Lorenzo de Ara
Antes de que
el reloj marcara la una y media de la madrugada, cerré el libro, me despojé de
las gafas, bebí medio vaso de agua, encendí la radio, me coloqué los
auriculares y, como siempre hago antes de que la suerte me acompañe y consiga
dormir cuatro horas, dejé que Radio Clásica de Radio Nacional de España se
pusiera a mi entero servicio.
El libró en
cuestión se titula “Cabo Trafalgar”, de Arturo Pérez-Reverte. Por qué no
decirlo, mi autor de cabecera. No es uno de sus trabajos más populares, ni
siquiera de los libros que obtuvieron un reconocimiento apabullante, pero en él
está lo que siempre encuentro en el escritor (marinero): palabras vivas.
Reverte dijo o
escribió una vez: “"Los héroes pasan por nuestro lado sin que reparemos en
ellos. Se sientan en la terraza de un bar, se sujetan a la barra del metro o
hacen la cola en la oficina del paro, como tantos."
En el
municipalismo (Puerto de la Cruz) los héroes no son los ediles del Gobierno que
preside Lope Afonso. No son los siete concejales del Partido Popular. No son
héroes los restantes concejales que conforman la corporación. Son servidores.
Sí, que sí, simples servidores con un muy buen sueldo, ya que la realidad socio
laboral ha hecho que en este país, con una gangrenosa precariedad, algunos de
esos concejales perciban hoy un dinero que jamás volverán a tener entre las
manos cuando dejen la cosa pública y regresen, o por primera vez entren al
mercado laboral, hoy convertido en una selva despiadada.
Muchos
servidores de la vecindad son tan mediocres que difícilmente dejarán de
engrosar las listas del paro.
El
municipalismo no terminará de afianzarse como tal. Hay concejales con facilidad
para poner cara de fiera. También los hay que, camaleónicamente, consiguen (oh
milagro) oler a humanidad. cuando en realidad son máquinas. Y esta realidad no
es cosa de un gobierno, el mismo mal lo hallamos galopando con la melena al
viento en la oposición de izquierda ¡de extrema izquierda!
Reverte
también apuntó en su día: "Siempre desconfío de quien no tiene (o dice no
tener) enemigos. Caminar es elegir. Elegir es arriesgarse. Arriesgarse es
pelear. No tener (oficialmente) enemigos requiere mucha capacidad de succión.
Que también tiene su mérito."
El liderazgo
en política, cuando se ejerce a plena luz del día, cuando sale del despacho,
cuando pasea por las calles de la ciudad, cuando sabiamente sabe distinguir
entre amistad y responsabilidad asumida libremente, ese liderazgo asume desde
un primer momento que no puede ni debe dejar contento a todo el mundo. Mucho
menos a los más cercanos.
La política
municipal se ha convertido en la pieza más valiosa de esta democracia en guerra
consigo misma. Los que ostentan el poder (siempre hablamos del Puerto de la
Cruz), deberían (unos más que otros) aprender de una vez por todas que el
selfie no vive en la calle Mequinez, en La Vera, en Punta Brava, en San
Antonio; que cuando los dientes se dejan ver tras una sonrisa o risa o
carcajada hecha de piedra caliza, el ciudadano (que no es gilipollas, aunque
tres ediles así lo piensen, y la gran mayoría de la oposición no tenga duda
sobre ello) detecta en seguida el olor a farsa y a hipocresía. Al instante le
sobreviene una necesidad imperiosa de vomitar, porque el tufo que desprende el
municipalismo al servicio del yo (“el rastro de toda la tribu defecadora que ha
pasado por aquí”, Francisco Umbral, “Mortal y rosa”), hace imposible poder
respirar sin mascarilla.
Recuerdo que
mi padre me decía, a su manera: “Ahí va un bicho malo”, pero yo sólo veía una
persona que me abrazaba, me sonreía, incluso me llamaba amigo. ¡Cuán equivocado
estaba!
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