José Peraza Hernández
HOMENAJE A DOÑA FRANCISCA DEL PINO MÉNDEZ, VENDEDORA DE
PESCADO EN 1950 EN SAN AGUSTÍN, LOS REALEJOS
Sabemos que los tiempos de antaño fueron muy duros, según
las vivencias y las palabras de nuestros antepasados. Sabemos que hubo mucha
hambre y miseria. Ellos sí trabajaron, con muchas penas y sacrificios; y se
trabajaba de la mañana a la noche, para sacar a los hijos adelante...
Hoy hago memoria, de los años 1955-1960. Recuerdo de niño a
la Sra. de nombre Francisca, la del pescado del Puerto. ¿Quién no conocía a
esta mujer? Venía tres o cuatro veces a la semana a los Realejos con el fin de
vender el pescado.
Después de 40 años, como en un sueño, busco la imagen de
nuestra protagonista de hoy, la vendedora de pescado. Hablamos de Francisca del
Pino Méndez, nació en 1895, en el municipio de la ciudad marinera de Puerto de
la Cruz. De su matrimonio hubo un fruto de (4) hijos; Remigio, Dolores, Ricardo
Medina del Pino. Francisca falleció a los 86 años de edad, un 10 de octubre
1982. Su esposo don Antonio Medina Bravo. Quien era pescador y vivía de la mar,
Trabajaba en la barca que llevaba en aquella época "San Telmo". Junto
con su pariente el Chispero. También su hijo, Destacar que su hijo Ricardo,
también se dedicaba a la mara, que trabaja en la baraca "Rompe y
Raja".
Doña Francisca, espera en el muelle que llegara la barca de
su marido, como la de su hijo, para así, recoger el pescado, para salí empezar
con la fresca... Tiempo tiempos de dureza, tristeza como hambre, aparte de unos
inconvenientes era cuando había mal tiempo no podían salir a la faena., había
día y semana, sin poder trabajar. Sabemos que esto es una profesión mala como arraigada.
Esta pescadora portuense de antaño, iba caminando por esos
caminos de Dios, se trasladaba a pie por los pueblos más cercanos de este valle
norte, desde el muelle pesquero hasta las medianías realejeras. Francisca, como
se la conocía, era amiga de las amas de casa como también de los hombres que le
compraban su pescado.
Francisca era una Sra. que vestía totalmente de negro bajo,
pañuelo en la cabeza, donde asomaba su cara. Sobre los hombros llevaba una
mañanita, de punto de lana para el frío. Poseía un delantal con dos bolsillos
grandes, en uno llevaba una libretita en la cual apuntaba los fiados, y esta
libreta llevaba un elástico para que no se le abriera. En el otro bolsillo,
llevaba el dinero y lo metía en una bolsa transparente a la cual le hacía un
nudo. Completaba su indumentaria con medias negras de lana, alpargatas (lonas
de color negro). En su cabeza se colocaba una rosquilla, (una toalla enroscada
como una rueda de churros), y sobre la misma colocaba su barca de cañas y mimbre.
La cesta llevaba un plástico alrededor para que no cayera el agua del pescado
al suelo o se mojara. La rosquilla sobre dicha cabeza servía para evitar que se
hiciese daño en su cabeza, ya que soportaba un peso de 30 y 40 kilos. Francisca
recibía el pescado con un poco de sal y tapado con musgos; y luego ella le
ponía un paño encima para que llegase en las mejores condiciones; y allá donde
iba, dejaba el aroma a la mar.
Tiempos más cercanos, Francisca, en años más cercanos,
venía en guagua del Puerto a San Agustín (Los Realejos). Su cesta iba colocada
en la parte alta de la guagua roja. Los cobradores de la misma le colocaban la
cesta del pescado, al igual que se la bajaban cuando llegaban al punto de
destino. Ella siempre les dejaba una propina, una perra, o una perra y media.
Francisca se bajaba en San Agustín, se colocaba la cesta en la cabeza, y a
partir de ahí, daba voces "llevo caballas, chicharros, salemas".
Aparte llevaba una sereta pequeña en la mano, donde también llevaba el pescado
que le habían encargado días anteriores. Las amas de casa del lugar, al sentir
la vos de vendo pescado, salían al encuentro de esta vendedora llamada
Francisca Oliva. (Hay que decir que mucha gente la conocía por Francisca
Oliva).
La primera parada que hacía tenía lugar en frente del
Casino Realejos. La segunda parada la hacía junto al camino de Siete Fuentes,
en casa de Carmelo el del Banco. La tercera parada la hacía junto al barranco
Godínez, donde descansaba su cesta en el muro, y donde le esperaban las vecinas,
Doña Rafaela, Doña Pilarito, Doña Maruca, Doña Rosario, las chicas del barranco
como Doña Mariquita, Doña Nena, Doña Mesías y Doña Afligido, entre muchas
otras.
Francisca, llevaba una pesita pequeña; una vez pesado el
pescado, lo limpiaba, y tiraba en el mismo camino, o al barranco, las tripas,
donde se juntaban diez o doce gatos esperando que le votaran la golosina,
otros, le seguían el rastro a la pescadora.
En ocasiones, si no
se vendía todo el pescado, lo conservaba en forma de jareas, o asimismo era frecuente
secarlo al sol. Pero esto era raro, ya que muchas veces el pescado sobrante lo
cambiaba por productos de la tierra, como papas, millo, calabacín, cebollas o
coles etc.
Francisca raramente iba de vacío para su casa. La gente
realejera la apreciaba mucho, era una persona muy cariñosa y amable, por lo que
los vecinos siempre le daban al final de su recorrido coles y otros productos
que ella colocaba en su cesta.
Hoy día, hay personas que la recodamos. Deseamos que allí
donde esté Dios le haya puesto junto a las personas de buen corazón.
Asimismo, aprovecho este escrito para dar mil gracias a la
familia por su participación, tanto en fotos cedidas como en los datos de
fechas, así como algún otro amigo que ha participado con información.
Con estas líneas, sólo he querido homenajear y recordar a
esta persona, Para aquellas que no la conocieron su historia. Hoy quedará
plasmada para las futuras generaciones, tanto en el periódico "EL
SUPLEMENTO LA PRENSA, DEL EL DIA" Mil gracias por la colaboración
prestada.
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