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sábado, 8 de febrero de 2020

PREGÓN PARA UN CARNAVAL ROMPEDOR


Salvador García Llanos

Acudimos atraídos por el pregón de Abubukaka pero pudimos ver algo más. Un escenario natural, la remodelada plaza Concejil, intersección de las calles Iriarte y San Juan, con la respetada fachada de la Casa Ventoso (antiguo colegio de los padres Agustinos) como decorado y una eritrina casi esquelética. Faltó un rótulo en el que se leyera Carnaval pero, bueno, había luminosidad de sobra, con el cuarto creciente añadido, y unas letras gigantescas con el nombre del municipio envuelto en bombillas. La plataforma, al final, se quedó pequeña para acoger el anticipo caranavalero al que se sumaron los primeros participantes.

Vimos algo más, en efecto, que la comicidad del cada vez más esperado grupo de humor tinerfeño (“No somos nadie pero ustedes tampoco”), al que le encomendaron el pregón de la fiesta, una pieza muy grácil y divertida, apropiada y alejada de los convencionalismos. Tenía que ser así: atractiva, insinuante, ocurrente, plena de gags, motivadora de sonrisas y si fuera menester, de carcajadas. Es -téngase en cuenta- el Carnaval de los musicales.

Abubukaka se ha familiarizado con el Puerto y se ha granjeado las simpatías superando algunas incomprensiones y visiones retorcidas de su arte. El grupo compuesto por Carlos Pedrós, Diego Lupiáñez, Víctor Hubara y Amanhuy Calayanes tiró de improvisación localizando trayectos, rincones, fiestas y hasta usos sociales portuenses antes de que Lupiáñez -dotado de pergamino (sic) en blanco- recitara lo más parecido a la alegoría que, aunque no lo parezca, es un término muy carnavalero. Con brevedad, tratando de secuenciar ambientes y números de programas que pugnan contra la rutina, deslizando gracietas y sarcasmos rimados, Abubukaka entretuvo y salió airoso, con espontaneidad y pensamiento localista, a sabiendas de que es difícil hacer divertir, máxime cuando improvisar ajustándose a una escaleta, se complica.

Fue el suyo, pues, un pregón innovador, quizás buscando otros cánones, en medio de un contexto rompedor. El acto fue un reflejo de la creatividad que el Carnaval exige, apto para todos los públicos, ese aperitivo que luego ha de cuajar en sabrosos platos. Eso es básico si se quiere una celebración propia y diferenciada que acredite un nivel respetable que los seguidores valoren y aprecien, pero sobre todo, para no quedarse en meros espectadores sino para impulsar y dinamizar el quehacer. Si la fiesta la hace el pueblo, este debe demostrarlo. Participando, sobre todo. Ese arte efímero -el pregón de Abubukaka también lo fue- se renueva con afanes y apetitos innovadores.

Es legítimo el propósito de recuperar el Carnaval portuense. Si la senda es la iniciada en la plaza Concejil, parece la acertada. Pero que sepan todos que es costoso atravesarla. Que requiere más ideas, mejor estructura, más imaginación y más trabajo.

Un Carnaval de personalidad propia, que empezó en la calle, donde se tiene que vivir y palpar la esencia. El portuense de los musicales, bien conducido por Pedro Rodríguez (SER), arrancó con  fragmentos de Evita y Jesucristo Superstar, con la modalidad del trono -guiño a la igualdad- por el que competirán al unísono niñas y niños, con presencia de la siempre guapa, ex miss, Cande Rodríguez Pacheco, que lanzó su mensaje estimulante, con Pepe 'el de Gundemaro' disfrazado entre el público, que para eso es el mascarón eterno, con diseños muy originales y con canción propia u oficial (“Con tacón voy p'al Puerto”) para toda la fiesta creada por Jhonny Maquinaria que actuó con garra... para unirse al contexto rompedor.

Buen principio. Vimos algo más que el pregón. A ver si el desarrollo, hasta la apoteosis de Martiánez, es mejor. 

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