Evaristo Fuentes Melián
A lo largo de mi ya
dilatada existencia he vivido en el entorno de diferentes clases sociales, en
el pueblo donde nací, la muy noble y leal Villa de La Orotava. También, a
través del cine, se han dado argumentos y casos muy similares a los de esta
Villa de mis amores y suspiros. Dos películas antiguas, me llaman la atención
al respecto: ‘Un lugar en el sol’, con Montgomery Clift y Liz Taylor; y ‘El cielo puede esperar’, con
Rock Hudson y Jane Wyman. En ambas películas, el tema cogollo principal es que
un personaje de clase inferior intenta
enrollarse con una mujer rica, de superior estatus social.
En mi pueblo hubo
y sigue habiendo algunos casos. Contaré solamente tres:
1.- Es el caso de
un joven de familia pobre de la Villa Arriba, que intentó hacer amistad íntima
con una chica de la Villa Abajo, de las llamadas de la aristocracia; los padres
de la muchacha, en cuanto se olieron la tostada, la llevaron lejos una larga
temporada, a su vivienda en Santa Cruz.
2.- Un artesano
orotavense trabajaba en un pequeño taller rodeado de casas señoriales, entre
marquesados e intelectuales de sangre azul. Este pobretón ponía su coche
subrepticiamente, quizá para darse a respetar y fardar por mimetismo, en la
explanada de piedra labrada adosada a la calle, que tenía para aparcar el suyo
la familia rica, junto a la entrada principal de su caserón residencial.
Y 3.- Otro caso,
aún más flagrante, es el de otro muchacho de clase media, que jugueteaba con un
coetáneo de gente aristocrática residente en el sector urbano, pero al llegar la hora de la merienda (cuarta
comida del día, generalmente reservada a las clases más pudientes) le decía
adiós, le daba de lado, y si luego quería entrar a visitar a su amigo rico,
tenía que ir por la puerta de servicio, la de las criadas y sirvientes de la
mansión residencial.
En fin, sigue habiendo ricos y pobres, siempre los habrá,
pero aquellas circunstancias vividas en mi primera juventud quedaron grabadas
para siempre en mi memoria.
Espectador
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