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miércoles, 5 de febrero de 2020

EL AVIÓN DEL CD MÁLAGA, SEPTIEMBRE DE 1956


Evaristo  Fuentes Melián 

Un amigo me envía por correo SMS una foto de la Avenida de La Trinidad lagunera, en la década de los años cincuenta, siglo XX. Es una panorámica a lo largo de dicha avenida, en la que en la acera del lado Este, lado del mar, no había ninguna edificación.

Yo tuve la experiencia en la ULL de matricularme en el Selectico Común de Ciencias, y empecé a ir a clases en octubre de 1956. Íbamos en la  guagua del Norte, atravesando todos los pueblos con varias paradas, por la carretera general (no había autopista). Pero siempre tardaba cincuenta minutos, de La Orotava a La Laguna. No había colas y más colas como ahora…

Salía del Puerto de la Cruz y media hora más tarde desde de La Orotava. La guagua nos dejaba en la esquina de la calle Herradores (entonces de Francisco Franco), y de allí, andando a la ULL por Heraclio Sánchez, pues en 1956 la Avenida de La Trinidad no estaba transitable todavía.

Quiero contar un suceso que coincidió con los primeros días en que yo iba a la ULL. Fue el avión de Aviaco DC 6B (cuatro motores de hélice) que, por turbulencias extrañas  no alcanzó la cabecera de la pista del aeropuerto TF Norte-Los Rodeos  (antes de la ampliación) y cayó a corta distancia del aeropuerto norteño. En el avión venía el CD Málaga a jugar un partido de Liga de Segunda División. Pero lo milagroso es que todos sus ocupantes –tripulación y pasajeros—salieron por su propio pie del avión siniestrado; aunque una anciana que vivía en una chabola donde cayó el avión, resultó ser la única víctima mortal.

Total, que el partido Tenerife-Málaga de Segunda División, se atrasó dos días y se jugó el martes siguiente. Fue un partido bronco, de mucha leña. Uno de los jugadores del Málaga se apellidaba Borredá, y cuando el CD Tenerife subió a Primera en una única temporada, la 1961-62, Borredá fichó y jugó en el Tete.

El 3 de octubre de 1956, un grupo de estudiantes del Norte de la isla fuimos andando desde la ULL a ver los restos del avión, cerca de donde hoy está la estatua del Padre Anchieta. Seguramente en este corto espacio de tiempo ya habían retirado parte del fuselaje del avión accidentado, y lo que quedaba en el abrupto terreno eran algunos restos.

Nota adicional: para quienes creen en los milagros,  este accidente, del que salieron del avión todos ilesos y por su propio pie, sin ninguna rotura ni herida de importancia, es motivo contundente e inequívoco para reafirmarse en sus creencias.

Espectador

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