Juan Antonio Gómez Jerez
“El tiempo se había convertido en algo impreciso, una
especie de acordeón que se estiraba y se encogía a su antojo”.
Cita de: Mónica Carrillo
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, el tiempo y su
paso, son circunstancias relativas, a la vez que nos puede resultar
contradictorio y a veces juguetón. El tiempo, como lo concebimos los seres
humanos, es quizá una mera media para ayudarnos a situar nuestras vidas en un
entorno físico.
El hecho es que cuando estamos en una situación cómoda,
agradable y feliz de nuestra vida, el tiempo pasa de una manera rápida y sin
embargo cuando estamos en una época de tristeza y depresión el tiempo pasa de
una forma lenta, ¿A caso no es el mismo tiempo?
Cuando el tiempo pasa inexorablemente, sin piedad y nos
parece que se nos escapa de las manos, es cuando aparece el miedo, ese miedo
irracional al paso inevitable del tiempo, aun sabiendo que tan sólo es una
medida de cantidad para situarnos físicamente, aún así todos experimentamos ese
mismo miedo.
El tiempo y su paso es una dimensión invisible, sólo
tangible en los anillos de más de los árboles, en los centímetros de más de los
niños o en blanqueo paulatino del cabello de las personas.
Pero quizá el tiempo no exista, o por lo menos no en la
forma y manera en la que nosotros lo concebimos como seres físicos.
Muchos de nosotros, tememos esa sensación del paso del
tiempo, quizá sea porque queramos controlar el paso de los días, el paso de
algo que no podemos ver y sin embargo nos afecta tanto a nuestra existencia.
Por extraño que nos parezca, hay muchas personas que le
temen a esa sensación, la de no poder controlar el paso de los días. Y es que
resulta contradictorio el gran poder que ha llegado a ejercer el ser humano en
la ciencia, en la tecnología, en la medicina… Hemos avanzado en multitud de
disciplinas, y, sin embargo, seguimos siendo incapaces de frenar el paso del
tiempo y sus efectos en nosotros mismos, de impedir la llegada de la vejez y su
consecuencia final: La Muerte.
La vida merece ser vivida con intensidad, no hace falta
escalar montañas, o viajar a Marte, las cosas pequeñas las cosas cotidianas de
la también tienen y deben tener su gran valor. El tiempo, probablemente, esté
en nosotros mismos.
Hemos de ser conscientes de que sí, de que va a pasar, de
que creceremos y nos haremos mayores, de que un día nos vamos a mirar al espejo
y vamos a ver nuestro rostro diferente…
Quizá tan sólo seamos pasajeros de este mundo y haya que
vivir la vida día a día, minuto a minuto, quizá esa sea la solución.
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