Teresa González
…Dos quebradas descendentes
saladas se secaron
al final de mis mejillas,
cuando decía y escuchaba,
entre la embrujada línea,
aquel dolor saqueado
de la tumba del olvido.
Tanta tristeza se reía,
floreciendo en su grito del infierno
agitadoras negras rosas
de la cicuta que en la fuente
las veredas cuesta abajo
humedecían de mis ojos…
¡Todas!, pulverizadas se quedaron,
otra vez asesinadas,
en las que heridas que más no fueran
de mi valiente corazón.
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