Salvador García Llanos
Se trata de una
excelente noticia, sin duda. En septiembre, si se solventan los últimos
obstáculos, los estudiantes portuenses, por fin, dispondrán de una sala
específica para sus horas de formación y preparación. Se acabó lo de tener que
desplazarse a otras localidades, con los
consiguientes trastornos: ahora tendrán el recinto a su alcance, ya se verá en
qué horarios y bajo qué módulos de funcionamiento.
Pero lo tendrán. En un emplazamiento muy céntrico, que es otro
factor estimulante. En la calle Agustín de Betancourt, justo donde se
encontraba la biblioteca municipal ‘Tomás de Iriarte’ cuyas nuevas dotaciones
lucen flamantes desde el pasado mayo en la calle Puerto Viejo.
Se trata de una vieja demanda que, por fin, se verá
satisfecha. Desde que ejercimos responsabilidades públicas, contrastamos que
era una necesidad apremiante y ante la falta de soluciones a corto plazo
establecimos, en el ámbito de las áreas competentes, sistemas de ayudas
complementarias. Han pasado algunos años, seguro que muchos jóvenes portuenses
finalizaron su formación media y superior sin ver cumplida esa aspiración pero
las generaciones que cursan estudios y desarrollan su realización personal ya
tienen a su alcance una dotación que ha de resultar muy útil. También para
licenciados, investigadores y estudiosos.
Es un espacio del conocimiento. Buena definición, sin duda.
Igual hasta caben usos alternativos y actividades que den vida al reconvertido
recinto. El Puerto lo precisaba y hay que congratularse de su apertura. Como
también de la obtención de más lugares que favorezcan el desarrollo público de
todo lo relacionado con la educación, la cultura y la participación social. No
olvidemos, en ese sentido, que la Universidad Popular Municipal ‘Francisco
Afonso’ sigue en una preocupante fase de aletargamiento. Ese es otro edificio
que debiera estar mejor aprovechado. Lastimosamente, a lo largo de los últimos
años, el centro ha ido perdiendo fuelle y han faltado tanto voluntad política
como iniciativa y capacidad innovadora para producir un salto con el que se
diera respuesta a las exigencias o demandas de la sociedad de nuestros días.
En el mejor fundamento esperanzado, uno siempre dice que
para estas cosas, nunca es tarde. Ya ven: el caso de la nueva sala de estudios.
Lo que pasa es que hay un tiempo que se pierde muy valioso.
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