Ríos de
tinta han analizado los resultados electorales. La mayoría, sin distinción
ideológica, coincide en la derrota de la izquierda. Una izquierda fracturada
por personalismos y actitudes irresponsables. A muchos esto nos produce congoja,
pero lo más detestable del sobrecogedor resultado es que ha ganado la
precariedad laboral, la desigualdad social, la pérdida de derechos y sobre todo
ha ganado la corrupción. Las principales ciudades con mayor número de casos de
corrupción, en los juzgados, han sido premiadas con más votos. En Barcelona
donde iba cabeza de lista el ministro Fernández Díaz, conocido por sus métodos
conspiratorios para incriminar y desprestigiar a adversarios políticos,
consiguió 8.000 votos más, respecto a las elecciones celebradas en diciembre,
lo que se tradujo en otro escaño. En Valencia donde Rita Barberá sigue
agazapada por su condición de aforada y prácticamente el resto de su equipo de
gobierno en el Ayuntamiento, nueve de los diez concejales, está imputado
consiguió 79.000 votos más, que, en los pasados comicios, lo que conllevó dos
nuevos escaños. También en Madrid, inmerso el Partido Popular en la Trama
Púnica por posible financiación ilegal, aumentó dos nuevos escaños gracias a
más de 105.000 votos. En Las Palmas de Gran Canaria también consiguieron 24.000
votos más pesar de ser conocedores de las cuentas en paraísos fiscales del ex
ministro José Manuel Soria. La lista sigue en términos similares con Granada,
Alicante, Murcia, Menorca y Ourense.
Es digno de
estudio, de estupefacción y de indignación que los españoles premien la
corrupción. La corrupción impide el desarrollo económico del país creando
inestabilidad y socavando las instituciones democráticas. Es preocupante la
pasividad de la sociedad civil ante una lacra que debilita los valores dado que
se premia al estafador frente al honrado. Muchos españoles empiezan a
cuestionarse si deben pagar a Hacienda, buscando fórmulas para evadir,
utilizando los vericuetos, que los legisladores han propiciado, para pagar
menos o no pagar.
La marca
España premia a los listos, que no tienen por qué ser inteligentes, que
engrosan sus cuentas bancarias personales y castiga a los que buscan el interés
general y la justicia social.
Cuatro días
después de que los españoles han aupado al rey de los recortes, Mariano Rajoy,
el Banco de España nos avisa de que los ajustes tendrán que ser aún mayores de
lo esperado. Así que olvídese de las prisas cuando vaya a la Seguridad Social
porque es probable que el médico que le toque además de atender la consulta
deba atender las urgencias. Es probable que su ritmo cardíaco se acelere y su
presión arterial se descompense. Olvídese, la enfermera es compartida y es
probable que no esté en la consulta ya que tiene otros quehaceres como realizar
electrocardiogramas, atender en urgencias o cualquier otra actividad que esté
cubriendo por los recortes. Pero usted tranquilo-a porque lo más probable es
que en breve el Partido Popular privatice lo que queda de la Sanidad Pública
con lo cual ya no tendrá que esperar porque o tiene seguro privado o usted está
privado de tener una vejez sosegada.
Dicho lo
anterior y visto los resultados electorales he de felicitar al autor-ra o
autores del escrito que apareció en varias consultas de enfermería de
hospitales públicos de la Comunidad de Madrid, que suscribo íntegramente, cuyo
texto, por si no lo han podido conocer a través de su publicación en los
medios, dice textualmente: “Queremos informar de que a partir del día de hoy no
se admitirán opiniones ni quejas sobre listas de espera, recortes en sanidad,
sustituciones de personal, reducciones de plantilla o cualquier otro problema
de índole política relacionada con la sanidad pública. Esto es una consulta de
Enfermería, no es un consultorio, ni un confesionario, ni un lugar para
quejarse de la pésima situación del sistema sanitario. El momento para mostrar
descontento o cambiar fue el pasado 26 de junio de 2016".
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