Lorenzo de Ara
“Hay algo peor que ser un fanático de un extremo y es ser
un fanático de la ambigüedad: que todos me crean de los suyos. Sobre todo, si
manda la izquierda, que en España desde 1975 siempre manda por duplicado: en el
BOE y en las conciencias”, Jorge Bustos dixit.
¿Alguno de entre ustedes resquebraja esta máxima?
Imposible. Del todo.
La izquierda está bendecida para ejecutar (nada de realizar
o llevar a cabo) todo tipo de barbarie intelectual.
El populacho, que nació ya convencido de que la izquierda
es fetén y la derecha la hija de puta que va en busca y captura de los más
humildes y desprotegidos (entre ellos yo), perdona y se convierte en peón de
las atrocidades de esa izquierda.
Y la vota una y otra vez.
Más fiel que el perro Orfeo de “Niebla”.
“Ningún partido representa a nadie con fidelidad, pero hay
dos siglas a las que se sigue votando pese a la crisis de representación. Ese
votante de pinza naricera es el que construye hegemonía. Ese votante socialista
que perdona a Sánchez su mentira y su cinismo y ese votante popular que perdona
a Casado su confusión y su bisoñez”, de nuevo Jorge Bustos dixit.
Y es que Casado no termina de hacerse mayor. Verán, Casado
representa, a mí me lo parece, un hombre que ha sido puesto a patrullar las
calles de un pueblo pero sin saber que los vecinos están más a favor de los
indios y delincuentes que de la ley que el sheriff encarna.
Solito ante el peligro del psoe y nacionalismos varios,
Casado usa pañales. ¿Lo huelen?
Y leyendo a José Ignacio Torreblanca, consigue el
periodista que me detenga un instante en este hecho, ciertamente relevante: que
el acuerdo de coalición PSOE-Podemos no incluye ni una sola palabra sobre
política exterior, defensa y seguridad.
Aquí vale un paréntesis. Por lo menos imaginario.
Tiene el populacho y la profesión periodística aprensión
hacia lo exterior. Existen diarios digitales que no informan de lo que ocurre
más allá de nuestras fronteras. Tan interiorizado tenemos nuestro interés por
lo interior que hablamos de lo de casa y de esa manera agigantamos aún más
nuestra ignorancia y liviandad entre las naciones libres.
El localismo es el Covid-9 de la política en España.
A alguien que también escribe le agradezco algo chachi:
“Delibes nos recuerda que escribir es algo más que un mero ejercicio de
redacción. Explicar, insinuar, sugerir. En suma, narrar, que es lo que blinda
la posteridad de los novelistas frente a la fugacidad de las letras que juntan
columnistas y escritores de periódicos.”
Y perdonarán ustedes que no cite el nombre del periodista,
pero es que me despisté por completo y al concluir de copiar el párrafo no
anoté el nombre del plumilla. Cosas que pasan.
Viene a cuento porque sigo erre que erre con la rapacidad
de los mendaces en el periodismo local. Y vuelvo a pensar en ti, gacetillero.
No es que me obsesione tu popularidad. En realidad me
preocupa que un representante del buenrrollismo se camele a la plebe y a
compañeros de profesión.
Por ejemplo, ese ministro de Universidades, Castells, que
escucha solo a los que queman, escrachean, golpean y secuestran la libertad,
debería quedarse una semana en la casa del gacetillero del Puerto del Puerto de
la Cruz, ¿futuro cronista oficial de la ciudad?
Castells es un ser despreciable, tanto o más que Junqueras,
Sánchez.
Es la viva realidad de un izquierdismo violento e
incendiario. Y parece una mosquita muerta, como nuestro gacetillero. ¡Quiá!
El socialismo lleva la sicalipsis en vena.
El gacetillero portuense (y es probable que deba señalar a
más de uno) tiene un grado de credibilidad en la profesión equiparable al plan
contra la despoblación presentado por Sánchez en La Rioja. Todo él vacío de
contenido.
O sea, tú mismo.
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