Agustín Armas
Hernández
…Terminaba mi
anterior artículo, dando constancia de las sociedades de recreo y de clubs que
existían en el Puerto de la Cruz en el año 1954. Hoy, sin más preámbulos, para
no extenderme demasiado, paso a relatar otros acontecimientos que tuvieron
lugar en la cuidad portuense aquel mismo año.
TERCER CURSO
DE INVIERNO PARA EXTRANJEROS: Del 4 de marzo al 4 de abril tuvo lugar en el
Puerto de la Cruz el tercer curso de invierno para extranjeros, lo organizó la
Universidad de San Fernando de La Laguna bajo la dirección del Magnifico y
Excelentísimo Sr. Rector Dr. Alberto Navarro González.
Asistieron al
mismo unos ochenta alumnos de diferentes nacionalidades. La apertura tuvo lugar
en la magnífica terraza del Hotel Martiánez, amenizando el acto el cuadro
folklórico de La Vera (Puerto de la Cruz). De su variado repertorio musical
hizo gran alarde, siendo la admiración y deleite de cuantos asistieron a dicha
apertura.
Durante el
curso pronunciaron conferencia los doctores Entrambasaguas y Montero Díaz, de
la Universidad Central; Navarro, Hernández-Rubio, Álvarez Delgado, Gitrana,
González González, Pino Pérez e Iglesias Cubría, de la Universidad de La
Laguna. Sánchez Castañez, de la Universidad de Valencia y Alvar López de la
Universidad de Granada.
Asimismo
tomaron parte los profesores de la Universidad de La Laguna, doctores Máximo
Martin Aguado y Alejandro Ciaranescu. El citado curso fue clausurado,
solemnemente, en la Universidad de La Laguna, estando el discurso de clausura a
cargo del Ilmo. Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Dr. Elías Serra
Ráfols.
VARIAS COSAS DEL PUERTO DE LA CRUZ: Parroquia de
Nuestra de la Peña de Francia. Fue fundada en 1603 por Luzardo de Franchi, como
ermita y reconstruida en 1630 por Bn. Matheo de Sosa, su primer párroco. En su
interior pueden admirarse unos magníficos retablos barrocos del siglo XVIII. En
el retablo del Gran Poder de Dios existen unos lienzos representando escenas de
la vida de Cristo, obras del pintor portuense, pintor de Cámara del Rey don
Fernando VII, don Luis de la Cruz y Ríos.
Obras de D.
Manuel de la Cruz, padre de D. Luis, son pequeños oleos que se hallan en el
pulpito y representan a los cuatro evangelistas. Tallas: la de Santo Domingo de
Guzmán y la de San Juan Evangelista la de media talla de la Dolorosa, son obras
del imaginero canario José Luján Pérez.
La de San
Pedro, del escultor orotavense Fernando Estévez del Sacramento.
La del Gran
Poder de Dios es una talla, de autor anónimo, policromada de Escuela Sevillana
y del siglo XVII.
Además de las
obras citadas existe la Cruz, forrada en plata trabajada al martillo, de autor
desconocido y de comienzos del siglo XVIII. Las magnificas andas del Corpus,
ahora en reforma, son de Escuela Sevillana, de autor desconocido y
donadas, en el año 1724 por don Diego Sturby.
Las Andas de
Nuestra Señora de la Peña de Francia, de autor canario desconocido, donadas en
1771 por don Andrés de Armas Quintero. La soberbia custodia de plata
sobredorada hecha en la Habana por un tal Escobar en el año 1703 y donada por
don José Leal, quien la dio de limosna.
Médicos: en aquel entonces, año 1954, cinco galenos
se desvelaban en el Puerto de la Cruz por sanar nuestros cuerpos y aliviarlos
de dolores. Helos a continuación: D. Celestino González Padrón, con domicilio
en calle de San Juan. Su teléfono era el numero 46; D. Julio Espinosa Afonso
con despacho en Esquivel y teléfono numero 120. D. Felipe Hernández Hernández, ubicado en la calle Blanco, con
número de teléfono 242. D. Isidoro Luz Carpenter (alcalde que fuera del Puerto
de la Cruz), con residencia en Las Arenas, teléfono 169 y D. Celestino Cobiella
Zaera, teléfono nº 10. Todos ellos ahora fallecidos.
Practicantes:
tres eran los practicantes que en colaboración con los doctores de la Medicina
atendían a la población portuense el año que nos ocupa. Los menciono a
continuación: D. Juan José Blardony, con domicilio en Puerto Viejo, nº de
teléfono 136; D. Roberto Galloway Ruiz, en calle Agustín Bethencourt y D.
Enrique González Matos que tenía su domicilio y despacho en la calle Esquivel.
Los tres ahora desaparecidos q.e.p.d.
Cuatro hoteles eran los encargados de alojar a
los turistas que llegaban al Puerto de la Cruz, atraídos por su bondad
climática y belleza incomparable.
De estos
hoteles, pioneros portuenses, continúan haciendo su función dos de ellos:
Monopol y Marquesa, ambos embellecidos últimamente. Los otros dos: el Taoro y
Martianez: el primero en estado de
abandono, y, el segundo destruido para
construir apartamentos. Sin duda
alguna el Hotel Martianez fue uno de los
más bonitos que ha tenido el puerto de la cruz. ¡Que lastima que haya desaparecido!
