Autora: Ícela Elizalde
Entre el espacio curvo que existe entre el
abismo profundo y sereno, se puede sentir un frío cálido que roza mis mejillas
como terciopelo. De pronto... mis ojos cual enormes luceros, pueden divisar a
lo lejos, un gran árbol con ramas secas y floreadas... del que penden tumultos
de estrellas cuadradas. Arriba... la luna de queso parece mirarme y decirme...
que está contenta con la noche que suspira, que huele a miel con chocolate, que
sabe a menta con canela. Ahí, en esa quietud ruidosa... me siento tan relajada,
contemplando los luceros pardos, que salpican destellos apagados y satinados...
Esperaré que la noche muera, en compañía de
los grillos gigantes... que, felices han dado un concierto apacible entre la
fresca malva. Cuando la estrella luminosa y fulgurante se asome, para darme
caricias que me abrasen... dejaré que en el día me acompañe, susurrando por
todos los rincones...
Le diré que las sombras ya se esconden, que se
marche de nuevo recoleto... entre suaves arrullos de mil flores.
Y otra vez, frente a frente con la luna...
pactaré un acuerdo desbordado...
No hay comentarios:
Publicar un comentario