Evaristo Fuentes Melián
Prólogo. Exposición de motivos. - Quizá no fuera
necesario construir el Puente entre las calles Carrera y Calvario de La Orotava
(años 1960-65 aproximadamente), demoliendo para su ejecución el edificio de la
Juventud Católica y la casa vivienda y carpintería anexa. Se hubiera
solucionado el problema (si es que lo había) agilizando la circulación de
vehículos en la zona urbana circundante (principalmente calles Carrera,
Calvario, San Agustín y Tomás Zerolo), con la habilitación de edificios para
aparcamientos, como los que luego se habilitaron, por ejemplo, en la calle de
La Iglesia, zona de San Agustín, La Sidrona, etc.
Antecedentes. - Desde los años cincuenta, siglo
XX, empezó a bullir en el pueblo la idea de construir este Puente de unión
rectilínea entre las calles del Calvario y La Carrera. Hay un testimonio
significativo: cuando nos visitó en 1958 Juanito Navarro con su compañía de
revistas, escenificaba pequeños episodios humorísticos, y en uno de sus ‘gags’
(golpes) en el escenario de la hoy Sala Teobaldo Power, hablando de un tema de
la trama que tenía dificultades, dijo:
“¡Este asunto es más complicado que hacer el
Puente entre las calles Carrera y Calvario!”.
Era un detalle de agradecer a Juanito Navarro, que
en las localidades donde actuaba, se iba enterando de los problemas respectivos
para luego soltarnos jocosamente…Muchos años más tarde, Juanito Navarro
(1924-2011) fue candidato derrotado a la presidencia del Real Madrid.
En los años cincuenta, en localidades como La
Orotava donde “nos conocemos todos”, solamente tenían coche privado algún
terrateniente de la aristocracia, el notario, unos pocos empresarios de grandes
almacenes y algún profesional liberal. Conocí a un médico en concreto, que
terminó su carrera en 1950 y se compró su primer coche cinco años después.
Además de las guaguas encarnadas, también había una parada de taxis para la
gente pudiente (en el vulgo: ‘gente rica’) y otra de coches piratas que salían
hacia Santa Cruz según se iban llenando.
Construcción del Puente. - Auspiciado por los
ediles y la novelería de las fuerzas vivas e influyentes creadores de opinión
favorable en la mayoría de la población, se procedió a la construcción del
Puente Carrera-Calvario, que resultó ser un mazacote de hormigón sin gracia
ninguna, que deja amurallado cual muro de las lamentaciones el costado sur del
olvidado callejón de Los Rosales, situado en cota inferior. Luego,
paulatinamente, se fue mejorando urbanísticamente, con edificaciones en el
costado sur del Puente, junto a la plaza del Kiosco o Constitución, y se
embelleció con una bonita baranda rematada con artísticos macetones por el lado
norte, desde donde se divisa una bella panorámica rematada por nuestro inmenso
océano Atlántico; es la misma panorámica, por cierto, que se veía junto a los
bancos de cemento para el sosiego de la clase proletaria, existentes en dicha
plaza desde antes de hacer el Puente.
Aún se conserva en el tramo final del Puente,
cerca de La Carrera, un pequeño quiebro en la acera norte, con su buzón de
correos, donde dan ganas de hacer pipí (dicho sea, en plan cursi), si vienes
festivamente atiborrado de copas… Es una esquinita muy apropiada para ello. Y
perdonen el chiste fácil y grosero.
Epílogo. - Después de tantos años, volver a cuestionar
la idoneidad de este Puente quizá parezca extemporáneo y anacrónico; pero estas
líneas, queridos lectores, son sólo un bosquejo crítico. En principio, ese
Puente fue un adefesio en medio de un barranco.
Como diría un mago: “Sin necesidad ninguna”.
Espectador
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