Javier
Lima Estévez. Historiador
Dentro
del ciclo festivo del Carnaval, el ritual del Mataculebra constituye un acto
esperado y seguido. Su origen se remonta a la isla de Cuba y su llegada hasta
nuestro territorio nos aproxima ante una muestra más del contacto entre ambas
orillas. Cada año, el punto inicial se marca en la Punta del Viento. Niños y
niñas del municipio, alumnos y alumnas de diversos centros educativos del
lugar, inician el acto con la misma forma y representación que, con
posterioridad, interpretarán los adultos. Cantan al unísono, tocan el tambor y
finalizan su escenificación con la petición de dinero en sus sombreros a los
espectadores. Tras ellos y su despedida entre aplausos por parte de los
asistentes inician el acto miembros del Grupo Folklórico de la Facultad de
Educación de la Universidad de La Laguna. Al igual que los niños, con la cara, los
brazos y las piernas cubiertas de color negro, bailan y cantan al ritmo de una
música que se convierte fácilmente en pegadiza. En los cantos y la música
participan tanto hombres como mujeres. El sonido del tambor marca la base de un
ritmo y de una representación que tiene como escenario diversas calles portuenses.
A su paso, con ritmo de desfile, los locales y los foráneos se agrupan para
observar con sorpresa y cierta dosis de curiosidad la escenificación. Nadie
queda indiferente.
El
origen de todo ello se remonta a Manuel Díaz El Catalina, cuyo espíritu inquieto aún permanece en la memoria de
muchos. Tras su fallecimiento en 1948 y, con el pasar de los años, la actividad
que tal hombre impulsó desde la isla de Cuba se perdió. La sensibilidad, el
esfuerzo y la constancia del profesor Manuel J. Lorenzo Perera se lograría
materializar en su recuperación en el municipio turístico, con la realización
de entrevistas a los que le conocieron, tanto a través de familiares como
vecinos. Gracias a la actividad desarrollada por numerosos portuenses (especialmente
del núcleo de La Ranilla) que conservaron la letra original recitada por Manuel
Díaz El Catalina, se logró retomar
una propuesta que sigue vigente. Sobre su vida nos habló una de las personas
asistentes al acto, Lola Acosta, quien aprendió la letra siendo muy joven de la
voz del propio Manuel Díaz El Catalina.
Un
acto que, sin lugar a dudas, forma parte del Carnaval y cuya presencia debe
seguir siendo parte de su identidad.
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