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martes, 4 de julio de 2017

GRACIANO Y EVARISTO. BAILE MAGOS LICEO 1959

Evaristo Fuentes Melián y Graciano H. Sánchez

Graciano me lleva tres quintas, y empezamos a tratarnos amistosamente cuando yo cumplí los 18 y don Antonio Santos (sénior), entonces en la directiva, me hizo socio del viejo Liceo de la orotavense calle de San Agustín. Algunos recuerdos invernales de aquel Liceo suele describirlos a la perfección mi amigo S.L., casi con lágrimas en los ojos. No había llegado la dichosa tele e íbamos al cine al menos tres veces por semana, dieran la película que dieran. Las tardes noches de invierno a veces se ponían lluviosas, la plaza del Kiosco se oscurecía y se ponía triste, a pesar de la sin par alegría de Anita en su tiendita, como un ser viviente formando parte de la plaza. Oscurecía, caía la lluvia o la llovizna, las losetas formaban charquitos, cuando a las siete y cuarto de la noche nos íbamos al cine, primero uno, luego dos cines, este último a las siete en punto. Y ahí, más de una vez, aparecía Graciano para decirme “vamos”.

Y cuento dos anécdotas: 1ª.- Una vez, en martes santo, al encontrarme con Graciano en la puerta del Liceo, acera de los sillones de mimbre, me dijo “vamos”. Y fuimos a la obligada procesión del martes santo, en la parroquia Matriz de la Concepción, a ver al Señor Preso acompañado por San Pedro el de las famosas lágrimas.
  2ª.- Otra vez, en el comienzo del verano, en el inolvidable baile vespertino del Jueves de las Alfombras en el Liceo viejo (aún con el patio sin techo), probablemente con la magnífica orquesta Casablanca de Los Realejos, Graciano y yo sacamos a bailar a dos chicas que no eran de La Villa, que habían venido invitadas por  alguna familia del casco principal; recuerdo con alegría que al final del bailoteo, las acompañamos a la vivienda donde se hospedaban; pero no recuerdo (¡mi senectud ya presagia olvidos mayores¡) dónde estaba ubicada, creo recordar que por los alrededores del edificio Ayuntamiento. Fue un buen rato, con el aditivo de una copa de vino o cuba libre, sin la cual yo, con mi timidez innata, era incapaz de sacar a una chica a bailar.

Graciano siempre estuvo metido en el entretenido  mundo del futbol regional, y tuvo como aficionado momentos de gloria, como aquel del año 1961, cuando el Iberia y  la UD Orotava quedaron  campeones de Tenerife en sus respectivas categorías. O, más recientemente,  en el año 2000,  en partido nocturno, diciembre con luna llena, cuando fuimos eliminados de la Copa del Rey en nuestra cancha por el Rayo Vallecano, con muy mala suerte en la tanda de penaltis.

Siempre veía a Graciano en los encuentros domingueros del estadio  Los Cuartos. Y una vez al menos fuimos  al Sur, en la guagua ‘calducha’ alquilada. No había autopistas, fuimos por la vieja carretera, incluida la sinuosa candelariega Cuesta de Las Tablas, a ver a nuestro equipo UD Orotava enfrentarse al Güímar en su campo de Tasagaya. Varias veces más fuimos al Heliodoro santacrucero, en coche pirata alquilado, con la obligada parada  para la perra de vino y la tapa de carne con papas, en más de un bar o casa de comida del trayecto.

En fin, qué tiempos.  Así fuimos por este mundo. Luego llegó la madurez. Y Graciano ha llegado a su fin. Yo le seguiré  impepinablemente por ley de vida. Y de muerte.

¡Descansa en paz, amigo Graciano!    

Espectador 

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