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sábado, 20 de julio de 2019

VENDEDORA DE PESCADO EN 1950 EN SAN AGUSTÍN, LOS REALEJOS


José Peraza Hernández

HOMENAJE A DOÑA FRANCISCA DEL PINO MÉNDEZ, VENDEDORA DE PESCADO EN 1950 EN SAN AGUSTÍN, LOS REALEJOS

Sabemos que los tiempos de antaño fueron muy duros, según las vivencias y las palabras de nuestros antepasados. Sabemos que hubo mucha hambre y miseria. Ellos sí trabajaron, con muchas penas y sacrificios; y se trabajaba de la mañana a la noche, para sacar a los hijos adelante...

Hoy hago memoria, de los años 1955-1960. Recuerdo de niño a la Sra. de nombre Francisca, la del pescado del Puerto. ¿Quién no conocía a esta mujer? Venía tres o cuatro veces a la semana a los Realejos con el fin de vender el pescado.


Después de 40 años, como en un sueño, busco la imagen de nuestra protagonista de hoy, la vendedora de pescado. Hablamos de Francisca del Pino Méndez, nació en 1895, en el municipio de la ciudad marinera de Puerto de la Cruz. De su matrimonio hubo un fruto de (4) hijos; Remigio, Dolores, Ricardo Medina del Pino. Francisca falleció a los 86 años de edad, un 10 de octubre 1982. Su esposo don Antonio Medina Bravo. Quien era pescador y vivía de la mar, Trabajaba en la barca que llevaba en aquella época "San Telmo". Junto con su pariente el Chispero. También su hijo, Destacar que su hijo Ricardo, también se dedicaba a la mara, que trabaja en la baraca "Rompe y Raja".

Doña Francisca, espera en el muelle que llegara la barca de su marido, como la de su hijo, para así, recoger el pescado, para salí empezar con la fresca... Tiempo tiempos de dureza, tristeza como hambre, aparte de unos inconvenientes era cuando había mal tiempo no podían salir a la faena., había día y semana, sin poder trabajar. Sabemos que esto es una profesión mala como arraigada.

Esta pescadora portuense de antaño, iba caminando por esos caminos de Dios, se trasladaba a pie por los pueblos más cercanos de este valle norte, desde el muelle pesquero hasta las medianías realejeras. Francisca, como se la conocía, era amiga de las amas de casa como también de los hombres que le compraban su pescado.

Francisca era una Sra. que vestía totalmente de negro bajo, pañuelo en la cabeza, donde asomaba su cara. Sobre los hombros llevaba una mañanita, de punto de lana para el frío. Poseía un delantal con dos bolsillos grandes, en uno llevaba una libretita en la cual apuntaba los fiados, y esta libreta llevaba un elástico para que no se le abriera. En el otro bolsillo, llevaba el dinero y lo metía en una bolsa transparente a la cual le hacía un nudo. Completaba su indumentaria con medias negras de lana, alpargatas (lonas de color negro). En su cabeza se colocaba una rosquilla, (una toalla enroscada como una rueda de churros), y sobre la misma colocaba su barca de cañas y mimbre. La cesta llevaba un plástico alrededor para que no cayera el agua del pescado al suelo o se mojara. La rosquilla sobre dicha cabeza servía para evitar que se hiciese daño en su cabeza, ya que soportaba un peso de 30 y 40 kilos. Francisca recibía el pescado con un poco de sal y tapado con musgos; y luego ella le ponía un paño encima para que llegase en las mejores condiciones; y allá donde iba, dejaba el aroma a la mar.


Tiempos más cercanos, Francisca, en años más cercanos, venía en guagua del Puerto a San Agustín (Los Realejos). Su cesta iba colocada en la parte alta de la guagua roja. Los cobradores de la misma le colocaban la cesta del pescado, al igual que se la bajaban cuando llegaban al punto de destino. Ella siempre les dejaba una propina, una perra, o una perra y media. Francisca se bajaba en San Agustín, se colocaba la cesta en la cabeza, y a partir de ahí, daba voces "llevo caballas, chicharros, salemas". Aparte llevaba una sereta pequeña en la mano, donde también llevaba el pescado que le habían encargado días anteriores. Las amas de casa del lugar, al sentir la vos de vendo pescado, salían al encuentro de esta vendedora llamada Francisca Oliva. (Hay que decir que mucha gente la conocía por Francisca Oliva).

La primera parada que hacía tenía lugar en frente del Casino Realejos. La segunda parada la hacía junto al camino de Siete Fuentes, en casa de Carmelo el del Banco. La tercera parada la hacía junto al barranco Godínez, donde descansaba su cesta en el muro, y donde le esperaban las vecinas, Doña Rafaela, Doña Pilarito, Doña Maruca, Doña Rosario, las chicas del barranco como Doña Mariquita, Doña Nena, Doña Mesías y Doña Afligido, entre muchas otras.

Francisca, llevaba una pesita pequeña; una vez pesado el pescado, lo limpiaba, y tiraba en el mismo camino, o al barranco, las tripas, donde se juntaban diez o doce gatos esperando que le votaran la golosina, otros, le seguían el rastro a la pescadora.

 En ocasiones, si no se vendía todo el pescado, lo conservaba en forma de jareas, o asimismo era frecuente secarlo al sol. Pero esto era raro, ya que muchas veces el pescado sobrante lo cambiaba por productos de la tierra, como papas, millo, calabacín, cebollas o coles etc.

Francisca raramente iba de vacío para su casa. La gente realejera la apreciaba mucho, era una persona muy cariñosa y amable, por lo que los vecinos siempre le daban al final de su recorrido coles y otros productos que ella colocaba en su cesta.

Hoy día, hay personas que la recodamos. Deseamos que allí donde esté Dios le haya puesto junto a las personas de buen corazón.

Asimismo, aprovecho este escrito para dar mil gracias a la familia por su participación, tanto en fotos cedidas como en los datos de fechas, así como algún otro amigo que ha participado con información.

Con estas líneas, sólo he querido homenajear y recordar a esta persona, Para aquellas que no la conocieron su historia. Hoy quedará plasmada para las futuras generaciones, tanto en el periódico "EL SUPLEMENTO LA PRENSA, DEL EL DIA" Mil gracias por la colaboración prestada.

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