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domingo, 25 de febrero de 2018

EN LAS PROFUNDIDADES DE JINÁMAR


Salvador García Llanos

La voluntad pedagógica divulgativa es innegable en La sima del olvido (Boliche Productions), el largometraje documental de Juan José Monzón, proyectado en la noche del viernes en el Instituto de Estudios Hispánicos (IEHC). Tal es así que la obra termina resultando un antes y un después en el contexto de la lucha por la memoria histórica en Canarias.

La sima es Jinámar, en Telde (Gran Canaria), una localización que inspiraba -e inspira- miedo, temor, una suerte de tabú que realizaciones como la de Monzón, con la voluntad antedicha, va quebrando. Porque el documental, confeccionado desde distintas perspectivas metodológicas, contiene valiosos testimonios que nos trasladan a los horripilantes hechos contextualizados en la represión en plena guerra incivil y a su terminación. Jinámar es el punto final, el último disparo, el empujón, la barbarie, el abuso, el afán asesino... pero también el oscurantismo, lo insondable, el olvido...

Este es el valor de La sima del olvido, hecho sin apasionamiento ni artificialidad, sin sesgo revanchista alguno. Este es un trabajo holístico que enriquece el imaginario colectivo. Los historiadores e investigadores aportan el fruto de sus trabajos. Familiares descendientes de personas que desaparecieron para siempre en la sima explican con lujo de detalles cómo fueron sacadas de sus domicilios, cuando operaban las brigadas del amanecer. Geólogos explican las características de esta chimenea volcánica demostrando que no tenía salida al mar, como tantas veces se repitió. Bioarqueólogos, genetistas y profesionales de la medicina forense exponen detalles de la investigación científica. El periodista y escritor José Luis Morales, autor del libro Sima de Jinámar, va conectando aspectos de su trabajo investigador, incluso el de las amenazas recibidas. Las imágenes de la entrada y alrededores de la chimenea tomadas desde drones son muy ilustrativas, como el descenso del propio Juan José Monzón haciendo de espeleólogo hasta el fondo de la sima, siguiendo los pasos y la búsqueda incansable de Juan Cantero que no puede por menos que emocionarse cuando va describiendo sus experiencias en búsqueda de restos, de más pruebas y hasta encontrar una ajada y supermarchita corona de flores que allí quedó acaso como último tributo a quienes murieron en la oscuridad más horrenda.

La trama discursiva está construida con rigor y tiene todo el sentido de mostrar, sin distorsiones artificiales, sin recursos cinematográficos, lo que allí pudo haber ocurrido. Un cráneo con un orificio, otros restos óseos, algunos objetos recuperados son las pruebas, válidas para seguir investigando. La resistencia hasta el empujón final del 'Pollo florido', un destacado practicante del deporte vernáculo, es otro episodio emotivo. El papel del obispo Pildain, con sus luces y sus sombras, es también interpretado para sustanciar el temor que, en la población, durante mucho tiempo, suscitaba todo cuanto rodeaba los sucesos de la sima.

Que, con este documental, por cierto, ya no es tanto del olvido. Ahora aspira a un museo de sitio, con un lugar en la historia. Para que esa parte tan desgraciada no vuelva a repetirse.

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