Pedro A. González
Podría decirse que las noticias que nos llegan en
estos últimos meses desde Cataluña han colmado el vaso de la paciencia de los
españoles, quienes, con resignación, ven como los informativos una y otra vez
nos sacuden con las noticias relativas a Carles Puigdemont, Oriol Junqueras,
Elsa Artadi y compañía. De esta forma, si al resto de los españoles nos aburren
ya con unos pocos meses, podemos llegar a la conclusión, sin temor al error,
que quienes han recibido proclamas independentistas durante más de treinta
años, que son los que lleva gobernando CIU (ahora se llama PDeCAT y/o JpC
porque los pillaron robándoles el 3% a todos los catalanes), principalmente de
TV3 y otros medios de comunicación a sueldo, han acabado o bien desquiciados o
bien adoctrinados, pues únicamente así se puede llegar a comprender
determinados comportamientos.
Y es que
ciertamente se desprende un cierto tufillo supremacista en el mensaje catalano
independentista, tal y como recientemente la profesora de la Universidad de
Copenhague Marlene Wind, Directora del Centro de Política Europea, quien ha
manifestado en una entrevista que el discurso de los independentistas no lo
escuchábamos en Europa desde la II Guerra Mundial. Tal es así que, cuando oímos
que se justifica la independencia porque “España nos roba”, no deja de ser la
creencia del independentista que es mejor que el resto de españoles, que está
por encima de ellos, y que es más productivo que el resto. Sólo teniendo en
cuenta esto podemos llegar a entender como Josep Rull llegó a afirmar que
aspiran a una Cataluña libre y gloriosa, cuya supervivencia depende de derrotar
a sus poderosos enemigos.
Muchos
amigos del “buen ismo” se echarán las manos a la cabeza con la lectura del
titular de este artículo que, al final, no deja de ser una reflexión,
equivocada o no, de los motivos por los que se ha llegado a esta situación,
pero que, sin lugar a dudas, pone de manifiesto que por parte de los
independentistas, consciente o inconscientemente, se creen mejores que los
demás por el mero hecho de haber nacido y, a veces, sólo por haber crecido, en
la comunidad autónoma de Cataluña. Tal es así que, el hasta hace poco
vicepresidente de esa región, Oriol Junqueras (hoy en prisión preventiva),
llegó a afirmar en un artículo de opinión la existencia de diferencias
genéticas entre los catalanes y el resto de españoles, creando la “raza
catalana”, realizando un cierto paralelismo con el ya olvidado RH negativo de
Arzallus que, según él, tenían los vascos.
Y lo más
curioso de todo es que la defensa de estas tesis, podríamos quizá decir
supremacistas, se hace alegando la defensa de la democracia, porque ellos
afirman ser más democráticos que los demás, lo que nos recuerda aquella frase de la
senadora Padmé cuando el canciller Palpatine se hacía con el poder: “así es
como se muere la libertad, con un estruendoso aplauso”. No permitamos que
quienes manipulan la democracia a su antojo con el único fin de proteger sus
intereses nos hagan que el resto, los que pretendemos que se respete la ley,
nos creamos que no somos democráticos.
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