella visita, aquella breve estancia
vacacional en la isla camino del éxito, no pase inadvertida, como ha ocurrido
con tantas otras cosas. No estuvo John Lennon, ya saben: el se lo perdió.
Prefirió Torremolinos, mientras sus compañeros, junto a Klaus Woormann (que les
había brindado su chalet de La Montañeta, sin sin luz, ni agua ni teléfono), disfrutaban con el
descapotable de Miguel Gómez, palpaban el tipismo insular y apreciaban la
hospitalidad de la gente en tanto la apertura al turismo era ya, mediados los
sesenta, un fenómeno imparable.
Aunque
su huella también se aprecia en la exposición abierta en la Casa de la Cultura
San Agustín, de La Orotava, abierta por el alcalde, Francisco Linares, y
presentada por el profesor José Javier Hernández García, otro 'beatlemaníaco'.
Se trata de una colección de paneles, fotografías, vinilos, cuadros, objetos,
libros y dubujos originales, como los carboncillos de Merene Melián. Aparece,
en las muy bien aprovechadas vitrinas, un tomavistas super 8 milímetros, una
magnetófono de tambores pequeños y hasta un 'pick-up', un picú, con el que
alguien amenizó los populares guateques caseros de la época que tuvieron su
particular versión local en la desaparecida emisora La Voz del Valle o con Los
rayos verdes, memorable conjunto villero.
Calvos,
canosos, barbados, barriguitas, friolentos, nostálgicos, bien conservados y no
tanto, los que descubrieron al grupo al cabo de los años... allí estábamos,
citados de nuevo con su magia, con su arte, glosado por el profesor José Javier
Hernández García quien nos recordó, claro que sí, que los campos de fresa son
eternos, “Strawberry fields forever”. Desempolvó Hernández imágenes para
afirmar que “aquella música incidió en nuestras vidas y marcó la existencia de
muchos jóvenes de la década de los sesenta”. Pero, sobre todo, para condensar
la dimensión social del fenómeno 'beat':
“Llegaron a ser señalados como la encarnación de los ideales
progresistas, y en verdad que su
influencia se extendió por las más importantes revoluciones sociales y
culturales de la década de 1960”.
El
análisis de José Javier Hernández se ocupó también de la evolución de la música
y del estilo del grupo, a medida que su éxito, en Europa, en Estados Unidos y
en todo el mundo, avanzaba sin cesar: “...su alcance temático estuvo en plena
expansión, englobando otro tipo de preocupaciones en sus canciones. Y a medida
que sus letras se hicieron más ingeniosas y complejas, los grandes seguidores
comenzaron a a estudiarlas concienzudamente para encontrar sus verdadero
significado y trasfondo”. Completamente de acuerdo en que aquellos músicos
“rompieron moldes y deshicieron estereotipos que entonces parecían
inamovibles”.
Tras
un breve recorrido por varios elepés de su primera etapa, terminó con una frase
de su admirado Eduardo Galeano: “Los Beatles no se suicidaron”, después de que
la compañía “Decca Records” les dijera que “no nos gusta su sonido.” Más o
menos lo mismo que un empresario turístico afincado en el Puerto de la Cruz que
no dejó tocar a aquellos greñudos en su prestigioso establecimiento cercano a
San Telmo. Lo que se perdió, lo que perdimos.
Qué
jugo el de aquellos Beatles!
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