Pedro Ángel González Delgado
La esposa con los brazos cruzados, de pie, el ceño
fruncido, y con cara de pocos amigos espera a su marido en la cocina. Cuando
éste entra, sin ni siquiera el esperado beso en la mejilla, le pregunta dónde
ha pasado toda la noche. El consorte, sorprendido por la falta de confianza de
quien ha presupuesto que jamás debe dudar de él, responde sin ningún tipo de
temblor en la voz que ha ido al aeropuerto a saludar a un amigo. La mujer,
sorprendida, cuestiona esa versión ya que sabe, a ciencia cierta, que la persona
a la que se refiere no es ni conocido. Ante esa situación, y con el mismo tono
despótico, reconoce a su cónyuge que tuvo un encuentro casual con su ex novia
en el aeropuerto pero que, simplemente, la saludó y poco más.
¿Cómo dices?, le espetó incrédula. ¿Necesitas toda una
noche para un encuentro por casualidad? Pero, ¿me has tomado por tonta?,
continuó la esposa con una actitud cada vez menos comprensiva y que, como es
natural, obliga al cónyuge a aclarar que tuvo un encuentro de no más de veinte minutos,
pero, que no debía preocuparse, porque ni siquiera ella llegó a salir del
avión.
Ante esas absurdas explicaciones, con el color de la cara
cada vez más rojo por aguantarse y no decirle un improperio a quien la toma por
idiota, la mujer vuelve a realizar la lógica reflexión, consistente en saber
para qué necesita una noche entera para un encuentro de no más de veinte
minutos. A la vista de la incoherencia en el relato, el acorralado marido
reconoce que estuvo con ella en la sala VIP (“Very Important People”) del
aeropuerto al que supuestamente había acudido por casualidad, si bien se afana
en insistir que no pasó nada, que solamente estuvo con ella esa noche para
evitar un incidente, no se sabe cuál, pero que, en todo caso, habría que darle
hasta las gracias. Como todos nos podemos imaginar, la esposa, ya en cólera,
porque además de saber que no le dicen la verdad, la toman por imbécil,
comienza a expresar ya su absoluta desconfianza, si bien, a pesar del enfado,
todavía tímidamente, aunque ya no puede disimular. Por eso, para calmarla, el
engreído marido le aconseja que esté tranquila, pues no estuvo solo con la
dichosa mujer que ha quebrado la confianza en la relación, ya que con ellos
estuvo su amigo Koldo.
¿Qué?, gritó ya desesperada la esposa. ¿Con tu amigo el de
los puticlubs?, le interroga. Sin dejarlo siquiera contestar, le dirige una
mirada que dejaría helado a cualquiera y, como de un jarro de agua fría, le
espeta: por cierto, ¿dónde conociste a Koldo? ¿Te hiciste amigo suyo porque era
concejal o en la casa de citas donde trabajaba? No quiero saberlo, sobre todo
porque Fernando, otro que crees que es tu amigo, ya me había dicho que esa
mujer venía. No me mires así, José Luis. Sí, Fernando, aquél del que tu otra
amiga Lola se burla de su orientación sexual.
Pues, ¿sabes lo que te digo?, acierta a decir el marido,
pero con la misma voz de altanería de siempre, que yo he venido para quedarme y
de aquí no me hecha nadie.
Como todos podemos presuponer, el marido en el supuesto
antes ideado o bien marcharía con las
maletas - no cuarenta y una - fuera de la casa o bien, en el mejor de los
casos, dormiría en el sofá, no ya únicamente por traicionar la confianza en él
depositada, sino principalmente por mentir de forma absolutamente descarada y,
además, sin avergonzarse de ello. Pero claro, eso sería en un mundo “facha”
porque en el “progre”, un ministro puede falsificar la verdad hasta con seis
versiones distintas a toda la sociedad española y aquí no pasa nada. Como dice
la vicepresidente Carmen Calvo, “Venezuela no le importa a nadie”. A su vez,
puede ir acompañado de su amigo, al que enchufó como consejero en Renfe, y aquí
no pasa nada. Por cierto, era el cuidador de las puertas del club de alterne,
es decir, donde se turnan, de nombre “Rosalex”. Es que con esto de las casas de
citas y la ley y los del partido de la rosa, entre los EREs y el amigo del
ministro José Luis Ábalos, Koldo García Izaguirre, vamos a conocerlos a todos.
Lo de la defensa de la dignidad de la
mujer se lo dejamos a la ministra de igualdad, Irene Montero, que para algo
está ahí por ser la novia del vicepresidente, Pablo Iglesias, que aquí no pasa
nada.
El ministro Ábalos, a la sazón secretario general del PSOE,
olvidó, si alguna vez conoció la filosofía del esclavo estoico Epicteto, que
decía que la verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre
complicidad. Por eso, se ha evidenciado que se reunió dos veces y a lo largo de
toda una madrugada, en suelo español, y en una sala VIP, de esas que le gustan
a los de izquierda, con la vicepresidente socialista de Venezuela, Delcy Eloína
Rodríguez Gómez, hija del fallecido fundador del partido marxista Liga
Socialista. Esta mujer, que no la ex novia a la que se hacía referencia
anteriormente en la historia imaginada, tiene prohibida su entrada en el
espacio Schengen, esto es, en Europa y, por tanto, también en España, pero aquí
no pasa nada. El ministro socialista solamente la acompañó para dar un paseo con
ella por el aeropuerto para que no estuviera sola en la sala VIP, y que no
tuviera que pasar el control de pasaportes, ni esperar la revisión de las
cuarenta y una maletas que entraron en España. A buen seguro, todo esos bultos,
el equipaje que no el vigilante de las puertas, iban llenos de maquillaje, y no
hay que ser mal pensados y creer que porque Raúl Morodo, ex embajador
socialista de España en Venezuela y, presuntamente todavía, oculte cuentas
bancarias millonarias en Suiza y su familia, también supuestamente aún, haya
participado en una trama para obtener treinta millones de euros de la principal
petrolera venezolana, tengamos que imaginar que toda esa valija que entró sin
control era el pago por algo. Que este gobierno paralelamente le haya retirado
el apoyo público al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, es mera
casualidad.
Al final, la culpa que el ministro mienta es de los
“fachas”. Si no le preguntaran los socialistas, no tendría que faltar a la
verdad. La responsabilidad de incumplir las prohibiciones de entrada de una
mujer vinculada al narco tráfico y grupos criminales organizados es de la
“derechona fascista”. Si no hubiesen puesto esas sanciones, pues el ministro no
tendría que haber evitado que se aplicaran. El pecado es de todo aquél que no
sea socialista, ya que si no preguntan por todas esas maletas, nadie se hubiera
enterado que el oro de Venezuela se está sacando en aviones privados. Lo
importante, lo sustancial de verdad para la izquierda, es haber estado en su
día mas de dos meses viendo, a todos horas y en todas las televisiones, como la
popular Esperanza Aguirre aparcaba su coche en doble fila para sacar doscientos
euros del cajero. Deben creer que observar al ministro socialista paseando a
miss Delcy por un aeropuerto con más de cuarenta maletas, no tiene interés
informativo ni, por supuesto, tampoco para la Fiscalía, que para algo la dirige
Lola, la que se burlaba de Fernando.
Mientras tanto, aquí no pasa nada.
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