Merenderos:
los merenderos que nos aplacaban el hambre y la sed en aquella inolvidable
década de los años 50 eran:<< El Presidio>>, ubicado en la calle
Santo Domingo; <<Casimiro>>,
en la calle Mequínez (La Ranilla); <<Librería>>, situado en la calle
Cruz Verde;<< Los Jesuitas>>, instalado en la calle Santo
Domingo;<< Molina>>, en la calle de El Lomo;
<<Felipe>>, pionero que se estableció en la playa de Martiánez.
¿Quién no los recuerda? Eran merenderos típicos y populares donde se podían,
por poco dinero, comer los mejores pescados y mariscos de la costa del norte de
nuestra isla. Todo ello rociado con los exquisitos vinos de La Victoria, Santa
Úrsula, El Sauzal, La Matanza, Tacoronte, etc.
Téngase en
cuenta que, en aquel entonces, los medios de transportes (coches, camiones,
guaguas, etc.) eran escasos y caros, por lo tanto, al no ser fácil desplazarse
a otros pueblos en busca de los buenos vinos,
ellos eran traídos al Puerto de la Cruz, por personas de aquellos
pueblos que antes he citado, gentes que por un motivo u otro se establecieron
en el Puerto de la Cruz, casi siempre, regentando acogedores merenderos o
restaurantes. Ejemplo de ello eran: D. Francisco Fernández << El
Capitán>>, oriundo de La Victoria, con domicilio en la Plaza del Charco,
esquina a San Felipe y Doña Librería Sarabia (Librería) originaria de La
Matanza, ambos fallecidos. Todos los merenderos antes aludidos, han
desaparecido. ¡Algo que lamentar también!
Otras noticias
curiosas e interesantes, sobre el Puerto de la Cruz y sus gentes quedan por
contar aquí. Mas , hoy, para rematar este articulito termino con la que
escribiera don José Rodríguez Barreto, acerca de un recoleto y primoroso rincón
del Puerto de la Cruz, ahora, como tantos otros lugares, finiquitado. Su título: <<Aquel pintoresco lugar, La
Paz>>. Leámoslo:
<< Es
dura la cuesta que lleva desde la playa a lo alto del risco que, encaramado
sobre La Fuente de Martínez, dominando al pueblo, pretende asombrarnos con sus
habilidades circenses de equilibrista.
Ya el<< míster>> de la mujer
<<tráiler>> no asciende la empinada cuesta ni cruza el
rustico sendero atraído por las viejas y salitrosas palmeras, que asomándose al
mar desde lo más alto de la loma, se obstinan en desafiar las inclemencias del
tiempo, doblegándose quejumbrosas al fuerte viento del Nordeste y, cuando no,
moviendo acompasada y armoniosamente sus hojas al aire universal de la playa
negra que, allá abajo, un mar grisáceo en la lejanía y azul y siempre
turbulento en la orilla, parece vestir eternamente de novia.
El turista de
nuestros días no es como aquel de otrora –el de la mujer
<<remolque>>- catador de paisajes e incorregible andarín. Este de
ahora no es como aquel anterior –el de la mujer<< remolque>>-
catador de paisajes e incorregible andarín. El actual no viene en busca de la
quietud ni de la contemplación; no sueña con atardeceres hawaianos, ni tampoco
parece interesarse por el paisaje o por la rotunda sinceridad de unas pequeñas
flores rojizas como gotas de sangre desparramándose por la ladera. Los días de
diafanidad permanente y despejada son
los que cuentan, y al lugar pintoresco, recatado y silencioso, prefiere las
estridencias de la alegría organizada.
Las viejas
palmeras de la planicie de<< San Amaro>> no acogen ya bajo su
menguada sombra a aquellas viejecitas inglesas tocadas con anacrónicos
sombreros que, estáticas y silenciosas, descansaban sus ojos sobre los
innumerables tejados del pueblo, rojos y canelosos, en los que el sol perenne
se posa suave y suntuosamente. Pero, a pesar de todo esto, y a pesar también de
las estúpidas innovaciones y de las actitudes brutales, el paisaje continúa
siendo paisaje. Las ondulantes márgenes del costanero acantilado siguen
manteniendo el bordado de las espumas de blancura deslumbrante; los perfilados
y sólidos cipreses de La Paz yerguen su negrura en medio de verdes platanales y
allá abajo, en el pueblo, las mismas esbeltas araucarias con sus tamaños
inmensos y su fuerza airosa siempre obstinadas en su absurda pretensión de
competir en altura con el cimborrio de la iglesia parroquial.
A espaldas de
esta magnífica atalaya que en tiempos pasados, por su situación dominante y
estratégica, perteneció al Ramo de Guerra, se encuentra la ermita que da su
nombre al lugar. Pero el paseante fatigado ya no puede acogerse a la sombra
cernida del plátano del Líbano, y la silenciosa y recatada ermita ha dejado de
ofrecernos aquella encantadora e ingrávida belleza de entonces. Tronchados los
frondosos árboles, la ermita y la plazuela han perdido todo su carácter y sabor
boninniano. Y el lugar es hoy triste y desolado, sin ningún árbol>>.
Posdata: El
Mirador de La Paz, en la actualidad, vuelve a ser un lugar precioso, digno de
ser visitado. Lugar para ver y soñar, meditar, querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario