Agustín Armas Hernández
…Aquel día me
levante muy tempano, casi rayando el alba. Me incorporé muy contento y
optimista, pues, además de haber dormido bien, corría el mes de julio. Tiempo
de fiestas en el Puerto de la Cruz. Ya lo venían anunciando, desde días atrás,
como preludio del comienzo con campanas y cohetes al vuelo.
No me desayuné, pues, al no sentir apetito, solo probé un
sorbo de café, preparado rápidamente.
Quería disfrutar del día que presentía espléndido. Me
dispuse a dirigirme al muelle pesquero que distaba de mi casa a unos 500
metros. En el camino pude apreciar lo que ya intuía: un día radiante, lleno de
sol. En ese momento salía el astro rey con toda su magnificencia. No más llegar
al muelle, vi junto a las barquillas, en la playa varadas, a unas cuantas
personas que como yo, madrugadoras, se disponían a embellecer y engalanar, con
banderas y hojas de palmeras, el muelle y los botes de pesca. El motivo de
estos adornos se debía a que los marinos y el resto de los portuenses, al día
siguiente, festejarían el embarque de su patrona la Virgen del Carmen.
Pues bien, además de los pescadores que estaban en el
muelle, pude distinguir a lo lejos una persona que se acercaba a la punta del
muelle viejo. Caminaba con mucho cuidado, pues, sus zapatos de goma, en
contacto con el suelo donde había crecido el musgo, lo hacía propio para
resbalar y darse un golpe, con las consiguientes consecuencias dolorosas.
(Téngase en cuenta que el pequeño muelle pesquero portuense en aquel entonces,
década de los 50, estaba e n malas condiciones debido a que, el continuo batir
del mar lo había dañado profundamente, y los tiempos que corrían no eran buenos
para su reparación, pues las arcas municipales estaban exhaustas como secuela
derivada de la guerra civil). Decidí, después de visualizar lo que se proponían
hacer los marinos con sus barcas, ir al encuentro del sujeto que se dirigía a
la punta del muelle y que, desde hacía algunos minutos había llegado a su
destino. Según me acercaba al lugar donde se encontraba el madrugador vigía, pude reconocer al solitario escudriñador del
lejano horizonte. Era Pepe Martel, al llegar a su lado se volvió extrañado y me
dijo: -Hombre Armas, ¿tú, por aquí, tan temprano? ¡Qué día más maravilloso!,
¿verdad? Esplendido, le contesté. -¿Qué te parece si avisas a los demás alumnos
y vamos de pesca, y con lo que cojamos celebramos mañana el día de nuestra
Patrona la Virgen del Carmen? (Tanto Pepe Martel como Sigfredo Reyes se
proclamaban, y de verdad lo eran, profesores en pesca submarina, de ahí que, a
los de más del grupo de amigos aficionados a la pesca, en plan bromistas nos
trataran de alumnos y nosotros a ellos de profesores. Tanto los unos como los
otros lo decíamos (<<the pupils, the teachers>>), de forma que con
frecuencia estábamos con estas bromas). Me parece muy bien, pues el día para un
safari a las profundidades y lecho marino esta de primera. – Entonces, vete y
avísales que estén aquí, en el muelle, alrededor de las diez, con los bártulos
de pesca, mientras yo también preparo los míos. De acuerdo.
Fui de casa en casa avisando a las personas que en aquellos
tiempos pasaban por ser los más
destacados pescadores submarinistas del Puerto de la Cruz. Ellos eran además de
los <<the teachers>> antes citados los siguientes personajes:
Antonio García Pérez, (padre del periodista y ex alcalde del Puerto de la Cruz,
Salvador García Llanos), Alonso Rodríguez Méndez, José Armas Hernández, (mi
hermano), Sebastián González Sánchez, etc. Todos ellos ahora fallecidos.
Pues bien, antes de las once de la mañana, ya estábamos
todos en el muelle dispuestos para la pesca. Nos repartimos en grupos
diferenciados a saber: los profesores, Sigfredo y Martel irían con las
escopetas submarinas a cazar peces, Antonio y Alonso a coger lapas y almejas,
Armas, pulpos, González, cangrejos y el que esto escribe, por ser menos
experto, iba recogiendo la pesca y poniéndola en lugar seguro, sobre un risco
del bajío o en tierra firme.
La excursión a las profundidades marinas comenzó en el
muelle y fue avanzando hacia el Penitente, San Telmo y toda la costa de
Martianez, donde concluyó.
La captura fue impresionante, de tal magnitud que, se
recuerda como la pesca submarina más grande que se ha realizado en la costa
norte de Tenerife. Viejas, sargos, meros, abadejos, etc. Fueron algunos de los
variados peces que se recogieron, además de los moluscos, crustáceos,
cefalópodos, antes aludidos y que se midieron por sacos. Esto último a muchos
les sonara utópico, pero es totalmente cierto. Téngase en cuenta que en
aquellos años, década de los 50, el fondo marino estaba virgen, no contaminado
y sin descubrir su riqueza.
