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viernes, 21 de febrero de 2020

PASEANDO A MISS DELCY


Pedro Ángel González Delgado

La esposa con los brazos cruzados, de pie, el ceño fruncido, y con cara de pocos amigos espera a su marido en la cocina. Cuando éste entra, sin ni siquiera el esperado beso en la mejilla, le pregunta dónde ha pasado toda la noche. El consorte, sorprendido por la falta de confianza de quien ha presupuesto que jamás debe dudar de él, responde sin ningún tipo de temblor en la voz que ha ido al aeropuerto a saludar a un amigo. La mujer, sorprendida, cuestiona esa versión ya que sabe, a ciencia cierta, que la persona a la que se refiere no es ni conocido. Ante esa situación, y con el mismo tono despótico, reconoce a su cónyuge que tuvo un encuentro casual con su ex novia en el aeropuerto pero que, simplemente, la saludó y poco más.

¿Cómo dices?, le espetó incrédula. ¿Necesitas toda una noche para un encuentro por casualidad? Pero, ¿me has tomado por tonta?, continuó la esposa con una actitud cada vez menos comprensiva y que, como es natural, obliga al cónyuge a aclarar que tuvo un encuentro de no más de veinte minutos, pero, que no debía preocuparse, porque ni siquiera ella llegó a salir del avión.

Ante esas absurdas explicaciones, con el color de la cara cada vez más rojo por aguantarse y no decirle un improperio a quien la toma por idiota, la mujer vuelve a realizar la lógica reflexión, consistente en saber para qué necesita una noche entera para un encuentro de no más de veinte minutos. A la vista de la incoherencia en el relato, el acorralado marido reconoce que estuvo con ella en la sala VIP (“Very Important People”) del aeropuerto al que supuestamente había acudido por casualidad, si bien se afana en insistir que no pasó nada, que solamente estuvo con ella esa noche para evitar un incidente, no se sabe cuál, pero que, en todo caso, habría que darle hasta las gracias. Como todos nos podemos imaginar, la esposa, ya en cólera, porque además de saber que no le dicen la verdad, la toman por imbécil, comienza a expresar ya su absoluta desconfianza, si bien, a pesar del enfado, todavía tímidamente, aunque ya no puede disimular. Por eso, para calmarla, el engreído marido le aconseja que esté tranquila, pues no estuvo solo con la dichosa mujer que ha quebrado la confianza en la relación, ya que con ellos estuvo su amigo Koldo.

¿Qué?, gritó ya desesperada la esposa. ¿Con tu amigo el de los puticlubs?, le interroga. Sin dejarlo siquiera contestar, le dirige una mirada que dejaría helado a cualquiera y, como de un jarro de agua fría, le espeta: por cierto, ¿dónde conociste a Koldo? ¿Te hiciste amigo suyo porque era concejal o en la casa de citas donde trabajaba? No quiero saberlo, sobre todo porque Fernando, otro que crees que es tu amigo, ya me había dicho que esa mujer venía. No me mires así, José Luis. Sí, Fernando, aquél del que tu otra amiga Lola se burla de su orientación sexual. 


Pues, ¿sabes lo que te digo?, acierta a decir el marido, pero con la misma voz de altanería de siempre, que yo he venido para quedarme y de aquí no me hecha nadie.

Como todos podemos presuponer, el marido en el supuesto antes ideado o  bien marcharía con las maletas - no cuarenta y una - fuera de la casa o bien, en el mejor de los casos, dormiría en el sofá, no ya únicamente por traicionar la confianza en él depositada, sino principalmente por mentir de forma absolutamente descarada y, además, sin avergonzarse de ello. Pero claro, eso sería en un mundo “facha” porque en el “progre”, un ministro puede falsificar la verdad hasta con seis versiones distintas a toda la sociedad española y aquí no pasa nada. Como dice la vicepresidente Carmen Calvo, “Venezuela no le importa a nadie”. A su vez, puede ir acompañado de su amigo, al que enchufó como consejero en Renfe, y aquí no pasa nada. Por cierto, era el cuidador de las puertas del club de alterne, es decir, donde se turnan, de nombre “Rosalex”. Es que con esto de las casas de citas y la ley y los del partido de la rosa, entre los EREs y el amigo del ministro José Luis Ábalos, Koldo García Izaguirre, vamos a conocerlos a todos. Lo de  la defensa de la dignidad de la mujer se lo dejamos a la ministra de igualdad, Irene Montero, que para algo está ahí por ser la novia del vicepresidente, Pablo Iglesias, que aquí no pasa nada.


El ministro Ábalos, a la sazón secretario general del PSOE, olvidó, si alguna vez conoció la filosofía del esclavo estoico Epicteto, que decía que la verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad. Por eso, se ha evidenciado que se reunió dos veces y a lo largo de toda una madrugada, en suelo español, y en una sala VIP, de esas que le gustan a los de izquierda, con la vicepresidente socialista de Venezuela, Delcy Eloína Rodríguez Gómez, hija del fallecido fundador del partido marxista Liga Socialista. Esta mujer, que no la ex novia a la que se hacía referencia anteriormente en la historia imaginada, tiene prohibida su entrada en el espacio Schengen, esto es, en Europa y, por tanto, también en España, pero aquí no pasa nada. El ministro socialista solamente la acompañó para dar un paseo con ella por el aeropuerto para que no estuviera sola en la sala VIP, y que no tuviera que pasar el control de pasaportes, ni esperar la revisión de las cuarenta y una maletas que entraron en España. A buen seguro, todo esos bultos, el equipaje que no el vigilante de las puertas, iban llenos de maquillaje, y no hay que ser mal pensados y creer que porque Raúl Morodo, ex embajador socialista de España en Venezuela y, presuntamente todavía, oculte cuentas bancarias millonarias en Suiza y su familia, también supuestamente aún, haya participado en una trama para obtener treinta millones de euros de la principal petrolera venezolana, tengamos que imaginar que toda esa valija que entró sin control era el pago por algo. Que este gobierno paralelamente le haya retirado el apoyo público al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, es mera casualidad.

Al final, la culpa que el ministro mienta es de los “fachas”. Si no le preguntaran los socialistas, no tendría que faltar a la verdad. La responsabilidad de incumplir las prohibiciones de entrada de una mujer vinculada al narco tráfico y grupos criminales organizados es de la “derechona fascista”. Si no hubiesen puesto esas sanciones, pues el ministro no tendría que haber evitado que se aplicaran. El pecado es de todo aquél que no sea socialista, ya que si no preguntan por todas esas maletas, nadie se hubiera enterado que el oro de Venezuela se está sacando en aviones privados. Lo importante, lo sustancial de verdad para la izquierda, es haber estado en su día mas de dos meses viendo, a todos horas y en todas las televisiones, como la popular Esperanza Aguirre aparcaba su coche en doble fila para sacar doscientos euros del cajero. Deben creer que observar al ministro socialista paseando a miss Delcy por un aeropuerto con más de cuarenta maletas, no tiene interés informativo ni, por supuesto, tampoco para la Fiscalía, que para algo la dirige Lola, la que se burlaba de Fernando. 

Mientras tanto, aquí no pasa nada.

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