No quiero terminar este articulito que, concluye una serie
de cuatro, dedicados a las fiestas de Julio de Puerto de la Cruz del año 1954,
sin dejar constancia en este último de lo que escribiera en el programa de las
fiestas, ese año editado, otro de los cuatro escritores que intervienen en el
mismo y que tanto lo enriquece y enaltece. Se trata de don Benjamín Afonso
Padrón, y el título del bello escrito que dedica al Puerto de la Cruz, sus
gentes y creencias es el siguiente: <<La senda luminosa de mi pueblo>.
Veámoslo: <<Yo no sé, amigo forastero, lo que tu alma experimenta cuando
visitas el Puerto de la Cruz, en los días alegres, fervorosos de sus fiestas.
Pero me parece adivinar en tu espíritu la misma emoción que a mí me invade y
pugna a veces por asomarse a los ojos.
Encontrarás en él, devoción, alegría y cariño. Te sentirás
dulcemente unido por los lazos de la camarería al más encopetado caballero
portuense o al más humilde de los habitantes de su marinería; que si te parece
tosca corteza, requemada por las rigurosidades del sol, a poco que penetres en
su tesoro sentimental te sorprenderá gratamente, algo así, como el buscador de
riquezas marinas que halla entre una concha de valvas de duras aristas
cortantes, el rico presente, de la concreción nacarada, de una perla.
Observa cómo estos habitantes de Puerto de la Cruz,
continúan ansiosamente descubriendo rutas de gloria. Y es que su vivir junto al
mar sabiendo interpretar el lenguaje de este, cuando se despereza en las playas
morenas, cuando azota con su poder sobrehumano los acantilados, cuando estrella
sus olas contra las barquillas, les ha aguzado la intuición para llevarlos al
conocimiento del grandioso poema de lo eterno o imperecedero.
De todos los caminos que parten de este pueblo, simbólicas
sendas por las que avanzan los deseos de la cabalgadura de la historia, existe
uno que se nos prolonga hacia la intimidad del cielo. Tiene él su origen, en la
acendrada devoción a Jesús del Gran Poder y la Santísima Virgen del Carmen.
Jamás sobre este camino luminoso, sentimental, que descansa sobre los arcos
indestructibles de la fe, ha caído la semilla de la cizaña del materialismo.
Ahora acuden a mi mente, lejanos recuerdos de mi niñez: la
mansedumbre de Cristo recorriendo las calles entre la multitud creyente, y la
maternal intercesión de María, implorando la bendición para los marinos, sobre
un trono de corazones, en una navecilla de flores.
Estas remembranzas, surgen impulsadas por el oleaje de
emociones vividas y quizás, también, por un afán que llevo a lo largo de mis
andares, anclado en el alma: que el Puerto de la Cruz, continúe por siempre su
peregrinaje por los campos de la historia, por el luminoso camino que abrió el
amor infinito de Dios.
No puede perecer jamás un pueblo que entre sus rutas de comunicación
espiritual posee el luminoso camino de la verdad, la bondad y la belleza.
COMERCIOS DEL PUERTO DE LA CRUZ EN LOS AÑOS 50: Veamos a
continuación algunos establecimientos comerciales del Puerto de la Cruz de
aquellos años, los nombres de los propietarios y las calles en donde estaban
ubicados: En la calle de Quintana numero 14 se encontraba instalado el estanco
de tabacos de don Eduardo Curbelo Díaz. En las Lonjas estaba la fábrica de
hielo, bebidas gaseosas y lejía<< Sol del Valle>> de don Antonio Castro
Díaz. En San Juan número 5 el almacén de víveres, al por mayor, de don Ruperto
Peña. En la Calle Quintana número 4 la de ultramarinos finos y víveres en
general de don David Peláez Cámara. En la calle San Juan número 1 estaba la
librería Cartaya regentada en ese tiempo por don Eladio Santaella Arnay. En Dr.
Ingran número 21 estaba instalada la sastrería de don Matías Suarez García. En
Iriarte número 4 la fábrica de bebidas gaseosas y helados de don Cristóbal
Perera Rivero. Y muchos establecimientos más que no menciono porque se haría
interminable la lista; solo aludo a algunos de los negocios y personas que ya
no existen, porque cerraron o fallecieron sus propietarios.
NOTA AL PROGRAMA DE LAS FIESTAS DE 1954: En la procesión
del domingo la banda de música de este Puerto estrenará una marcha escrita por
D. Manuel Díaz Pacheco y que dedica a la venerada Imagen del Gran Poder de
Dios; lleva por título: << Al paso del viejito>>.
Aquí concluyo lo principal de lo acaecido en el Puerto de
la Cruz el año 1954, en propicia ocasión entraremos en eventos y avatares en
año 1955…
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